sábado, junio 30, 2007

Nono de Panópolis: Himno y Nicea



Junto a la floresta de hermosos pétalos derramó abundantes lágrimas el toro compadeciendo a Himno, lloró tambien la ternera y se postró tristemente ante el cuerpo palpitante del joven boyero, de modo que parecía cantar:


El bello pastor ha muerto,

Lo mató una hermosa niña.

Una doncella dio muerte

A quien de veras la amaba,

En vez de filtros de amores,

Fatal recompensa diole,

Bañó su bronce en la sangre

Del pastor enamorado

Y extinguió el fuego de amor.


El bello pastor ha muerto,

Lo mató una hermosa niña.

Vistió de luto a las Ninfas,

No ha escuchado a la montaña,

No atendió al olmo y al pino

Que le decían así:

“No le lances la saeta

no mates a ese pastor”.

Aun el lobo llora a Himno,

Se duelen los fieros osos.

Con coraje en la mirada,

Le llora incluso el león.


El bello pastor ha muerto,

Lo mató una hermosa niña.

Buscad otro monte, bueyes,

Otro monte en el exilio,

Pues mi amoroso pastor

Murió a manos de una niña.

¿Qué nuevos pastos veré?

Adiós mis pastos, adiós

A vuestros lechos silvestres.


El bello pastor ha muerto,

Lo mató una hermosa niña.

Adiós picos y montañas,

Adiós torrentes y Ninfas,

Adiós a vosotros árboles

Tanto Apolo como Pan

Claman tan desconsolados:

El oboe calla indignado,

¿Dónde se halla la justicia?

¿Dónde se encuentra el amor?

Eros, no toques tus flechas,

Que no cante la siringue:

Murió el músico pastor.



Nono de Panópolis, "Dionisíacas", siglo V
Ed. Gredos, 2001

Ilustración: Guillermo Giampietro

(Se trata de un
thrènos o lamento en forma de poesía bucólica, es único en la épica griega)

martes, junio 26, 2007

Saberse cerca


Mencioné a Quiroga y eso tuvo el efecto de una bomba. Martínez Estrada dejó de hablar, me miró se quedó pensativo y rompió a llorar con un llanto libre, sin inhibiciones, un llanto hermoso y profundo.
-¡Pero Ezequiel, todavía, después de tantos años!
Estas palabras de doña Agustina parecieron las adecuadas. Ambos sabían, sin duda, por qué, y él quedó en silencio.
¡Con qué varonil ternura Quiroga metido en la selva, entre el calor y las serpientes, alejado de los “contactos” literarios, de su despreciable política, exiliado voluntariamente de los “hit-parades” que los suplementos y las amistades del “te leo-si me lees” confeccionan ante nosotros -antes y ahora- llamaba a Martínez Estrada su “hermano menor”! Le tenía reservadas, incluso, un par de hectáreas para su rancho y un recurso para no importunarse: un trapo blanco al tope de una caña sería la señal de vía libre para las visitas de entrambos. Pero saberse cerca, ¿no es acaso lo que entrañablemente - y en la misma época: 1936- recomendaba Sherwood Anderson a los escritores de su país como antídoto para el mal de la soledad, la frustración, el suicidio?


Texto: Héctor Tizón - "Tierras de frontera", pag. 233, Ed. Alfaguara, 2000.

Foto: Horacio Quiroga en Misiones (1926). Archivo Nacional.