lunes, julio 28, 2008

Alda Merini



Ansia

Ora che io riposo
nella certezza del tuo ritorno
e sento che l' ore
si caricano d' aspettazione
e dànno il frumento divino
dei desideri del corpo,
ora che sul vigoroso
sfondo del tuo avvicinarti
ogni sfiducia
è sollevata ed ammessa
al triplice riferimento
delle cose concrete,
accordo questo tormento
alla notturna carità di un suono.


(...)

Ascolta, il passo breve delle cose
-assai più breve delle tue finestre-
quel respiro che esce dal tuo sguardo
chiama un nome inmediato: la tua donna.
E fatta di ombra e ciclamini,
ti chiede il tuo mistero
e tu non lo sai dare.
Con le mani
sfiori profili di una lunga serie di segni
che si chiamano rime.
Sotto, credi,
c'è presenza vera di foglie;
un incredibile cammino
che diventa una meta di coraggio.


E più facile ancora

E più facile ancora mi sarebbe
scendere a te per le più buie scale,
quelle del desiderio che mi assalta
come lupo infecondo nella notte.

So che tu coglieresti dei miei frutti
con le mani sapienti del perdono...

E so anche che mi ami di un amore
casto, infinito, regno di tristezza...

Ma io il pianto per te l'ho levigato
giorno per giorno come luce piena
e lo rimando tacita ai miei occhi
che, se ti guardo, vivono di stelle.


(...)

Io era un uccello
dal bianco ventre gentile,
qualcuno mi ha tagliato la gola
per riderci sopra
non so.
Io ero un albatro grande
e volteggiavo sui mari.
Qualcuno ha fermato il mio viaggio,
senza nessuna carità di suono.
Ma anche distesa per terra
io canto ora per te
le mie canzoni d'amore.


Alda Merini, "folle, folle, folle di amore per te". Salani Editore (2002).

Foto: Alejandro Pi-hué.

sábado, julio 19, 2008

Casa



A Gustavo Piccinini y Silvana Sabatelli

                                                                              I


Un primer intento ciego se deshizo. Fue lánguido aquel beso de bruma alicaído. Habíamos tirado esa pared y descubrimos del otro lado una hermosa ventana en arco de bordes celestes. Sabíamos que estaba allí, pero hasta ese día, no se nos ocurrió haberla visto. Un gesto triste. Nulo. Ahora el lugar vacío era más grande. Y yo y vos en casa, y todo el tiempo por delante (tal vez otras casas y otros cielos enmarcados, bonitos o terribles).
En esta casa vaciada por dentro, yo te construyo un cuerpo enfrente, el mío. Así empieza la felicidad, un camino de caracol celeste y blanco con la casa a cuestas, con estufas cuando llueve, con pisos de ladrillos desparejos y muros enormes, que la cresta enhiesta de una palmera corona. No somos arquitectos árabes, lo sé, y no haremos palacios voluptuosos de nuestra felicidad pequeña. Somos apenas caracoles y chorreamos sin poder impedirlo, esa baba pegajosa por donde nos arrastramos. Esa vida que vamos perdiendo. Entre ventana y ventana, en los cuadrados gastados del patio, en los canteros sin flores y el enorme corredor que no me canso de barrer, está nuestra locura.
Te confieso desalmado, que no sé vivir, que todo se divide bajo mis pies, que engaño, me engaño, veo doble y sólo la escritura me devuelve una cierta integridad. Yo creo que aún se puede vaciar más esta casa, cercarla de manera que nadie espíe lo que sucede dentro. Prohibirla, tabicarla, abrirla más al cielo. Podríamos incluso sacarla al campo, inundarla en parte. Es tan agua esta felicidad que quiero hacer con vos, que no quiero más mojarme solo, sin manguera, sin bebés flotando, sin patos, sin casa.

                                                                          II


Siempre jugamos. Estoy jugando. Siempre jugamos y vos siempre ganabas. Si yo vencí finalmente, fue porque vos me dejaste. Ahí es tu locura rubia y limpia como cuando yo te soñaba... Te encontré en ese cuarto que vos quisiste hacer en el lindero del fondo, donde la tierra tiembla con cada tren que pasa. Altar pagano, cocina de fragancias, enumeración. Ese lugar desbordado de pecados, un confesionario. Fue milagro que lograras mi respeto por tu antro apenas estuvo hecho. Ante esa magia me inclino en el inicio de esta felicidad llena de miedo, vaciada como un molde en nuestros cuerpos.

                                                                         III


Desde nuestro cuarto, bajo la gran palmera, se ve la Casa. Yo te festejo casa, antigua casa, muros blancos, ventanas arqueadas, aire andaluz, vidrios celestes y rosados, libros y perros. Te festejo por tu arrullo que anuncia un ronroneo de mujer ávida y sincera, que vino a habitar esta colección de fantasías (que se me despegan), y que yo llamo: nuestra casa.


Texto: Eduardo Magoo Nico
Foto: Gustavo Piccinini

viernes, julio 11, 2008

Mariano Guzmán



La parte líquida del mundo

Lo mío no es ni aversión ni conducta adquirida por hábitos extravagantes.
Los he visto pasearse en cuanto acuario he visitado y cada vez que en mis innumerables travesías oceánicas los he encontrado. En todas sus formas y tamaños, colores y texturas, me han parecido seres admirables. Durante el diluvio universal han sido privilegiados y su territorio nos sigue siendo vedado. No tengo nada en contra de los peces, pero admitámoslo de una vez y para siempre: No es posible abrazarlos, y con esto todo queda dicho.

Animales de montaña y grandes felinos


Las cabras, con todo lo que ellas implican, han saltado año tras año las mismas rocas. Algunos, los más, piensan que disfrutan de su vida natural, al igual que los grandes felinos. Yo sigo confiando en aquella premisa que aprendí de muy pequeño. Todo aquél que tiene que ocupar cada instante de su vida en la tarea de la supervivencia no puede ser feliz. Por cierto es un espectáculo encantador ver sus cabriolas, su habilidad para la caza, su certidumbre y su instinto. Prefiero tenerlos como mascotas y mi almohada seguramente es mucho más feliz que todos ellos. No hay nada que indique que debemos dejar que la naturaleza siga su curso. Por cierto sabemos es nuestra peor enemiga.

Con los ojos aún abiertos


La mañana me ha encontrado más de una vez observando detenidamente cada uno de los objetos que me rodean. En el mismo instante en el cual descubro su próxima lejanía puedo finalmente conciliar el sueño. Sé ya es tarde, pero al fin he descubierto la única manera de domesticarlos.

El alcance universal


Quién no ha tenido alguna vez la sensación de haber alcanzado la certidumbre, ese instante único en el que todo parece comprenderse. Es sólo un pequeño fragmento que por irrepetible no se convierte en conjuro. Una vez que nos ha ocurrido, pasamos a ser parte de aquellos signados por la finitud. La muerte se ha hecho presente y no va a abandonarnos nunca más. Pero hay que saber detenerse a tiempo.

Sustracción


Más de una vez he pensado que todas las cosas que me ocurrían tenían algo para decirme. Que existía un plan trazado para mí del cual no podía escaparme.
Tantas otras he pensado lo contrario, que nada tenía un sentido preciso y que a cada instante yo iba decidiendo mi destino. Hoy pienso que es mejor no pensarlo, que agregar un misterio a otro solo dará por resultado una ecuación matemática.
No tengo ya un pensamiento matemático, excepto cuando cuento los días que me va restando vivir.

No resulta simpático


Pienso en las palabras como el relleno del cual se valen las almohadas para hacernos dormir. Refutar desde los insomnes sería una solución fácil, pero pienso que los que no concilian el sueño son contrincantes nobles. No dirimen el pleito desde la comodidad.


Mariano Guzmán ha publicado, con Guillermo Giampietro "Los emblemas, males en la tumba", con Pablo Makovsky Mier "Turkey Alley Rumble Sex" (Ediciones Fray Santiago) y "Las formas del Desierto" (1995), con ilustraciones de David Nahón. El presente texto es inédito.

Foto: Juli
án Gayarre.