Siento tus gestos.
Los miro tenerse penosamente a flote
como viejos navíos huecos,
con sus anchas velas
y sus lindas maneras de mecer.
Envidio esas virtudes.
Tus buenas maneras
que hacen
el pequeño gloria de mis días.
Su mansa quietud.
Para tu amor
yo no quise inventar palabras.
Usé las que pertenecieron
a nuestra lengua original
declinada en madera y pasta.
Lo ya creado, escogido y amasado:
Las cosas son...
Tal vez, debería haber escrito:
Como quien lanza
una rosa virginal
en el más negro de los océanos.
O:
Con la levedad
con que la espina
de una flor azul
puede quebrar el agua.
Pero el “como quien”
no lanzó la rosa.
No hubo “levedad” en la espina.
El amor se fue
(de a poco) a pique,
y un entero universo se hundió con el.
Texto: Eduardo Magoo Nico.
Foto: Juan Carlos Gargiulo.

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