domingo, junio 15, 2025

Proyecto para un poema


 

Proyecto para un poema



En tanto, en lugar de erigir su escultura

sobre un zócalo,

arroparlo con sombras azuladas

entre grietas acústicas,

en un loop de escala descendente

destinado a interrumpirse abruptamente.

 

Las mezclas granulosas y las vetas de lava

dan fe de un desplazamiento único.

Un monumento erigido en honor del granito.

Todo un período del discurso

podría ocuparse de esta única proposición.

 

Con un haz de significados que se yerguen

en direcciones diversas,

la poesía nos despierta

y nos sacude a mitad de una palabra.

Nos obliga a estar siempre en camino.


La ruta se revela mucho más larga

de cuanto imaginamos.

Si el poeta llama a los párpados,

labios de los ojos,

dos lágrimas se cristalizan

en las pestañas güeras.

 

Y así como el sufrimiento

atravesando los sentidos crea híbridos,

la composición de una estrofa

asemeja al infinito arborecer

de un aeropuerto,

o al incansable tránsito

de las palomas mensajeras.

 

Hay que ir con el viento

y cambiar el velamen,

cuando sopla en otra dirección.

No despreciemos la idea

de realizar maniobras y bordadas,

al fin y al cabo

es un deporte evasivo y plástico

el arte de componer poemas.

 

La mutabilidad de la materia poética

impregna la más indómita,

la más profética y la más exacta

de todas las disciplinas,

pues se moldea a sí misma

bajo una sucesión de fenómenos ondulatorios.

 

Mantener a buen resguardo el borrador 

reemplaza aquí 

a la ley de conservación de la materia.

Mientras su esfera teológica

resulta un recipiente

de exquisito dinamismo alegórico

comprimida por un tapón a rosca

en su hornillo incandescente.

Todo volcán es un gran constructor

y destructor de formas.


II


Cuando resulta más sonoro,

más concertante,

cuando es mimado por el dogma

(por el verbo firme e irrebatible)

el poema dirige hacia el autoritarismo

su lado más exuberante.


Como sobre el agua o el espejo

el rayo salta, sin embargo,

hacia la parte opuesta al embestirlo.

En lo autoritario solo vemos el error

y no queremos adentrarnos

en el amplio salón de la confianza.

 

Nos negamos a ver los sutiles matices

del doble arco iris que se nos impone

(en toda su majestuosidad y belleza)

cuando se trata del imperio de lo probable

y de la fe.

 

Nos mueve cualquier cosa

salvo la invención

(¡ni una sola palabra de nuestra cosecha!)

cuando construimos un poema.

¿Fantasía?

¡Pero, por favor!

¿Qué fantasía?

Se escribe al dictado,

se es un copista, un traductor.

Se adquiere con el tiempo

la pose encorvada del escribiente.

 

Y si fuera posible como introito,

una bella sesión hipnótica

a la manera de Rilke, de Juan L, o de Rimbaud

sería realmente saludable.

A todas las analogías ya propuestas

deberíamos añadir la transcripción,

la emulación, la cita…


III


Así como la pluma es partícipe

del vuelo de los pájaros

la tinta es un objeto monástico,

y cuando el poema

parece ya escrito y engalerado

(listo para la imprenta)

no deja que le impongamos el punto.

Se escurre, intenta evadirse como un pulpo,

intuye que todo final es violencia,

estupro, parricidio,

desprecio irreverente y genocida.

 

Decir “copiar” es decir bien poco,

se trata de caligrafía dictada por los

locutores más terribles e impacientes.

Se trata de vocalizar los sonidos,

de modular un habla

por una vez y para siempre,

bien articulada.


Nuestro abecedario deberá entramarse

en telas humeantes

que ondeen al viento con tintes vegetales.

Como un humilde tintorero o tejedor

dócil al dominio del arte de bordar,

el poeta (situado ya fuera de toda literatura)

traza letras que van a picotear

el sebo del sentido.


No hay sintaxis en las migajas,

hay magnetismo,

y la nostalgia viaja asida

a la popa del barco clandestino

que un día lo erradicará

definitivamente

del mundo de las certezas.

 

Un inefable sentimiento de gratitud

cae entonces en sus manos.

Debe preparar el cuenco para los flujos,

debe quitar las cataratas de la visión anquilosada,

debe procurar que la materia poética

no se escurra entre sus dedos.

¡Qué no caiga en el vacío!

 

Una colección de minerales

es el mejor comentario orgánico

a estos quehaceres.

Las piedrecillas que arroja la marea

han sido siempre de gran ayuda.

Pedir consejo a los yesos cristalinos,

a los feldespatos, al cuarzo y a las micas

es adentrarse en la palabra que nos llama

desde la lava ígnea que las ha creado.


IV


La piedra cuando aflora

es ya una concreción meteorológica

(el clima mismo).

Fue colocada en un espacio funcional

por la labor de los mineros

que moldean de este modo

la relación del magma y la cultura.

 

Es así, que cultivando la cultura

como una roca, esta se enciende.

Nos da lumbre con el poema-pedernal

y se proyecta también hacia el futuro,

pues la piedra trae consigo

el sonido armónico de las esferas

(una eternidad sin lágrimas).

 

Más tarde, el órgano que vibra

en su interior

desde el inicio de los tiempos,

adquiere la facultad de moverse.

Todos sus tubos y todos sus fuelles

se exaltan con rabia y frenesí

creando un primer caligrama,

que compuesto y ejecutado

con los recursos del caos

es a la vez una parábola

y algo ya concluido.

 

El buque-prodigio sale entonces del astillero

con las conchas adheridas a él como sopapas,

mientras un Martín Pescador común

revolotea en su entorno, curioso.


V


La materia poética se manifiesta

cuando está en movimiento.

No tiene forma y está privada de contenido.

No escribe con colores

ni se expresa con palabras.

No tiene voz.

Es una serie de impulsos mutables y convertibles

cuyo diseño queda siempre inconcluso.

 

Allí por fortuna

nada está en su lugar,

salvo el duro granito

de un certero adoquín

en pleno vuelo.



Texto: Eduardo Magoo Nico

Foto: Alejandro Pi-hué



 



 



domingo, enero 26, 2025

Amantes


 

El viento aplasta y tormenta

una gota

que se mantiene entera.

No se parte...



Son tantos los que bebiendo

ríen,

se besan,

e intentan desasirse,

y como pequeñas gotas rodantes

por erguirse se esfuerzan…



Pero no se concede a los amantes

desbordar de los estigmas,

y no habrá corte, tajo

o torbellino

que logre separarlos.


Texto: Eduardo Magoo Nico

Foto: Alejandro Pi-hué