Mi viejo barrio y otras tantas
circunstancias de la luz. Cuando Pirítoo (rey de los Lapitas)
estaba por entrar (de a poquito y con saliva) en el ciclo de Teseo,
se armó un quilombo de órdago con el ganado yeguarizo. Los
Centauros se pusieron cabreros. El tema como siempre era una potra,
una tal Hipodamia (hija pródiga de Bute) a la cual el imbécil de
Pirí tú-tú, (si digo imbécil es porque lo conozco de chiquito) se
quería engayolar. ¿Alguna vez vieron una entera caballada en pedo?
Bueno, exactamente eso fue su matrimonio. Las semi-bestias se querían
curtir a toda costa a la hipo-casta Hipodamia (mina bien papa y
cadenera) y no hubo Bandera Verde, ni Palermo Rosa, ni Carlos
Pellegrini, que pudiera organizar la cosa. Hasta el mismísimo
Troesma se quedó mudo, viendo cuánto se pagaba a ganador.
-¡Al trotecito lento!
Gritaba un boyerito corajudo.
Pero no hubo nada que hacer con tanto brío.
-¡Carrerito! ¡Mano Blanca!
Entonaba otro, tratando de
sensibilizar a los cuadrúpedos…
Cuando por fin le rompieron la
damajuanita de Creta (con vino especiado del mejor adentro), al
Pirítoo no le cabió más la cosa; se armó la gorda… es decir, la
ya célebre “Centauromaquia”. Los gomías (todos hinchas furiosos
del Club Atlético Los Andes) sacaron a relucir las boleadoras. A
guacha y lonja primero, y después a los sablazos, como hijos de
Fierro se defendieron los Lapitas. El centauro Eurito, bufaba y
atropellaba más sacado que el Ventanero en las fotos de la revista
Gente.
-¡Cortála con el caballo, si te
hace mal! Le gritó uno.
-¡Andá a hacerte montar por
Patti Smith, si estás caliente! Silabeó otro clásico provocador
(de los que nunca faltan).
Hasta que a la fin pintó Teseo
con el helicóptero ruso nuevo (y aunque todavía le duraba el último
pedo gratis en el kiosco de Magoo), armó un desbande con su sola
presencia y definió el combate a cachetazos.
Con Pirítoo después de eso
fueron siempre como chanchos. Cada uno de ellos golpeado
(estatuariamente esculpido) por la belleza y el coraje del otro, se
ligaron tan fuertemente, que terminaron por sellar su encuentro con
un Cabildo y Juramento, en el que prometieron casarse (cada uno de
ellos) con una de las hijas del Gran Jefe. Teseo quería a Helena de
Esparta (que aún era una niña) y Pirìtoo, al que le gustaban las
muertitas, se encaprichó con Kore, Proserpina o Peperina (como le
decían en Córdoba a uno de sus clones, o por mejor decir,
emanaciones). Y así llegamos nuevamente a Perséfone. ¿Qué
tendría, me pregunto, esa reverenda hija de la Pacha Mama, para que
la gente se complicara tanto la vida, primero para entrar, y luego
para salir, de su infernal aujero?
Lo de poner el paraíso abajo, tuvo su gran efecto (la boca se me
haga a un lado si se me ocurriera criticarlo). ¡Oh, Cúpula
Invertida! ¡Panteón Atómico! Pero la tierra tiembla una vez más,
y Hércules tiene ese punto flojo, cuando se le mueve el piso se toma
las de Villa Diego…
Las cosas parece que fueron así.
El chabón estaba ahí por lo del duodécimo capítulo de sus
trabajos. Se había mandado al sótano de escruche para afanarle el
rope (el famoso Can Cerbero) al viejo Hucha, y se encontró con estos
dos chitrulos clavados (embalsamados) delante de las puertas del
Hades en sendas silíceas poltronas del olvido eterno. A Teseo,
tomándolo de un brazo, logró arrancarlo. Después comenzó lo del
sensorround
y fue la fine mondo.
Zafaron casi todos, pero Pirítoo quedo-se adentro.
Texto: Eduardo Magoo Nico.
Ilustración: Perithoos e Hippodameia.