lunes, junio 28, 2010

Melma





-Bemba bunda cachucha, cachumba.
-Chulo chungo chongo, churrete.
-¡Epa!
-¡Gué!
-¡Guarango!
-¡Grosero!
-¡Incivil!

En la glauca niebla, el gris y el rosa de dos jurídico flamencos aprobaban, con sus rítmicos movimientos, la veracidad de la disputa. El alba los sorprendía metidos hasta las verijas en la fangosa

-Melmosa
-Pringosa

charca dialectal. La Muñe (recién salida del armario) se empecinaba en discutirle todos los términos a un Padre Ago (falsamente) encocoritado.

-A mí, que te he siempre considerado el Nenúfar Fleitas de mis Ballets Rusos, venís a negarme en este terreno sacrosanto, una merecida satisfacción... ¿Aquí, en esta laguna donde acampó Cafulcurá, te permitís boicotearme con tu rebelión lexicográfica?

-Amor es honor.
-Honor las pelotas...

Fue entonces, que Ellas hubiesen deseado mantenerse a flote (de haber tenido algún raciocinio). Pero ya todo su cuerpo se deslizaba peligrosamente hacia un abismo que parecía no acabar nunca, si no fuera porque la Muñe (que tenía la botella de caña bien asida por el cogote) no lograra mantenerlo en un momentáneo, pero no por ello menos providencial, equilibrio. Agarrado ahora con las dos manos al cilindro de vidrio, Father Ago lograba recuperar la posición erecta.

-Yo te pedí una lectura lisa y llana (con algún reflejo colorido tal vez) como estas palometas que andan jodiendo con el calor entre los juncos. Y vos ya te estás subiendo al taburete del Gran Profesor!
-Suponiendo que una lectura lisa y llana, no fuese una frase hecha, con la suma por demás redundante de dos sinónimos, y calificara de algún modo a un pez, que no es ni liso, ni llano, sino mas bien chato y oblongo...
-Suponiendo.
-Por qué entonces no me pasás la botella, que te la estás chupando sólo...
-Tomá, no vaya a ser que pierdas otra vez el hilo de la conversación.
-Sabés que ya no me acalambro... ¿Serán barros curativos los de estos lares?
-Clorados, fosforados y radioactivos, seguramente. No es más que un amasijo de mierda, la Pampa Bárbara. ¿Dónde creés que terminan todos los herbicidas que rocían las avionetas?
-Empiezo a sentirme como el monstruo de la laguna verde...
-Nos estamos metiendo en otra hondonada.
-¿Y dónde cuernos está la orilla? Ya perdí los zapatos y encima no hago más que pisar cangrejos.
-Esperá que me acuerde... ¿Dónde era que se ponía el sol...? ¡Del otro lado del rancho!
-Está clareando hacia donde vamos... ¡Tenemos que caminar exactamente hacia el otro lado, huevón!
-¡Soltá la yatebo!
-¡Soltála vos!
-¡Me voy al carajo de nuevo!
-¡Adiós! ¡Adiós!
-En tu caso, lo repito: asno, jumento y burro, es todo uno.
-Todo es Uno, en todo caso...
-Mirá lo que me viene a la memoria ahora: En una orilla de esta misma laguna, nos embarramos culeando a campo abierto con mi primer amor... ¡Mi primer amor de verdad!
-Tu primera ex mujer, querrás decir...
-Es lo mismo. No sé si estuvo tan lindo, pero para uno como yo, que vive encerrado en una pieza, aquello fue algo épico. Y con el Oscuro atado a unas pajas, junando como quien no quiere la cosa el cojinche pastoral, sobre su más que adorado cojinillo...
-Todo lo que vos pensás es Vicio.
-Dentro de ciertos límites.
-Los límites le quitan encanto.
-Supongamos que una muchacha haya sido raptada por unos indios...
-Otra vez con la historia de "La Cautiva".
-"Due in una carne".
-Dos en un montón de bosta, y sin esperanza alguna de Malón, como bien has dicho vos.
-Che, me tiemblan las piernas, estoy empezando a acalambrarme.
-Paremos.
-Si nos paramos, nos hundimos.
-Acá parece que estuviera un poco más duro abajo...
-El rapto coral, la muchacha. El cándido beso que salva...
-La historia de Psique y Eros. La que inaugura todas las historias cándidamente románticas.
-¿Volvimos al Asno de Oro?
 -Y a la flecha oxidada.
-¿Se oxida el oro?
-Mucho menos que el hierro supongo, sino no se podría atesorar.
-Una historia de competencia feroz entre mujeres. Es Afrodita la que condena a Psique, y la envidia de sus hermanas la que acaba con su dicha.
-Luego ella misma se manda al muere, pretendiendo una belleza que no le estaba destinada...
-De todos modos, siempre algún erotómano pintará, para salvarlas...
-¿Y a nosotros quién nos salva de todas ellas?
-Como para las imágenes que se repiten, no hay una próxima vez... Todas son iguales a la primera.
-Una hermosa visión que nadie recojerá.
-Al fin y al cabo estamos hablando de Psique: ¡El soplo de la vida, el último estertor!

Habiendo dicho esto Père Ago desapareció repentinamente de la superficie terrestre. Un abismo se abrió repentinamente bajo sus pies. ¿Tal vez, por no haber querido nombrarla, Perséfone se había cabreado nuevamente con su augusto cortejante? El agua, como una vaselina broncínea, comenzaba a forzarle las vías respiratorias cuando la Muñe, tomándolo por los cabellos (pocos, pero siempre resistentes) logró arrancarlo boqueando del abrazo de su Pupila.

-¡Me cago, uahh... en San Expedito! Gritó Ago, vomitando un agua melmosa mezclada con alcohol.
-¡Y yo, en el Gauchito Gil!
-Creer en una imagen, es peor que enamorarse de un fantasma...
-Digo yo, ¿no nos iría mejor en la vida si nos concentráramos en salir de este Infierno?
-¿Qué pasó con la caña?
-Se fue a pique detrás tuyo. Igual no quedaba más que un trago.
-Es el que estoy necesitando... ¡Joder!
-¿Y ahora, según vos, cómo se zafa?
-¡Je, je! Si uno pretende la consagración, hay que aceptar el sacrificio...
                                                    
A lo lejos una mole negra se internaba en la laguna con paso cansino y murmurando:

-De chico ya era imbécil, pero de grande se ha hecho más imbécil todavía...
-¡El Oscuro! Siento pasos de caballo, escuchá los chasquidos en el agua...¡Oscuro! ¡Oscuro viejo y peludo nomás! Es un milagro... ¡Estamos acá! ¡Acá!

El Oscuro pegó un relincho como para asegurarlos y corrigió de a poco el rumbo, dejando a su paso una estela de espuma yodada. Su panza lo mantenía a flote como un barco.

-¡Estos pelandrunes de ciudad! ¡Después se las dan de escritores... y de gente de campo! Y terminan en pedo y a los gritos en el primer charco que encuentran. ¡Cuando lo agarre a solas al Papito Ajó, le voy a cantar cuatro frescas!

Dió una vuelta en arco buscando los juncos más altos, después encaró por el medio hundiéndose a cada tranco, pero con la absoluta seguridad del baqueano, y los sacó asidos de las crines hasta la primer barranquilla. Se quitó de encima los bultos con un violento sacudón de su piel caballuna, como si estuviera espantándose unos tábanos.

-¿Porqué será que siendo equino, habré nacido negro y hablador?

Se preguntó el Oscuro, fijándolos por un momento desde lo alto. Y volviéndose con un bufido en la justa, precisa, suprema dirección del rancho, cursió de lo lindo. 


Texto: Eduardo Magoo Nico
Ilustraciòn: Héctor Ledo