"El
descanso del amor es una fatiga, su principio una enfermedad, su fin la muerte.
Para mí, sin embargo, la muerte de amor es una vida, doy gracias a mi bien
amada por
habérmela ofrecido. Quien no muere por su amor no puede vivirlo."
Omar Ibn-al-Faridh, (siglo XII).
Capitulo I
Chupáme
Mi querido de lejos, ya podés cocinarte sólo. El
camello delante, la pirámide atrás. Se supo lo que había que saber. Te
despertás cada mañana rezando y diciendo: pronto moriremos. Ni si quiera la idea:
la idea es bárbara, como la mujer. Se puede volver a la madre para verla envejecer,
al padre para matarlo, al Partido para sufrir acompañado. ¡Hermanadas!
¡Fraternales! Las náuseas. Nunca se podrá entender: "Usa lo spray risolve tutti i guay". Así el solcito cuando se
sale afuera y se dice: "afuera". Así, de lejos, podés cocinarte
sólo.
Oíme por el conducto que se cierra a los cuarenta: Queda
la desesperanza que fuimos y los días en sucesión. Sin velocidad en el lápiz,
se escribe para el fantasma, ese resto infame. Con sólo el rempuje y la
memoria. Se ladra. Es una forma proletaria, esa de decir en barricada, pero las
palabras son ilustres y hay una angustia hombre... Tal vez.
¿Dónde estás ahora, fantasmita, en este ruido que no
cesa? Aldoquín que tetra. El libro rojo cita, no lo mejor rumiado, la corona
del diente despegada, mordida, la oreja. Y el chingolo insiste contra el
vidrio. Aún cuando la puerta, al lado, esté (requete) abierta. O bien observas
y te desesperás, o te desesperás a secas. En el botiquín no hay más remedio que
convertirse en víctima. Al homicidio de lo físico, sigue el suicidio de lo
moral. Así de convencido nomás,
se vence, el capítulo de los vencidos:
“Que se derrame el bien
Como el sentido
Como quien dice:
Chupáme”.
Capitulo II
¡Es tan simpático!
Borrachera reglamentaria y madama gay:
-¡Qué gran besugo sei!
-El se hizo puto cuando ella lo dejó...
-¡Como el fotógrafo y la cantante! ¡Ecce Homo Homolka!
-El culo pentola
no me va. Cacerolita.
Después, vaya a saber cómo, ya neutral (de anfetas) el
despertar con chica al lado que dice "no pueden moverse un poco
menos", y sigue diciendo, "quiero dormir". Esta vez el huerto
quedo abierto, convaleciente, hasta una cierta hostilidad como de histérica en
mí, que no sabía hasta ese "entonces", ser brutal con el que ama.
-¿A mí? ¿A mí tu amor puto? ¿A mí? Nadie, nada, nunca.
Por una taza de café, me cojería tu cadáver degollado.
Al fin y al cabo, es la facha la que cuenta: La
crueldad, esa forma enferma de la simpatía...
Capitulo III
El Chingolo
Las yemas despacito contra el cuero, el chic chac de
las uñas reventando: huevitos. Templo al templo, niño de los piojos. De la errancia entrecruzada a veces y deforme, a la
raya perfecta, pareja. Con esa última cascarilla se dijo basta. El ángel avanza
ahora de espaldas al futuro. Lo empuja una tormenta que viene de su origen. Los
tontos se precipitan allí donde él (la é mayúscula) toma un descanso. Así fue
como te ensartaron, copete alzado, en lo mejor del trip. Cansado de garchar con
los muchachos, víctima de la ilusión del obsesivo, te sostuvo de frente coma a
su hembra y no acabando nunca. Pero (siempre) el dolorcito que iba y venía. Un
dolor que fue y que vino. Que va y que viene. Como cuando una perra no te
cumple. Trampa que te tiene. Exalación. Hacia un contenido gorjeo, el chingolo
tiende. Sujeto a su imagen, el vidrio que lo espeja, su pico pica, pero no
hiende. Aún(que), si picapica (bajada de cordón), toda su vida como un santo,
el lustre (esa pátina inmunda), tal vez lo saque.
Capitulo IV
Espejisma
Camara Laye. Amos Tutuola. Raymond Queneau. Aimé Cesaire. Wilfredo Lam. Danilo Kish. Propovic Predag. Heme
aquí, todavía una mueca al mirarme el ombligo y la fiebre (mal de madre) que no
abandona. Entonces, en cada vez menos de los bultos que hay (envueltos), la
madurez. Más tiempo de un lado. Más angustia del otro. Como foto, página,
anteojo, se viaja. Definición. Interferencia. Los dos perritos miran por el
cuadrado del cielo. Sin matiz, acento o murmullo, la pared desmorona un grano.
Arenisca, te dicen. Te dicen: ¿No tenés te-vé? No
sucede y sin embargo pasa. Más luego recuperás el habla, la escribienda. Esa
segunda soberbia que da la risa libre de los vencidos.
-¡Deportivo che, hay que ser deportivo!
La Reina y el Tebeo espían por el Cuadradito del Cielo:
¡Putos pekineses! Gente a medio hacer, desvestir vanamente. ¡Hablan!
¡Qué no dicen!
-Aquí abajo hay un cerdo, según vos, ¿eso también es
poesía?
- ( . . . )
-Lo que más ternura me da, es ver que un ateo se
persigne...
- ( . . . )
El camello delante (subtitulado), la pirámide y las
palmeritas atrás. ¡Y allí viene el Chingolo kamikaze (ahijuna) a enfrentar al
Espejisma!
-¡Espejisma! ¡Espejisma! No te vas a dir, Mandinga
di un direpente, sin antes payar tu evocación, tu letanía…
-Disculpe don Chingolo, pero en
estos tiempos que corren no hay verdad que aguante diez guita...
-¡No va a ser ese floreo el
que te abra cancha, relumbrón, desembuchá!
-Mire que yo se lo repito siempre: ¿La liter-altura, qué le luja? ¡Travesía!
-Si usted lo dice...
En un aparte, entre vapores, Espejisma habla con su compadre, tratando
de poner en foco el Cuadradito del Cielo:
-Pero visto de no tan lejos, no parece que se esté cociendo sólo.
-Pa’ mí que es la tucumana ésa...
Capitulo V
La noche
Se habían encachilado el maridito y la chirusa. Pero
no fue por mucho tiempo. Cuando se es jóven a uno le encanta que lo caguen a
patadas, correrla, y todo lo que ya saben. La vio venir, y todavía la sigue:
crecer Chechen, tomarse(la) cómoda. (Esta conclusión bichoca viene a llegar después
del viaje).
Suelen decir (otros) que son honestas, las que uno no
se pudo cojer. Lo contrario, tampoco. Niente Aeroflot : La British. Tiempo (a
la distancia, el Cuadradito ovala). Los aires se puede decir que habían
cambiado por entonces. Llegó la francesita con todo su candor: Deja-vú de Ana
Karina, los breteles al abierto con desmadre, y compartida inconciencia. Porque
después conciente, ella se vino sola.
-Parece que nos encontramos en un punto, dijo. (G)
Entonces, como siempre, ahí, en plena felicidad, me
cacho en diez, Niza, abril, Venecia... La naifa acabó sus vacaciones, y
se volvió pa' la querencia. El aeropuerto de Jamaica, un asco. El kiosquito
donde se cambia, no cambia. Kinstong-Kinstong. La noche, no podía evitar este
rodeo. Lo que no llega a alcanzar la impotencia de la poesía, es todavía vacío.
En la noche, el rigor es hostil a quien gusta de ellas. En la noche, no nos
reconocemos.
Capitulo VI
Lo que se escribe
Subí al bus con mi mochilita rosa fucsia fosforescente. Mi primer apretuje en tres años, negro sudado y
tercermundista. Recordé que hubo inicio y los sucesivos coment(arios). En la
calle, viejos taxis, Siam Di Tella, con el techo amarillo (aquí se llaman
Morris).
Extrañamente, me sentía como en casa. Potus, jazmines,
helechos. ¿Mucha onda? Poca, mas bien Gheto y de terror. Pregunté por el cambio
de bus para ir al centro. Todo conmigo me decía, me hablaba de Maradona. Bajé
con él por el fumo. Es muy difícil denegar, literalmente. Te arrastran, ya sea
por la timidez o por la simpatía. Ahí, en la bajada de la escalera le dí la
guita, se fue con la bicicleta y volvió al toque, después me metió en el otro
bus, y cuando estaba subiendo me dio las tres bolitas de ganja fresca. “Vivir
es mejor que soñar. Yo pase por las reuniones en la calle, pelo al viento,
gente joven reunida”. (Toda la herida, recontra viva, en mi corazón).
Ella mentía y era de un egoísmo atroz. Tenía una valija
enorme, la mitad del contenido, cremas y artículos de tocador. Empezó por decir
que eran días peligrosos. Era cierto sin embargo, que no se maquillaba. Afuera
los grones coma moscas pegajosas. Chelsea Hotel. Se ríen y si les preguntás por
qué, no saben. Una cuestión anatómica heredada de la madre. Quedaba tiesa con
la regla. Los síntomas no confirmaban ninguna de las teorías (las teorías no se
confirman). Ella hacía todo lo contrario, se mandaba la parte y me sacaba la
guita. “Quisiera contarles cómo viví, y todo lo que aconteció conmigo”.
Agitando un ramo oloroso: ¡No te retengo! ¡Vé, sé benéfica! (Y en nuestros
días hasta el aire sabe de muerte).
Capítulo VII
Ponerse bien
El piano trepidante, la espalda de los labios lamerá.
Al parecer el poeta, quien siempre estuvo orgulloso de su talento, nunca se
quiso a sí mismo. Su cuerpo no era atractivo. Su rostro pasaba desapercibido.
Acaso deseó tener otro rostro en el espejo (los espejos deberían reflexionar
antes de devolvernos su imagen). Le costaba mucho trabajo esconder o insinuar
lo que sentía, disimular sus odios y hacerse el tonto, como si nada hubiese
pasado. Nunca pudo atemperar sus ademanes indomables. Generalmente, después de
un tono grave y excitado, aparecía un tema casi trivial, avergonzado y
culpable. Como si una melodía digna del clown
oprimiera la tragedia.
-Jamás lo creerá y por lo tanto no pienso decírselo
nunca.
Paciencia y saliva. Así fue lo que de la vida fue. Y
así sigue siendo. La gente guarda todo (más fuerte que el amor es el archivo).
-Usted se está poniendo bien, le dijo finalmente el
"tordo". Todo aquel que espera, termina por ponerse bien.
En su tumba hizo escribir este epitafio: "No he
sido autoridad capaz de disciplinar mi corazón pensante y mis deseos. Esta es
la tierra que vosotros dividiréis al azar. Y ni la división ni la unidad
importan. Esta es la tierra. Tenemos nuestra herencia. "
Capitulo VIII
No les creas a los buitres
No es el placer la muerte, es sólo ausencia de dolor.
No les creas a los buitres. Lo que hubo no se conoce hasta que se ha perdido.
Al calor de la manta sobre mi pecho una mano se demora. Aún estás conmigo. Creo
que a pesar de lo débil y temeroso que pueda ser un hombre bueno, lleva encima
tantos pecados como puede soportar.
Un amor así no sirve. Sirve humanidad. Ausente
de mi mismo, en la ausencia me transformo. Deberías temer mis cartas, deberías
quemarlas o guardarlas cuidadosamente. La vida es cruel: siente miedo de lo que
sucede, de aquello que puede suceder, de los eventos. Después de haber golpeado
la frente contra todos los muros, sale de la propia piel, de las venas, del último
aliento: hacia el otro. Y siempre manos que se apretan a tu cuello, que se
retuercen locas, generosas.
-(. . .)
-¿Pero vos quién mierda sos, un discursito, o un
hombre? ¿Una nacionalidad, o un hombre? ¿Una profesión, o un hombre?
-(. . .)
-Conmigo deberías abrirte, yo debo saber a quién
amo...
-(. . .)
-Tratá de ser simple, no buscar frases preciosas. Las
cosas preciosas son las que se escapan de la boca.
-Buh...
-No pienses, no calcules, sé.
-¿Sé?...
Parecer de muchos, y ser poco. He ahí el problema, y
he aquí la solución. Esperar. Semejar. Ser de carne. Es decir: ¡Un animal!
La próxima vez no deberíamos hablar de estas cosas. ¡Shhh..!
No hablemos. ¿Qué es lo más importante? Conocer y ocultar. Conocer algo sobre
el bien amado, y ocultar que lo amas. En ocasiones, el pudor es más fuerte que
la pasión. La pasión del secreto. La pasión de la revelación. Me es aún más
insoportable nombrarte, que no saber.
Capitulo IX
Resurrección
Mi primo Esteban un día, cuando no tenía más de
diecisiete años, recibió una patada en el muslo jugando al fútbol. El hematoma
perduró, devino tumor maligno, fue operado, le extrajeron una porción de hueso
de su pierna derecha, luego otra. Nunca se quebró el que sin embargo sufría
periódicas extracciones de osamenta. Nunca entregó su espíritu rebelde,
desgarrado, ni aún en los postreros días, cuando lo vi la última vez, en una
cama de hospital, con sólo los despojos de su cuerpo. Aún allí su espíritu
resplandecía, llenaba la habitación. Su rostro era sonrisa luminosa, voluntad
de dar, de entregarse a la simpatía del otro, de promoverla, de provocarla. Entre
ataque y ataque de dolor, el seguía siendo luz sin mácula. Santo.
¿Porqué entonces se empecina en seguirme con su
cojera, el hermoso, el amado primo? ¿Acaso sabe que un día yo...?
-Ves, en este pedacito de tierra está Esteban. Del
nombre, no le queda más, que la é mayúscula.
El pobre loco lo fue perdiendo todo. Todo, menos la
razón. Aún enfermo para él nada era difícil, salvo el amor. Por eso tal vez lo
quisieron tanto las mujeres fáciles. De idéntica condición, otros tantos seres
circunscritos por espesas capas de alma, mediterráneos en ansia de un entrarse
en la carne, de una salida al mar. Porque el amor es un gran océano de dicha.
El secreto del fastidio: el tiempo. Un silencio de estopa. La invisible
actualidad. Y andamos, y andamos, cojeando como Esteban detrás mío. Para
exhibir nuestro pasado: las fotos reveladas. Y nuestro futuro: las fotos por
revelar. Nada consuela tanto la decepción propia, como comprobar la decepción
ajena. Tenía una vaga idea de ello, y solía rabiar contra los flemáticos. Sea
cual fuere la vergüenza que me alcance, no quiero renunciar a mi honestidad, ni
a mi desesperación. Yo les digo: no se desapasionen, porque la pasión es el
único vínculo que tenemos con la verdad. Y un día como cualquier otro, y sin
que ustedes lo perciban, yo los habré resucitado.
Texto: Eduardo Magoo Nico
Imagen: Erté (Romain De Tirtoff)
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