sábado, junio 29, 2013

Gustavo Cacioni "Gusano Dil Coco" (1961-2005)


Un mundo sin Aldus.

Creo que era bello, se sabía bello y que cometiendo su crimen contra su propia belleza quiso castigarnos a todos por no morir de asco ante tanta flagrante paradoja.

Febrero de 1977. Verano, carnaval, baile en el club Ferrocarril Oeste. 15 years old each.
El mismo día que lo conocí a Chorch. Aluciné. Fue conocerlo y empezar a aprender. Era amigo del barrio de Mou y algo grasa para los estándares del club. Llevaba una mariconera bajo el brazo y zapatos de plataforma bajo las campanas de un pantalón celeste (cosa que él negó siempre luego, y lamento como nadie que no esté aquí ahora mismo para discutirlo una vez más).

Nos recorrimos la pista de baile de aquel carnaval arriba y abajo encarando mujeres. El tipo tenía el don del descaro para inventar o descubrir paradojas que desubicaban a la gente. Se podía conseguir con ello un rechazo airado, pero normalmente era una carcajada estentórea de las que te franquean el paso. Y me daba pie todo el tiempo para que yo luciera mi agudeza, si es que la tenía. Estuvimos de pimporroteo todo el rato con cuanta loca hubiera dando vueltas por la pista. Para mí fue una revelación. La primera vez que me enfrentaba de igual a igual con mujeres en celo.

Fueron un par de noches desopilantes. Estaba Chorch también, que no era lento para los chistes. Y estaba el mendocino, Daniel Fernández, el gran colega de perrerías de Aldus hasta ese momento, pero que se acababa de meter, muy ingenuamente, en la escuela de suboficiales de la marina, la célebre ESMA, escenario justamente en aquellos años de los peores horrores perpetrados por el régimen militar, y con ello se quitó pronto de la escena. Del Mendocino recuerdo una historia que conozco sólo por la versión que me contaron ellos dos en aquellos tempranos y memorables días de 1977. Iban por alguna calle de Caballito o de Flores, o del Bajo Flores, a saber… ambos con quince años o menos, ambos flaquitos, pelilargos, jiposos e impertinentes. Se topan con un operativo típico de lo que entonces se conocía como “Coordinación Federal”, o “Coordinación” a secas. Varios Falcon sin identificación en mitad de la calle, unos cuantos tipos de civil con armas largas parando gente y examinando documentos de muy mala manera... Aldus y el Mendocino siguen adelante, con su desparpajo habitual, haciendo chistes y riéndose de alguna cosa, pero ostensiblemente. Y por supuesto son detenidos y puestos de manos contra el techo de un Falcon. Pero eran niños, de modo que una vez puestos allí, sus verdugos habrán perdido algo del interés en ellos, se habrán distraído con algo y el Mendocino halló la oportunidad de meter su cabeza y un brazo por la ventanilla abierta del Falcon, coger el micro de la radio Motorola y exclamar: "¡Aló, Comisionado! ¡Que venga el dúo dinámico!" La historia cerraba con un culatazo en los riñones del Mendocino, quien, según su propio relato, meó sangre durante semanas.

Luego siguieron un par de años en que, en buena parte por influencia de Aldus (a quien en esa época aún no llamaba yo Aldus, ni los demás “El Gusano”, sino Gustavo, o Cacioni) mi vida cambió mucho y no precisamente para bien. Dejé la escuela e inicié un camino sin rumbo ni ambiciones, que no fueran satisfacer mi morbo por las motos y las drogas. Aldus tuvo que ver, en que me enseñó con el ejemplo que se podía pasar de un millón de cosas. Yo no quería laburar. Me daba pánico enfrentarme a ese mundo o a cualquier otro que conllevara el desafío de alguna responsabilidad. Y Aldus tampoco quería laburar. Nos aprobábamos mutuamente con fe absoluta. Pero a la vez Aldus era fuente permanente de descubrimientos en literatura, filosofía, política, mujeres, gente, lugares, viajes y sueños de viajes. Todo lo que incendiaba su curiosidad nihilista e ingenua.

Con 16 años se fue a dar una vuelta por Brasil, a dedo y sin un sope, en compañía de un loco mayor que él (no mucho mayor, imagino), el loco Carlitos no sé qué, colega del novio de la hermana de Aldus, que acreditaba edad como para haber participado del movimiento hippie, o del remedo del mismo que se dió en Buenos Aires a principios de los setenta. Esto era en el 78 (Videla en el gobierno, claro). Estuvo un par de meses o algo así, de homeless, recorriendo miles de kilómetros, durmiendo en umbrales, comiendo bananas y drogándose y emborrachándose todo lo que pudo. Y conociendo gente y chicas y sitios y calabozos y paisajes del Brasil más sórdido. Y aluciné con su aventura. Yo todavía iba al colegio.

Aldus era poeta de nacimiento. Y como tal, capaz de extraer la paradoja más cruel de toda circunstancia de la vida. Una máquina de preguntarse cosas. Y de inventarse las respuestas más desubicadas. Reivindicaba, con mi apoyo incondicional, la cobardía y la vagancia. Lo recuerdo con alguna de las mariconeras que fabricaba su tío bajo el brazo, la crin calzada detrás de las orejas, postura medio de jorobado y pitando cigarrillos que adelgazaban y se deshacían violentamente entre sus labios.

No era un buen tipo, pero nos quisimos mucho. Se venía por las tardes a mi casa -mis padres laburando- y nos quedábamos fabulando boludeces, fumando porro si lo había y haciendo nada, hasta que se nos ocurría a quién ir a visitar o adonde ir donde pudiera haber alguien interesante. Insisto, no era buen pibe. Al final te cagaba siempre. De puro puto, o de boludo, pero las cosas con él nunca terminaban bien. Si se trataba de ir a comprar alguna droga, que era una de sus inquietudes principales, era meterse en un laberinto de idas y venidas, esperas, llamadas y frustraciones sin descarga. Al principio no tanto. Antes de que se le fuera la pinza del todo, tuvo unos pocos años, los de su adolescencia pueril, en que en medio del afán toxicómano, prevalecía aún un afán constructivo por participar de la vida social, aunque fuera en una secta trotskysta que perseguía unos ideales psicodélicos un poco radicales.

Se juntaban y repetían machaconamente cosas sobre follarse los unos a los otros, el materialismo dialéctico y el surrealismo. Que no sería nada si no fuera que como en toda secta los había más y menos huevones y todos se cocían en sus calditos de poder, y a mí aquella atmósfera me supo siempre un poco rancia. Aldus era un psicópata fino. No es que se tragara todo el chamuyo. Estaba allí más bien a la pesca. A la pesca de conocimientos, de oportunidades y, sobre todo, de mujeres. Eso duró años. Y en esos años Aldus empezaba a perder vertiginosamente la ilusión y a consagrarse a su propia destrucción. Tuvo que ver en ello en alguna medida, pienso ahora, mayo de 2013, el particular devenir de aquella gente trotskysta y soñadora que tanto nos había enseñado, quienes paulatinamente también y con la llegada de la democracia, se fueron dispersando en una desilusión revolucionaria que habrá sido dura para todos. Aldus ya nunca tuvo un norte, si es que lo había tenido

El quiebre de Aldus yo creo, vamos, estoy casi seguro, acaeció cuando le tocó la colimba. Nos sortearon en 1979. Su número de DNI era casi idéntico al mío, salvo por las últimas tres cifras. El suyo terminaba en 141 y el mío en 282. Pues bien, aquel día del sorteo, el 31 de mayo de 1979, corrimos con Nanda, la novia de Aldus, a ver los diarios de la tarde al kiosco de Acoyte y Rivadavia. A mí me había tocado el 164 y a Cacioni -por aquella época lo llamábamos así- uno por encima del 700. Yo me salvaba y él iba derecho al matadero.

Nuestra relación siempre fue así: Si había un sopapo volante, siempre cobraba él. Y yo salía indemne. El caso más evidente que recuerdo ocurrió una noche de verano en Pinamar. Vagábamos por allí sin un céntimo, y quién sabe por qué, se nos hizo la noche y decidimos irnos a dormir a la playa, dentro de alguna de las carpas que de día protegen del sol a los turistas. Nos acomodamos divinamente y nos dormimos profundamente, pero yo siempre tuve el sueño liviano y reaccioné enseguida cuando dos vigilantes con linternas se nos vinieron encima para echarnos de allí. Aldus tenía un sueño pesadísimo y no se despertó con la llegada de los vigilantes y con la primera patada tampoco se puso demasiado lúcido y yo creo que hasta los puteó a los tipos por insolentes, de modo que cobró otra vez y entre patadas y empujones acabó por ponerse de pie.Yo estaba allí prácticamente como invitado, de pie, tranquilo porque las patadas que recibía mi amigo no eran realmente violentas, pero impaciente porque el muy pelotudo no terminaba de espabilar para poder largarnos de allí antes de que se les ocurriera a los vigilantes llevarnos a la comisaría. Finalmente arrancamos a correr y tras las primeras zancadas hubo que saltar una alambrada baja, que marcaba cierto perímetro del complejo turístico. Yo vi la alambrada, la salté e inmediatamente me giré para ver lo que ya sabía que ocurriría: Aldus se llevó la alambrada por delante, rodó y el contenido de su inefable morral de lona rodó también, esparciéndose en la arena para delicia de los vigilantes, quienes se dedicaron a vapulearlo mientras él recogía como podía sus pertenencias en la oscuridad.

No recuerdo cuándo fue que lo incorporaron. Creo que la revisión médica a mí me tocó en febrero o marzo siguiente. En el cuartel de la calle Cerviño, en Palermo, donde ahora está Carrefour. Pero claro, con mi número bajo, lo de la revisión era un mero trámite porque se sabía que nunca me llamarían, por buena que fuera mi salud. Así que a Aldus lo habrán incorporado ya en abril. No sé si llegó a estar un mes en el ejército. Le tocó en Campo de Mayo. Creo que en una escuela de suboficiales llamada Sargento Cabral.

En ese mes parece, según sus relatos de aquél mismo momento, empezó por agredir a un cabo ya el primer día, luego asaltó un botiquín en la enfermería en compañía de otros desgraciados como él y se intoxicó de tal manera con medicamentos amansa-locos, que acabó metido de pie dentro de la olla del rancho caliente, a la vista de todo el regimiento.

Los hechos habrían sido así: Parece que el primer día un cabo los puso a él y a sus compañeros a correr desnudos en las duchas hasta “empañar los espejos” y aquello parece que hizo perder los nervios a mi amigo y que llegado un punto se abalanzó sobre el cabo, lo agarró del cuello y lo puso contra la pared de azulejos. Esto contado por él pocos días más tarde. Luego, más adelante y tras salir del calabozo al que había ido a parar, se negó a coger un fusil, invocando unos principios morales que seguramente acabaría de descubrir en su interior. De allí a la enfermería o al calabozo, luego la intoxicación, luego lo del baño de pies y borceguíes en el guiso del rancho. Así se fue abriendo paso hasta la consulta de la psicóloga del cuartel -que la había, cosa sorprendente si se tiene en cuenta que era 1980 y que la dictadura militar llevaba ya cuatro años de matanzas y torturas masivas contra la población civil- y en pocos días, que se le habrán hecho eternos, estaba en la calle, de paisano otra vez.

Debía ser abril de 1980. Lo recuerdo porque fue el mes de mi debut sexual. A los 18 largos. Con Nancy. Tan ligada estaba mi vida a la de Aldus por entonces que para mi debut fue necesario que Aldus se fuera a la colimba y me dejara la oportunidad de ligar con una amante suya. ¿Por qué escribo ahora todo esto? Porque pasaron los años, estamos en mayo de 2006 y Aldus lleva muerto desde el 8 de diciembre pasado. Supongo que el primer síntoma de que te vas haciendo viejo es que se te mueren los colegas. Mi viejo, con sus 75, revisa cada día las necrológicas del diario. Pienso que buscando nombres de conocidos o atisbos de lo que le espera. A mí se me murió Aldus el 8 de diciembre de 2005, pero me enteré veinte días más tarde, por e-mail, en Madrid, donde vivo, vía mi amigo El Picun. Estaba yo en el locutorio de mi barrio de Aluche, delante de un montón de gente. Y me largué a llorar allí, subí a mi casa llorando y tuve que volver a bajar porque no me aguantaba entre las paredes de mi casa.

Pero volvamos a lo de Nancy. La conoció Aldus por la calle. Como conocía mujeres a cada rato. Ella era una flaca alta con una melena espesa y oscura, la piel muy blanca y rasgos finos. Salía de la fábrica de envases de hojalata en la que trabajaba, sobre la calle Directorio, y Aldus, que vivía casi enfrente, pasaría por allí seguramente sin un rumbo y la encaró. Supongo que se la habrá cogido ese mismo día y le faltó tiempo luego para relatarme su hazaña y presentármela. Luego me enteré de que Nancy era putísima. Ella misma me lo contaba. Se volteaba taxistas, transeúntes, ex maridos de sus amigas, jefes y amigos de sus amigos con la mayor ternura. Recuerdo que me mostraba el contraste de sus abultados gemelos en sus piernas flacas y me decía que era de tanto coger. Decía que hasta su padre le tocaba el culo ya desde muy chiquita.

La cosa es que cuando volvió de la colimba, Aldus ya no era el mismo. Que yo me acostara con Nancy creo que no le importó. Pero sí que nos agarramos a trompadas unos pocos meses después en la esquina de su casa, Directorio y Hortiguera. Quizá fue un acto de liberación de mi parte, y seguramente el caso Nancy habrá tenido algo que ver. Yo era más fuerte que él y lo dominé prácticamente sin problemas. Pero me presentó batalla y recuerdo su cara de furia, cuando tras mi primer ataque -una patada en el culo y un mamporro, creo recordar- sacó fuera todo su coraje, dispuesto a ganarme.
Ya no era el mismo, digo, pero todavía brillaba. Le llevó otros 25 años apagarse del todo

Un mundo sin Aldus. Increíble. Gracias a que conocí a Aldus ahora me dedico a lo que me dedico. Gracias a él cuento con amigos como El Picun, que me llamó ayer o antes de ayer -agosto del 2006 ya-. Miento, me llamó hace unos pocos días, estando yo de visita en Sitges, en casa de Triqui y Viki, otros entrañables amigos que indirectamente también le debo a Aldus. Es que Aldus me llevó de la mano al mundo de troskos y aspirantes a intelectuales que él mismo estaba descubriendo.

Durante alguna de aquellas tardes al pedo, en lo de mis padres ausentes, a Aldus se le ocurrió que fuéramos a ver a una amiga de su infancia, Silvita De Urquiza, quien tampoco escapaba al pantano de angustia existencial que nos malsujetaba a todos en 1979. Me hice amigo de Silvita -Aldus se la follaba, yo… no. Ella nunca quiso-. Y en adelante Silvita, que me quiso mucho, se empeñó en compartir casi todo su tiempo conmigo. Y me llevó a casa de su amigo Dermidio, un rosarino huérfano de padre y con un rollo tremendo Buenos Aires/Rosario con la madre. Dermidio, que pintaba cuadros, estudiaba Bellas Artes y faltaba todo el tiempo a su empleo de auxiliar de administración en los tribunales, tenía un derpa., su piso de estudiante, que le garpaba la madre desde Rosario. Y eso lo convertía en el centro de muchas cosas y eje de muchas relaciones que se producían en su casa.

Yo lo conocí primero, pero Aldus enseguida tuvo total empatía con Dermi. El hijoputa era aún más bravo que Aldus con las chicas. Y juntos, más el piso franco, eran un imán para toda una corriente de locas perseguidas por la angustia -que era lo que se llevaba entonces-. Entre esa multitud de locas destacaba Malena. Un pibón fenomenal, de rostro afilado, piel morena, labios gruesos, ojos de árabe, y ancas para tirar del arado.

Malena venía de que la secuestren, torturen y violen, con 17 años, quién sabe qué fuerza militar o de policía de las que mataban gente estúpidamente de parte del más estúpido cruel y torpe de los gobiernos militares que asolaron sudamérica y el mundo en esos años. Malena tenía aquella mirada dura, inteligente, desengañada; y era al mismo tiempo un agujero sin fin de falta de cariño y ternura. Venía de que la torturen y violen, y si bien estaba totalmente loca y era una máquina de romper las pelotas con demandas, reproches y caprichos, la verdad es que aguantaba demasiado bien el castigo.
El Picun, mi adorado amigo El Picun, había sido novio de Malena. También rosarino y preso él poco antes -y torturado, claro-. Y con ellos y toda la gente que había con ellos, a mí se me abrió un mundo.

Un mundo sin Aldus es un mundo mejor. También hay que decirlo. El tipo era una carga para sus padres y para la sociedad. Era incapaz, desde lo más hondo de su retorcida naturaleza, de aceptar un cariño o un beneficio sin devolver una mierda a cambio. Si lo quisiste a Aldus, y sus padres estuvieron condenados a ello, la cagaste.
Nunca laburó. Y si lo hizo, se hizo odiar y temer muy rápidamente. En la cuenta de los 44 años y pocos meses que vivió, sus padres corrieron con sus gastos y sus vicios seguramente en más de un 95 x 100.

Ahora es abril de 2007. Y Aldus sigue tan muerto como antes. Estuve otra vez en Buenos Aires y visité su tumba del Bajo Flores. Lloré otra vez. Su madre, quién más, tiene que ser quien le puso una lápida que exhibe una foto de Aldus a los veintipico, una de una serie que se hizo hacer, lleno de un optimismo que si ya entonces me resultaba un pelín patético, ahora me duele en el alma. Se hizo una serie de fotos para su “book”, no imagino quién se las hizo, pero seguramente pagó por ellas y seguramente fue con dinero de sus padres, con el afán de presentarlo en agencias de actores y acudir a castings. Y me consta que hasta consiguió un papel, aunque insignificante, en una película argentina que estuvo hasta de moda, cuyo título me temo que no recuerdo, pero que fue rompedora. Aldus aparecía justo en el desenlace, en una azotea y compartiendo escena con el protagonista. Pero se las habrá arreglado para cagarla, seguro.

Yo lo llevé de actor al único intento serio que hice alguna vez de filmar mi propio corto en plan artista. Una súper producción, cabe decir. Con iluminación, eléctricos, asistente de dirección y la cámara de vídeo más "broadcast" del momento. Una noche que hacía un frío de cagarse. Y Aldus la cagó, desde luego. Se vino reduro. Se siguió metiendo toda la noche y fue completamente incapaz de actuar nada. Y nunca se lo perdoné. A Aldus ya lo había ido suspendiendo a lo largo de los años. En aquella época tendríamos ya treinta años y 15 de conocernos, así que no es que me sorprendiera. Yo ya no confiaba en él para casi nada, pero después de aquello ya lo puse en el estante de las reliquias.

Volvemos a 1981. Me acuerdo del ministro de economía Sigaut y su frase: “El que apuesta al dólar pierde”. Y la inmediata multiplicación del precio de esa divisa, y el consecuente desmoronamiento -antes de empezar- de la viabilidad del proyecto de venta mayorista de muñecos de goma importados, que encarábamos entonces con Aldus.
El padre de Aldus importaba artículos de kiosco: Tabacos, cigarrillos, llaveros, otro montón de cosas y una peculiar línea de insectos, reptiles, roedores y arácnidos de goma fabricados en China o en Hong Kong o yo qué sé. La cosa es que nos pusimos de acuerdo con Aldus para salir a vender juntos, en plan compañeros contrafóbicos y la verdad es que fuimos capaces de aunque fuera un mínimo de disciplina para recorrer ciertos barrios durante unas cuantas jornadas, visitando kioscos.
No debe de haber nada más desalentador que ese tipo de intento de venta. Admiro al padre de Aldus, que aún hoy, con setenta y largos años cumplidos, sigue parando la olla con su venta y distribución de artículos de kiosco.

La cosa es que salíamos por los barrios, Aldus y yo, con veinte años aún por cumplir, y dábamos unas vueltas por ahí y encarábamos con gran esfuerzo moral un kiosco y otro, recibiendo siempre un abanico muy pobre de respuestas y buscando permanentemente un pretexto para abandonar y fumarnos un cuete, cosa que hacíamos cada vez más pronto. El cuete formaba parte importantísima de nuestras vidas.

Tengo aquí, Madrid, julio de 2008, el ejemplar original de “Jugos de un divino bizcocho”, a partir del cual hizo Aldus la tirada de fotocopias o fotoduplicación que constituyó la edición de su único libro. El original cuenta con una inscripción manuscrita en su primera página: “Ojalá algún día llegue a ser un buen escritor”, que está fechada el 17 de enero de 1978, cuando ambos, él y yo, contábamos con 16 años y pocos meses. La frase me ha hecho llorar en estos días, porque claro, Aldus nunca llegó a ser un gran escritor. Y el asunto es definitivo. Pero en aquél entonces lo intentaba. En la última página, también manuscrito, se lee:

Nazco, subo, crezco, palpo; y mis hombros son como la espuma de un alba nueva.
“Los muros de mi celda, se empañan de jazmín y esperma”
Despliego mi ciclo y me sacudo como un árbol más… (toda mi extensión). Y llego a mi costa, y llego por mi mar, y toco todo lo que duerme entre las rejas de la carne, y el hueso. Llegué…
¡Hola, vivo…! Sólo soy del viento, y sólo estoy en los sueños de un cristo con minúscula, un cristo muerto… muerto… y entero.

Chau .

Los encomillados y paréntesis son by Aldus, y sobre el chau trazó una carita que era como su monograma de entonces y debajo añadió:

Partir es morir un poco, y morir es partir del todo.

Lo que por el color de la tinta y la presión del trazo seguramente fue escrito en otra oportunidad, quién sabe cuántos días o años después. Lo peor es que lo leo y lo vuelvo a leer y no me dice mucho. El encomillado quizá sea una cita de algo que habría leído, seguramente de César Vallejo, pero aún tras un breve repaso en internet, ello no me queda confirmado. En todo caso se ve vivo y joven, pero en una celda que “se empaña de jazmín y esperma”, como que tales son sus sudores y su encierro. En el poema se describe vivo y joven, tal como era, pero luego aclara que sólo es del viento y que sólo está en “los sueños de un cristo con minúscula”, un cristo muerto y entero, según añade enseguida. Un cristo humano, por tanto, hijo de humano, hasta cuyo martirio relativiza, imagino, al describirlo “entero”. Pero así y todo, él se ve un sueño de ese hombre a quien evidentemente otorga cierta importancia.

Yo siento que él sólo se ocupaba en entrelazar palabras sin más ánimo que conseguir notas disfónicas que manifestaran su desmarcarse de un montón de supuestos. Pero aún así me conmueve el escaso pero significativo optimismo que rezuman estas pocas frases y la de la primera página del librito, ya citada, sobre que desea ser un gran escritor algún día. Contrasta ello con la vida que tuvo. Su desencanto atávico frente a las paradojas del mundo.

En el poema que inicia su libro “Jugos de un divino bizcocho”, “Historia de dos niños astronautas”, ubica un verano que rodea “un jergón meado” y describe a la mujer de sus sueños: Una niña (tanto como él mismo) rubia, cuya belleza erótica se burla “cósmicamente” del “status quo”. Pero enseguida pone una coma que no pega nada y sigue: “,y asoma su siglo asesinado por la espada ciega de nuestra vejez”. Si la poesía está en la paradoja, Aldus demuestra aquí cierto talento. No puede soñar sin ver el sinsentido que da la muerte, o lo que es peor, la vejez, a las ilusiones y los afanes, a las promesas de la belleza burlona de la juventud. Junto a la niña se ve él, y se ubica a continuación y en tercera persona: “El está…como demás, demás está como revisando los abonos , la llave uránea, la llave volada….” La peculiaridades ortográficas y de puntuación respetan el original. La piba se burla del mundo con su belleza condenada y él no puede más que hurgar los abonos y la llave uránea, figuras que representan, para mí evidentemente, los bajíos y las alturas del sexo, al que da un valor de “llave”.

Luego pone: Se toman de los ojos y se esfuman de cuclillas colmados de un pasaporte “para soñar”… Nada nuevo, aunque a tu edad… aunque siempre parezca la primera vez.
Nada nuevo. Se bebieron por el cuello marítimo, al viento.
Con él fueron tirabuzón.
Los perros (alterados) jadearon su frenesí en las vísceras violentas de la avenida nocturna……………………………….

Otra vez las peculiaridades son del autor. Aquello con la piba lo sueña sublime, recíproco, de muy buen grado repetido, joven, muy joven, embriagador, pero llega un frenesí que es un jadeo de perros en la noche en una avenida violenta. Todo es tan bello que al final nos amenazan los perros jadeantes en la calle. Aldus no podía soñar la belleza sin su contraste, ése que la hace más bella. Tras ello el poema sigue y ahora ella es Andrómeca, a quien recomienda que corra hoy hacia “la calma del dragón”, donde la calma será seguramente pasajera, digo yo. Subraya entre paréntesis:

(Andrómeca, de unas lilas de verano, y el sexo calmo de un dragón).

La ve una flor junto a una polla enorme y calma, según mi interpretación, cosa que seguramente lo excitaría mucho. Pero enseguida le pide celoso, seguramente:

No habras tus puertas, por el tajo la cosecha, la semilla azul de tu vientre, (en los huecos de una urbe fuma el viejo y quema cristo que va dejando de sangrar)

Una vez más, la ortografía respeta el original. Lo que escribe entre paréntesis abre un par de interpretaciones no del todo atractivas.
Hay un viejo que acecha escondido, pero todo apunta a que se está fumando a “cristo”, quien de paso está dejando de sangrar. El viejo es una amenaza, la más fácil, la de su propia vejez, cada vez más escéptica frente a verdades que se desmienten solas, como un cristo que va dejando de sangrar. Cierra el paréntesis y nos vemos en un mundo loco y cruel:

giran los cuadros de una sala, flamean las ropas vacías, puñales de otoño, lanzas de abril y el ciego de las nieblas, y el heraldo, el saberse de un sueño cruel y el nacer sin causa de un nuevo alfil.

Otra vez lo mismo respecto a puntuación y ortografía. Cuando se ponen a girar los cuadros en una sala, yo digo que es que algo extraordinario está pasando y si además flamean las ropas vacías y se mencionan puñales de otoño y lanzas de abril -pleno otoño en Buenos Aires- lo que leo es un desasosiego y un desamparo a lo que no ayudan nada ni el ciego de las nieblas -que no imagino quién puede ser sino él mismo desorientado- ni el heraldo, quien trae la noticia de que se es sólo propiedad de un sueño cruel, quizás del cristo minúsculo y desmentido de antes, y que se está frente al nacer inútil de un nuevo alfil, un soldado sin causa. Él mismo probablemente, que no encontraría una causa por la que vivir.

Ha caído la noche en las barbas de un buen arcangel, sola gravida, frascos, humor, arañas de pan y tuertos que se doblan en la luz de las iguanas

¿Qué entendería Aldus por un buen arcángel? ¿Y por qué la noche cae en sus barbas? Imagino que en aquella tarde de amor lastrada de malos presagios que Aldus imaginó o vivió -porque en aquella época estaba enamorado de Nanda y se mataban a follar de tarde, en el horario de trabajo de los padres de Aldus- finalmente hubo una redención con la llegada de la noche grávida y sola, esto es cargada -quién sabe de qué- inexorable, pero sola, aislada del transcurso del tiempo, que detiene hasta nuevo aviso su agobio.

Lo de frascos, humor, arañas de pan y tuertos que se doblan en la luz de las iguanas se me escapa. Quizás no fueran más que notas musicales y verborragia de su empeño surrealista. La verborragia que se me escapa, sigue algunas frases más, con la mención de un dragón adicto, místico y poblado de sombras asiáticas que no sé a que viene, pero luego volvemos a la paradoja principal:

Ya lo ves…
En el mar de las fragancias, no todo es amor.
En tus venas borrachas quedó su sexo, su perfume, ya lo ves…
En el mar de las fragancias no todo es amor.

Y así durante unos cuantos párrafos más...

Y retomando, ya en mayo de 2013, la frase que inicia este texto, diré que acabó sin hígado y en medio de verdaderos tormentos, a la edad de 44 años y unos pocos meses.

MELGACHO.




HISTORIA DE LOS NIÑOS ASTRONAUTAS

Es verano. En torno al jergón meado, ella mansa está.
Desenvolviéndose orientalmente de su cuna familiar
Qué hermosa es su ternura, sus cabellos rubios de sol, qué griegos son sus pechos desnudos, su ojo descalzo burlándose cósmicamente del status quo, y asoma su siglo asesinado por la espalda ciega de nuestra vejez.
Él está... como demás, demás está como revisando los abonos, la llave uránea, la llave volada …
¿Y por qué no? ¿Qué terrestre limitado los puede juzgar?
Heroína, hasta que quede lugar.
Se toman de los ojos y se esfuman de cuclillas colmados de un pasaporte "para soñar"...
Nada nuevo, aunque a tu edad... aunque siempre parezca la primera vez.
Nada nuevo. Se bebieron por el cuello marítimo, al viento.
Con él fueron; tirabuzón.
Los perros (alterados) jadearon su frenesí en las vísceras violentas de la avenida nocturna................................................................

¡Corre ahora Andrómeca, corre hoy hacia la calma del dragón!
(Andrómeca, de unas lilas de verano, y el sexo calmo y antiguo de un dragón).
No abras tus puertas, por el tajo la cosecha, la semilla azul de tu vientre,
(en los huecos de una urbe fuma el viejo y quema cristo que va dejando de sangrar) giran los cuadros de una sala, flamean las ropas vacías, puñales de otoño, lanzas de abril y el ciego de las nieblas, y el heraldo, el sahara de un sueño cruel y el nacer sin causa del nuevo alfil.
Ha caído la noche en las barbas de un buen arcángel,
sola grávida, frascos, humo, arañas de pan y tuertos que se doblan en la luz de las iguanas.
Ya lo ves quemándote en sus metros, y los ojos de un dragón adicto, místico,
poblado de sombras asiáticas ya lo ves...
En el mar de las fragancias no todo es amor.
En tus venas borrachas quedó su sexo, su perfume, ya lo ves...
En el mar de las fragancias no todo es amor.
Y si quisiste jugar con los escapismos superlativos el capitán de los lamentos su alerta te dio.
Mañanas de cacao, muebles de roble, macetas vacías, hojas de opio y en tus muslos descansa un jazmín que enviudó de la planta efímera.
Entre los jardines desgarrados venias caminando ¡Tan ajena a tu dolor!...
Si por la hendija se raya un trueno, no te persignes en la estatua maternal, que no hay sotanas, ni se reza ni divulga falsamente tu dolor, como si los charcos hoy pudieran contarte secando las centollas por aquí por allá, mar aquí mar allá.
El viento sacude las burlas de tu collar desacatado, pájaros de hielo, perros de alquitrán y el madero curvo de una noche y el pimpollo empapado, y el semen violáceo del alba, y el cielo del insecto...¡qué tarde es!... debe haber pasado el tiempo, el agua sangra vidrios y utopías... polleras de viento norte sobre la costa, pechos de calcio, pies de chapa... mar aquí, mar allá.
En la otra fecha del mapa canta un tango el inyectado. Tal vez logres llover y fecundada: humus de aperitivo y el llanto de la prehistoria.
Guerra. Poesía, vasos de vino jarros y refrescos, drogas y pantallas, la cuna de tu vientre, el dulce sello la clásica erupción de la (- 1) dimensión.
Desnuda por la nostalgia vas, de rejas ciegas es la cruz de todo convicto.
Mar aquí, mar allá.
Campesinos de miel, obreros de chocolate y toda mi era glacial sobre tu flor y tu arena.
He penetrado en tu cuerpo y las hadas de cuerda y los dientes de un muerto, la pluma de un genio.
Y el león que sólo come de su hembra, ese espasmo sideral de las piernas, el vuelo de la rata.
Y el hombre... pobrecito... se tumba agobiado con tres mil años de instinto fomentado.
¡Todo gira! y en la física del émbolo también, es invierno, sobre el mar cesó una hoja reseca y gira su ciclo y giro también.
Voy cayendo con las frutas, la manosanta estéril, acabada, aquí me caigo, aquí me tengo… marionetas de azúcar, tobillos de madera mi vida en la palmera y los magos y sus hilos.
Hay niños, duendes de esta historia que no eligieron. Hay niños que miran el dolor con sus párpados cachacientos sin conexión terrestre,... siglos de arena, surcos y sangre, vientos y cuellos, hay niños yo no sé por qué.
Colgada del cerrojo materno hallarás perdón, "materno... perdón".

FRUTO, JUGO, RESULTADO MECÁNICO DEL ÁRBOL QUE HACE Y NOS PROMETE MORIR EN LOS VERICUENTOS DESCONCERTADOS.



Foto: Roberto Barandalla
Facsímiles y texto inicial: Melgacho
Se agradece la gentil colaboración de Felisa San Juan Sanz.