viernes, diciembre 14, 2012

Sergio Bellotti


Sabía dibujar en el aire – Un homenaje

Por Adrián Pablo Fanjul, el 20 de octubre de 2012.


Las agencias de noticias informan hoy el fallecimiento muy precoz del cineasta argentino Sergio Bellotti: 


Director de seis largometrajes, todas sus películas me produjeron admiración, pero no niego que lo que me motiva a escribir algo sobre él es un período de vida compartido, formando parte de un grupo de personas, período que, de diferentes maneras, dejó marcas fuertes en la vida de todos nosotros. Lo que escribiré será absolutamente parcial, hay mucho que no sé y, además de eso, no hay modo de abarcar “lo principal” ni “la totalidad” de la personalidad de nadie, lo más que podemos hacer es no invadir, no deformar, cosa que estoy seguro de que no haré. Dentro de esa parcialidad que asumo, elijo escribir a partir del recuerdo, pasando mucho más por lo que conocí de cerca hace alrededor de 30 años, y por marcas discontinuas de todo eso que leo en sus películas. Originalmente lo hice en la lengua del país donde vivo, Brasil, para favorecer que los que aquí se interesan por el arte de Argentina tengan contacto con lo que la obra de Sergio tiene para decir. También porque, entre los recuerdos, estará el de un viaje a este país que produjo varios desplazamientos en varios de nosotros y en él en especial.

En los tiempos de la dictadura, en Argentina, Sergio integraba el Taller de Investigaciones Teatrales (TIT) y el Taller de Investigaciones Cinematográficas (TIC). Yo me acerqué al TIC en agosto de 1980, cuando tenía 17 años, terminaba la secundaria y pensaba en lo que quería hacer en adelante. Casi todos ellos, en el TIC, eran un poco mayores que yo, estaban entre los 22 y los 24 años, los que Sergio debía tener en aquel año. Poca diferencia, pero era mucho a esa edad. En el TIT si había otros un poco más pibes. Los dos grupos estaban entre las muchas experiencias de reunión mediante las cuales la juventud urbana intentaba encontrar espacios de creación por fuera de la mediocridad impuesta por la dictadura y su censura, y para desafiar el clima de terror. El TIT era anterior, y con una consolidación mucho mayor. Hay varias cosas escritas y publicadas en los últimos años, por diversos investigadores, sobre esos grupos y sobre el viaje a Brasil que mencioné, pero no estoy aquí para bibliografías, sino para recordar a mi compañero.

Casi todos nosotros compartíamos esa actividad creativa y formadora con la militancia política clandestina, en la resistencia contra la dictadura, resistencia que no por ser sin armas era menos peligrosa para quien se involucraba. Vivíamos entre, por un lado, el cuidado del anonimato y de la integridad impuesto por la militancia y, por otro, un fuerte impulso transgresor en la actividad creativa y en varios órdenes de la vida, que lográbamos que incluyera momentos de convivencia colectiva, momentos de ansiosa, necesaria, fiesta. Dos de las casas podían ser conocidas por todos, incluso con cuidados que nosotros veíamos como discreción y que hoy me pregunto si lo serían, pero ya no importa. Una de esas casas era el departamento donde vivía Sergio en la calle Salguero, en Palermo, junto con Daniel Fiorucci, que nos falta ya hace tiempo.

Sergio no era de los más cercanos a mí entonces, ni de aquellos con los que me mantuve cerca hasta hoy, pero nos unía el mismo cariño y lealtad que hacía, de cada uno de nosotros, algo importantísimo para los otros por el mero hecho de ser uno de nosotros. Y haciendo memoria, encuentro no pocos gestos solidarios de su parte. Uno, precisamente en relación con las casas: durante un tiempo salí con una chica del TIT, más joven aún que yo, pero por normas de seguridad no podíamos conocer uno la casa del otro (nuestras familias también militaban, ella era hija de un anarquista). Entonces, Sergio nos prestaba el cuarto para que estuviésemos juntos. No era solo la solidariedad con un compañero, también algo de ayudar al pibe a crecer, parte de la contención que ese grupo de amigos “mayores” me daba en las necesarias extrapolaciones que compartíamos, no sin gastarme un poco, por supuesto.

La mirada de Sergio Bellotti era interpelante como he conocido pocas. Construía tu personaje ni bien te hablaba, estuviese o no en medio de una producción de teatro o cine (1). Si lo que captaba pasaba realmente por lo que la persona vivía, era lo de menos: él lograba convencer, y, casi siempre, algo de fondo había enganchado. La voz, la seguridad, la gesticulación con la que acompañaba la descripción de lo que te “convenía” en la realidad o para tu personaje, hacía que uno se arriesgase a creer y, en última instancia, construyese el personaje junto con él, aunque más no fuera para una charla. Entre el individuo y la percepción que él construía, sabía dibujar en el aire, y lograba que la gente entrase en ese dibujo.
Desde los primeros ejercicios cinematográficos, esa habilidad y dedicación a “pintar” personajes parecía su gran intento. Me acuerdo del primer corto que hizo, en 1980, “retratando” a un tipo del TIT al que le decían “El Chulu”, pero de hecho era él quien lo creaba (2). Bellotti te sacaba, y si no, te inventaba. Y son precisamente pinceladas certeras las que hacen que creamos en los héroes “de un día” que encontramos en sus películas, en “Tesoro mío” y “La vida por Perón”, e inclusive en “Sudeste”, tan poco centrada en los individuos.

En 1981 vinimos a São Paulo, unas 25 personas del TIT y del TIC, en un micro fletado, para participar de un encuentro de arte independiente, ALTERARTE 2, que tuvo lugar en la ECA-USP y fue organizado juntamente con grupos de teatro de aquí, varios de ellos estudiantes de la universidad. Para nosotros, que veníamos de la Argentina, el Brasil de la apertura era la entrada en un espacio que nos parecía como de gran libertad, donde las lecturas, el arte, la fiesta y la militancia que allí hacíamos escondidos, aquí se realizaban en el espacio público. No más habíamos atravesado la frontera y el micro entero cantaba: “Se va a acabar, la dictadura militar”. Y andando por el campus de la USP, donde hoy trabajo, no lo podíamos creer... Sacamos, por ejemplo, esta foto junto a una pintada que decía “¡Fora Videla, seu fascista!” y convocaba un acto en el Largo de São Francisco, en el centro viejo de São Paulo:




De izquierda a derecha, Sergio Bellotti, Eduardo Magoo Nico (hoy autor de varios libros de poesía), Roberto Barandalla (hoy productor y guionista de documentales y programas de investigación periodística en la TV argentina), y yo, hoy profesor concursado en esa Universidade, que sigue siendo inmensa, pero donde, actualmente, la higienización sociocultural intenta prohibir las pintadas y los grafitis. Todas las fotos que guardo de aquella permanencia en la USP muestran grafitis por todas las paredes exteriores, véase la que sigue, donde con Sergio y otro amigo (Evaristo González, a la izquierda) flotamos literalmente entre letras:




Una de las actividades que hicimos con los grupos brasileños fue una intervención teatral en la Praça da República, propuesta como “teatro invisible”, o sea, la gente, al principio, no tenía que darse cuenta de que era una representación. Los actores fingirían una intoxicación colectiva, algunos otros, mezclados con la multitud, harían que los intoxicados fuesen llevados a la glorieta, donde, en determinado momento, se declamaría algo relacionado con lecturas de Artaud sobre la peste, que establecería un vínculo con el espacio represivo y de genocidio del que veníamos. Los del taller de cine registraríamos las imágenes. Sergio fue uno de los cameramen, yo lo seguía con un grabador con micrófono:




Algo salió mal (o, tal vez, salió bien) y apareció un temible cuerpo especial de policía, la ROTA, provocando una desbandada. Seis actores y Sergio fueron detenidos. Así lo puso en noticia la Folha da Tarde (Sergio es el primero a la izquierda):



En abril de este año, estando yo de paso por Buenos Aires, la investigadora Ana Longoni, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, me entrevistó para un proyecto que está realizando, como reconstrucción de historia oral, sobre varios movimientos y grupos artísticos de la cultura subterránea en América Latina en tiempos de las dictaduras (3). Quedó conmigo en el mismo lugar y hora que con Sergio Bellotti, en el café Las Violetas, a las 11hs. Sergio no pudo ir. Habría sido mi oportunidad de reencontrarlo. No se dio.

La última película de Bellotti fue “Buenos Aires, la línea invisible” estrenada en 2010 en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Es un documental sobre los negros en Argentina, asunto que tanta curiosidad causa, precisamente como resultado de las políticas de invisibilización, en aquellos que, desde Brasil, abordan el conocimiento de la cultura del país vecino. Todavía no pude verla, no enganché la corta exhibición en São Paulo, ni conseguí copia en mi último viaje a Argentina (aún no está en DVD).

“La vida por Perón” sucede entre militantes peronistas, en 1974. La militancia que la mayoría de nosotros vivimos en la realidad fue muy posterior, y no entre peronistas. Sin embargo, en los diálogos hay muchos ecos, sobre todo de un discurso impostado que nosotros ironizábamos, porque lo que vivimos después del genocidio ya no cabía en sus inflexiones. Los diálogos decididamente increíbles de esa película, dan, precisamente, credibilidad a esos personajes surgidos de una mirada mordaz: “Hay muchos compañeros en esa hinchada”, dice uno frente a una foto de la tribuna de Chacarita Juniors. Otro se pregunta: “¿Cómo una mujer puede estar casada con un burócrata sindical?”, luego de que el personaje de la madre del militante (interpretado por Cristina Banegas) se entera que su marido, dirigente sindical que murió el mismo día que Perón, será embalsamado y vestido como él, y le pide a la responsable política del hijo: “peiname como ella”. Estaba hablando de Eva, pero el cabello cobra la forma de Isabel.

Bellotti logró, como pocos en nuestra generación, hacer esa magia de máscaras, ubicarse en el meollo de conflictos colectivos para mostrar la posibilidad de lo singular, de lo humano que se desajusta, que no “expresa” ni “refleja” el conflicto. Dio a esos seres incompletos el derecho a la incongruencia, y los construyó con dedicación, y me consta, jugó y se jugó mucho en ese trabajo en el momento político en el que lo estaba realizando. Derecho a la irreverencia de quien, como él, como nosotros, cuando fue necesario, desafiamos al monstruo con la única fuerza de la invisibilidad y del riesgo. Mi recuerdo hacia él será siempre el de su exageración entusiasmada.



Magoo y Sergio durante el rodaje de "El Chulu", noviembre de 1980.


(1) No casualmente, debo a Sergio el apodo con el que era conocido en aquel grupo: Muñeco, relacionado con mis movimientos inquietos y, en aquel tiempo, realmente torpes, apodo que yo adoptaba y “lograba” escuchar  como elogio a mi juventud y  rostro de infante.

(2) El documental sobre "El Chulu" y otras tres películas del TIC realizadas por otros tantos directores del Taller de Investigaciones Cinematográficas, serán proyectadas el 15/2/2013 en el Museo Reina Sofía de Madrid y presentadas por el co-fundador del mismo y editor de este blog, Eduardo Magoo Nico.

http://www.museoreinasofia.es/programas-publicos/audiovisuales/roce-cuerpos.html

(3) Proyecto llevado adelante por la Red de Conceptualismos del Sur y que confluyera en la muestra actualmente en acto en el Museo Reina Sofía de Madrid: "Perder la forma humana, una imagen sísmica de los años ochenta en Latinoamérica".

http://www.museoreinasofia.es/exposiciones/actuales/perder-forma-humana.html

Fotos: Gustavo Piccinini y archivo TIC.

Adrián Pablo Fanjul es profesor e investigador en el Departamento de Letras Modernas de la Universidad de San Pablo, Brasil.