lunes, abril 20, 2020
Anónimo encontrado en un tachito.
Ordalía
Quien adolece de alguna enfermedad
O anomalía
Ve la entera humanidad
Como un solo cuerpo doliente
Y siente cada célula de su cuerpo
Tendiendo hacia una inopinada felicidad
Cree que a aquella humanidad
Y a ésta felicidad
Las empuja
Un destino particular
No conocerá en verdad jamás
Su verdadera identidad
Sino una interpretación
Cómica
Histriónica
Satírica
De sus desventuras
Y rechazará siempre toda evidencia
De la profunda tragedia
Que se cela en ella
Dentro suyo una idea exaltada
De rebelión
Lo lleva al centro del ciclón
Al corazón lacerado de la existencia
En el que la luz del día
Entra poco y mal
Unas pocas ranuras
Que se abren hacia el exterior
Portan junto al oxígeno
Ciertos olores cáusticos
Tremendamente penetrantes
Que contaminan continuamente el gusto
E invaden con cada respiro sus pulmones
Ve relámpagos
Oye agudos silbidos
Y es recorrido
A lo largo de todos los canales de su voluntad
Por resueltas intenciones contrarias a la Idea
En la que se ha formado
¡Escapemos de una vez de aquí!
¡Incendiemos las fábricas, los autos, los bancos!
¡Destruyamos las máquinas!
¡Al paredón los milicos!
¡Muerte a los patrones y a los capataces!
Una certeza física
Casi un grito de sus vísceras
Le advierte
Que ningún esfuerzo moral
Servirá ya
Para frenar ese estímulo imperioso
¡Vomitar!
Aquel maldito vómito de cada tarde
Cuando regresa del trabajo
Se manifestaba tempranamente
En el umbral de su puerta
Toda vez que intentaba subir a su habitación
Y no lograba avanzar un paso
¡Hasta las constelaciones se detendrían
Ante semejante marasmo!
Yo evitaba mirarlo
En esos momentos
Por la piedad que me producía...
-No hagas caso a lo que digo
Me repetía ante cada exabrupto
-Vos sos demasiado inocente para entenderlo
¡La felicidad no pertenece a nuestro mundo!
¡Es un invento de los ricos!
A pesar de todo
Desde muy chico yo siempre he deseado ser feliz
Algunos días, en mi primera juventud
Me sentía invadido a tal punto
Por este sentimiento
Que me ponía a correr a brazos abiertos, gritando:
¡Es demasiado!
¡No puedo tenerlo todo para mí!
Ahora en el barrio
Me llaman Marzo
(Vaya uno a saber por qué...)
Y vos, como las flores que se abren
Al primer sol de primavera
Te presentaste a mí
En un domingo de gala
Que vuelve cada tanto
Como una sombra luminosa
Entre torpes pinceladas de color
Un signo de reconocimiento
Irradiaba entonces tu cuerpo
¿Pero cómo explicarlo?
No existe un código que explique
El deseo que se convoca
En torno a una muchacha
Distinguiéndola de las otras
Algo así como el favor tribal
Que consagra a los nacidos “raros”
Apartados en su propio sueño
O acosados por visiones
De las que nunca, o rara vez
Despertarán
Ella siempre aceptó con humildad
Esa marca
(Hay quien la espera
Hay quien la presiente
Hay quien la precede
Hay quien la rechaza)
Un punto de luz entre las sombras
Que la distingue de todos los demás
Quien ha muerto, yace y reposa
Y el que a pesar suyo sigue viviendo
Trata de darse algo de paz
Hay un Marzo en mí que busca la guerra
Y un Marzo obediente
De ojos contenidos y sanguinolentos
En ocasiones
Una verdadera espada incandescente
En otras
Un simple amante de la historia
Y siempre, en mi vigilia
Un orden metódico
Para predisponer el campo
A la batalla
Se han inventado
Nuevos nombres
Para la vieja industria del exterminio
Denominaciones sofisticadas
Para las más brutales erupciones de ignominia
Demencia
E imbecilidad
Propias de nuestro tiempo
El del retroceso consciente y perfectamente planificado
A la barbarie...
Esta masa
Esta pobre materia de fatiga
Y de servicios
Ha de volverse inerte
(Pasta para hacer fideos)
O simplemente será desintegrada
Como harina (casi impalpable)
Que bien podría ser lanzada al viento
Con un gesto divertidamente perverso
Sin que a nadie le incomode...
¡Como en un patético y cada vez más miserable Carnaval!
¿Campos de concentración?
¿Bombardeos masivos y/o telecomandados?
¿Guerra bacteriológica?
Ese es el concepto
Llámelo como quiera
Yo prefiero llamar a este estado de cosas:
Barbarie
“¿Acaso Usted piensa que será harina de otro costal?”
¡Habría que poner estos carteles
En los portones de las fábricas
De las iglesias
De los ministerios
De las oficinas
Y de los bancos!
En su soliloquio
La voz se le hacía a Marzo áspera
Mientras en él retornaba
Menos frecuente
Y discontinua
La necesidad de gritar
¡Gritar como en un comicio!
Tal vez viendo por la ventana de su cuarto
(En este marzo de “Protocolo”)
Una bella mañana otoñal
Pensó en escaparse una vez más
Al “bosque encantado”
Pasaron frente a él
A una velocidad increíble
Muchas escenas de su vida
Y muchos fragmentos
De la historia humana...
La sonrisa que asomaba en el rostro
No era demasiado diversa
De esa sonrisa de quietud
Y de ingeniosa inocencia
Que le sobrevenía
Después de cada ataque epiléptico
Pero esta vez llegaron voces de Otros
Desde la plaza poco distante
Un barullo creciente de bocinas y cacerolas
Una marejada de gente nunca antes vista
Se abalanzaba hacia las calles aledañas
Para concentrarse y avanzar
-¡Marzo! ¡Marzo! Le gritaron.
-¡Por fin! ¡Hoy es tu día!
-¡A todo o nada, vamos a marchar!
miércoles, abril 15, 2020
Leon Trotsky - En memoria de Sergio Esenin
El otoño, yegua alazana, agita sus crines.
soy el más ardiente compañero de viaje.
Dispuesto estoy a seguir caminos ya trillados,
Daré mi alma entera a vuestro Octubre y a vuestro Mayo,
Pero mi lira bienamada nunca la cederé.
Os he visto, he visto la tierra
y vuestro fúnebre temblor
lo tomaré como una caricia nueva.
mi amada, con otro amado
se acordará quizá de mí
como de una flor única.
Ilustraciòn: ALEXEY AKINDINOV, “ESENIN E ISADORA”
Serguei Esenin - Poemas
CONFESION DE UN GOLFO
No todos saben cantar,
No todos saben ser manzana
Y caer a los pies de otro.
Esta es la suprema
Confesión de un granuja.
Ando intencionalmente despeinado,
Con la cabeza como una lámpara a petróleo.
Me gusta alumbrar en las tinieblas
El otoño sin hojas de vuestros espíritus.
Me gusta que las piedras de los insultos
Caigan sobre mí como granizo vomitado por la tormenta.
Entonces es cuando aprieto con más fuerza
El globo oscilante de mi cabezota.
Con qué nitidez recuerdo entonces
La laguna cubierta de hierba y la voz ronca del aliso
Y que en algún lugar viven mi padre y mi madre.
Mis versos les importan un comino,
Pero me quieren como a un campo, como a la carne de su carne,
Como a la buena lluvia que en primavera ayuda a salir a los brotes.
Ellos les clavarían a ustedes sus horquetas
Cada vez que me lanzan una injuria.
¡Pobres, pobres campesinos!
Seguramente están viejos y feos
Y siguen temiendo a Dios y a los espíritus del pantano.
¡Si sólo pudieran comprender
Que su hijo
Es el mejor poeta de Rusia!
¿Acaso sus corazones no temían por él
Cuando se mojaba los pies en los charcos del otoño?
Ahora anda de sombrero de copa
Y con zapatos de charol.
Pero con el mismo espíritu juguetón de antes.
De aldeano travieso.
Desde lejos saluda con una gran reverencia
A las vacas pintadas en los letreros de las carnicerías.
Y cuando se cruza con los coches de la plaza,
El olor del estiércol lo remonta a los campos de su tierra
Y está dispuesto a sostener en el aire la cola de cada caballo
Como si fuese la cola de un traje de novia.
Amo mi tierra.
¡La amo con locura!
Aunque sobre ella caiga toda la tristeza y el moho de los sauces.
Gozo con los hocicos inmundos de los cerdos
Y con las notas estridentes de los sapos en el silencio nocturno.
Estoy enfermo de los recuerdos de infancia,
Sueño con la niebla y con la humedad de las tardes de abril,
Cuando nuestro arce se puso en cuclillas
Para calentarse los huesos en la hoguera del crepúsculo.
¡Trepando de rama en rama,
Cuántos huevos no robé de los nidos de las cornejas!
¿Seguirá siendo el mismo de antes, con su copa verde?
¿Tendrá todavía la corteza tan dura?
¿Y tú, mi querido perro fiel
Overo?
La vejez te ha puesto gruñón y ciego
Y vas de un lado a otro del patio arrastrando tu cola caída.
Tu nariz no distingue ya el establo de la casa.
Cuánto no significan para mí nuestras pillerías de antaño
Cuando le robaba pan a mi madre
Y lo comíamos entre los dos, mordiéndolo por turno
Sin sentir repugnancia.
Soy siempre el mismo,
Mi corazón es siempre el mismo.
Los ojos florecen en el rostro como los azulíes en el trigo.
Y yo, extiendo las esteras doradas de mis versos
Quiero decirles a ustedes
Mis palabras más tiernas.
¡Buenas noches a todos!
¡Buenas noches!
Rozando por última vez la hierba del crepúsculo
Ha enmudecido la guadaña de la aurora.
Y siento unas ganas locas
De mear a la luna desde la ventana.
¡Luz azul, en este azul profundo
Ni siquiera la muerte me importa!
¡Que importa que yo parezca un cínico
Con un farol colgando del trasero!
Viejo, buen y supercabalgado Pegaso,
¿Qué falta me hace a mí tu trote blandengue?
Yo he venido como un severo maestro
A cantar y a ensalzar a las ratas.
Como agosto, vierte
Mi cabeza el vino espumoso de mis cabellos.
Yo quiero ser ese amarillo
Que nos lleva al país que navegamos.
ESTOY CANSADO…
Estoy cansado de vivir en mi país natal,
con la nostalgia de las extensiones de trigo negro;
dejaré mi choza,
partiré como un vagabundo y un ladrón…
Volveré a la casa paterna
a regocijarme con el júbilo ajeno.
Y en una noche verde, bajo la ventana,
con la manga de mi camisa me ahorcaré.
Los sauces de plata contiguos a la cerca
inclinarán sus cabezas con mayor dulzura aún.
Y sin lavarme, sin el menor ritual,
se me enterrará bajo los aullidos de los perros.
La luna continuará bogando por el cielo,
perdiendo sus remos en el agua de los lagos;
y Rusia siempre será la misma,
danzando y llorando alrededor de las empalizadas.
SIN LAMENTOS
Sin quejas, ni lamentos ni llantos
como el humo a través del florido manzano
hasta mí llegó la marchitez dorada
ya no seré más joven y lozano.
Ya no lates con la fuerza de antes
mi corazón tocado por el hielo
y caminar descalzo por el bosque
ya no es una ilusión, no es un anhelo.
El deseo de aventura cada vez es menor
y el fuego de los labios ya se ha ido
¡oh mi joven y lejano frescor
mis antaños pletóricos sentidos!
Ahora son escasos mis afanes
¿he vivido mi vida o la he soñado?
Es como si en un alba primaveral
galopé sobre un caballo rosado.
Nuestro destino es frágil y finito
el cobre de las hojas lento emana
por todos los siglos sea bendito
lo que florece hoy para morir mañana.
LAS ESTRELLAS
¡Las pequeñas estrellas de las estrellas, usted está tan alto y tan claro!
¿Qué usted ha conseguido en usted, tan fascinando?
Las estrellas, profundas en pensamiento, así que discretas usted aparece,
¿Qué la energía a que las marcas usted están tentando tan?
¡Las estrellas, pequeñas estrellas, usted es tan denso y tan sólido!
¿Cuál es ese le hace tan grande y fascinando?
Cómo puede usted, los cuerpos divinos, producirlo:
¿Revolvimiento de una sed y de un deseo para aprender?
Porqué, como usted brille, son usted agradable y la invitación
¿En sus brazos abiertos de par en par, el instante?
Satisfaciendo el corazón, tan benigno y tentando,
¡Estrellas divinas, tan telecontrol y tan distante!
EL OTOÑO
Hay calma en el enebral espeso.
El otoño, potro taheño, peina su crin;
sobre la orilla del río suena
el retín azul de sus herraduras.
El viento, ermitaño de paso cauteloso,
aplasta la hojarasca en el camino
y en una mata de serbal besa
las llagas rojas de un Cristo invisible.
SÓLO ME QUEDA UNA DIVERSIÓN…
Sólo me queda una diversión:
los dedos en los labios y un alegre silbido.
Ya se ha esparcido mi mala fama
de peleador y escandaloso.
¡Qué ridícula mala fama!
Hay muchas caídas tontas en la vida.
Me avergüenzo de haber creído en Dios,
y me entristezco de no creer ahora.
¡Remotas lejanías doradas!
Todo arde en la rutina cotidiana.
Si blasfemé y fui escandaloso
fue para arder con mayor fulgor.
Acariciar y fustigar es el don del poeta
lleva sobre sí un signo fatal.
Yo quise enlazar sobre este mundo
a la rosa blanca y el sapo negro.
¡Qué importa no se hayan realizado
estos designios de los días buenos!
Si los demonios anidaron en mi espíritu
es porque los ángeles vivían en él.
Por estos alegres desvaríos,
yo quisiera en el postrer instante
antes de partir hacia otras comarcas
pedir a todos los que me acompañen
que por mis pecados mortales,
por no creer en el paraíso,
con mi camisa rusa me amortajen
y bajo los astros me dejen expiar.
CARTA A UNA MUJER
Usted se acuerda, usted, claro, de todo se acuerda,
cuando andaba nerviosa por la estancia –
yo a la pared pegado –
y me reñía con acerbas palabras.
Decía usted que había llegado la hora de separarnos,
que a causa de mis locuras sufría mucho,
que iba a dedicarse a sus cosas,
y que yo estaba condenado a rodar por la pendiente.
Querida: Usted no me amaba.
Ignoraba que entre el gentío era yo cual caballo espumeante,
espoleado por audaz jinete.
Ignoraba que entre aquella humareda,
en la fosca tormenta de la vida sufría yo,
sin comprender lo que se avecinaba.
De cara a cara no se ve el rostro.
Lo grande se ve a distancia.
Cuando el mar se encrespa, corren riesgo las naves.
¡Y de pronto se convirtió la tierra en una nave!
Alguien empuñó majestuoso el timón rumbo a la nueva vida prodigiosa
por entre vendavales y tormentas.
¿Quién no se cayó en la cubierta?
¿Quién no vomitó y no maldijo?
Pocos hubo que no se mareasen, que venciesen aquel torbellino.
Entonces entre un clamor salvaje,
sabiendo bien lo que me hacía bajé a la bodega
para no ver vomitar a la gente.
Aquella bodega era eso: la taberna.
Yo me entregué al vino para no padecer por nadie
y hundirme en la embriaguez.
Querida: La hice sufrir, es cierto.
En sus cansados ojos se asomaba la pena al ver que yo,
ostentosamente,
me consumía en escándalos diarios.
Pero usted ignoraba que entre aquella humareda,
en la fosca tormenta de la vida, sufría yo,
sin comprender lo que se avecinaba…
********
Han pasado los años.
Mi edad es ya otra.
Ahora pienso de distinto modo.
Ahora brindo en los días de fiesta por el gran timonel.
Me embargan hoy amables sentimientos.
Al recordar su angustia quiero apresurarme a decirle lo que fui antes,
lo que soy ahora.
Querida: Me complace comunicarle que no rodé por la pendiente.
Vivo en el Territorio Soviético como el más entusiasta adherente.
No soy ya el de antes.
Ahora no la haría sufrir como entonces.
Tras la bandera de la libertad y del trabajo luminoso,
estoy dispuesto a ir al fin del mundo.
Perdóneme… Sé que usted no es la de ayer.
Ahora vive con un marido serio, inteligente.
A usted no le hacen falta nuestros duros quehaceres,
y yo tampoco le hago la menor falta.
Viva bajo el signo de su estrella, bajo su mansión renovada.
La saluda su amigo que jamás la olvida,
Serguéi Esenin
¡DEJAOS YA DE RIÑAS! ¡ES LA VIDA!…
¡Dejaos ya de riñas! ¡Es la vida!
¡Yo no comercio con palabras!
Se ha vuelto grave y ya se dobla
mi cabeza dorada hacia la espalda.
Por aldea y ciudad amor no siento.
¿Cómo pude sentir alguno?
Todo lo dejaré y, con barba larga,
iré por Rusia cual vagabundo.
Olvidaré los poemas y los libros,
me echaré un saco sobre la espalda,
porque en los campos, a un perdido,
más que a ninguno el viento canta.
Apestaré a rábano y cebolla y,
turbando la quietud de la tarde,
me sonaré ruidosamente con la mano
y haré simplerías en todo.
Y no necesito mejor suerte
que olvidar escuchando la cellisca,
pues sin estas extravagancias
no sé vivir en este mundo.
HASTA PRONTO AMIGO MÍO….
(Manuscrito escrito con sangre que se encontró
en la habitación donde Sergei Esenin se suicidó.)
Hasta pronto, amigo mío, hasta pronto,
querido mío, te llevo en el corazón.
La separación predestinada
promete un nuevo encuentro.
Hasta pronto, amigo mío, sin gestos ni palabras,
no te entristezcas ni frunzas el ceño.
En esta vida el morir no es nuevo
y el vivir, por supuesto, no lo es.
Serguei Esenin (Konstantínovo, Riazán, 21 de septiembre de 1895- -Leningrado, 28 de diciembre de 1925)