sábado, diciembre 15, 2007

¿Qué tren?



Mi vida

Cielo roto y raso

De lejos

Ya bien puede rotisarme 

En su infierno

La penuria de la vela

Quien quiera que ame cotillea

Pues solo habla-ama el que te trinca

Y tren que pasa.



Foto: Alejandro Gargiulo (Pi-hué)

domingo, diciembre 09, 2007

Es un buen final


No la sigamos
Los datos de la encuesta
Lo develan ante nuestros ojos:
No hay vida más allá de la creencia
La teología es el tema, el único, de la sexualidad

He sido tan incapaz de vivir en la obediencia (por debajo)
Como de gozar de la “grandeur”
(Recordar que es el poder a medias, el que corrompe)
Una concha-gruta de Lourdes
Con arriba las estrellas de la Unión Europea
Y en el clítoris, el rostro sacrosanto de mamá... 
Mi título: “Héroe de dos mundos y libertador”
Una mezcla de San Martin y Garibaldi
¿Capito? Es así como deben recordarme
Estatua en Plaza Italia con mi hija: 
Ecuestre, como corresponde

Darse una aliviada después de todo
Nos haría bien a los dos:
Permitirnos la amistad...
Y de paso darnos una vuelta por Callino
Archiloco, Alceo, Mimnermo y Anacreonte

Insistí, dále, dále querubin, tratá de hacerte hombre
Metete un cacho de Nicarco, Nicómaco, Nicoria y Nicastro
Mientras aiga
No vaya a ser que se te corte
(El placer que hay en la cosa que no está)

Ningún amor se va del mundo, sin dejar su huella
Ves, los muertos no descansan nunca
Viajan por el mar como gaviotas...
¡Ah! Barba adorable
Pelambre inspiradora
Cualquier cabra vieja, con tu barba
Podría ser Platón

Está claro que nunca te abriste de nosotros
Y que como buen matungo, siempre diste la cara
Podrías aparecer en un segundo plano, montando tu burrito...
(Si al menos frotaras con fuerza las palabras, hasta dar calor)

¿La corrosión del viento y de la lluvia?
Impotente
Este monumento sobrevivirá al metal
Muchos pedazos de mí
Eludirán el funeral
Cuando el Pontífice y la Chica Silenciosa
Recorran el nuevo Capitolio
Se hablará aún de nosotros 
¡Ciñe por su propia voluntad, mis cabellos, el laurel!

¿Amor, amor, todavía muerdes?
Ella repasa indiferente los labios de la herida
Seduce por lo que será, cuando se abra
Ensanche hacia los yermos unánimes del íntimo

Susurrado entre dos lenguas 


Parece que Unamuno, dijo:

¿El italiano?
Un español sin huesos

Foto: Alejandro Gargiulo (Pihué)
Texto: Eduardo Magoo Nico

domingo, diciembre 02, 2007

Resurrección


No es el placer la muerte, es sólo ausencia de dolor. No les creas a los buitres. Lo que hubo no se conoce hasta que se ha perdido. Al calor de la manta sobre mi pecho una mano se demora. Aún estás conmigo. Creo que a pesar de lo débil y temeroso que pueda ser un hombre, lleva encima tantos pecados como puede soportar. Un amor así no sirve. Sirve humanidad. Ausente de mi mismo, en la ausencia me transformo. Deberías temer mis cartas, deberías quemarlas o guardarlas cuidadosamente. La vida es cruel: siente miedo de lo que sucede, de aquello que puede suceder, de los eventos. Después de haber golpeado la frente contra todos los muros, sale de la propia piel, de las venas, del ultimo aliento: hacia el otro. Y siempre manos que se apretan a tu cuello, que se retuercen locas, generosas.

-(. . .)
-¿Pero vos quién mierda sos, un discurso, o un hombre? ¿Una nacionalidad, o un hombre? ¿Una profesión, o un hombre?
-(. . .)
-Conmigo deberías abrirte, yo debo saber a quién amo.
-(. . .)
-Deberías ser simple, no buscar frases preciosas, las cosas preciosas son las que se escapan de la boca.
-Buh...
-No pienses, no calcules, sé.
-¿Sé?

Parecer de muchos y ser poco. He ahí el problema, y he aquí la solución: Esperar. Semejar. Ser de carne . Es decir: ¡Un animal! La próxima vez no deberíamos hablar de estas cosas. Shhh... No hablemos. ¿Qué es lo más importante? Conocer y ocultar. Conocer algo sobre el bien amado y ocultar que lo amas. En ocasiones, el pudor es más fuerte que la pasión: la pasión del secreto, la pasión de la revelación. Me es aún más insoportable nombrarte, que no saber.

                                                                         ***

Mi primo Miguel Ángel un día, cuando no tenía más de diecisiete años, recibió una patada en el muslo jugando al fútbol. El hematoma perduró, devino tumor maligno, fue operado, le extrajeron una porción de hueso de su pierna derecha, luego otra. Nunca se quebró el que sin embargo sufría periódicas extracciones de osamenta. Nunca entregó su espíritu rebelde, desgarrado, ni aún en los postreros días, cuando lo ví la última vez en una cama de hospital, con sólo los despojos de su cuerpo. Aún allí su espíritu resplandecía, llenaba la habitación. Su rostro era sonrisa luminosa, voluntad de dar, de entregarse a la simpatía del otro, de promoverla, de provocarla, entre ataque y ataque de dolor, el seguía siendo luz sin mácula. Santo. ¿Porqué entonces se empecina en seguirme con su cojera, el hermoso, el amado primo? ¿Acaso sabe que un día yo...?

-Ves, en este pedacito de tierra está Miguel Ángel. Pobre loco. Lo sigue perdiendo todo.  Del nombre no le queda más que la A, mayúscula.

Para él nada era difícil. Salvo el amor. Por eso tal vez lo quisieron tanto las mujeres fáciles. De idéntica condición otros tantos seres circunscriptos por espesas capas de alma, mediterráneos en ansia de un entrarse en la carne, de una salida al mar. Porque el amor es un gran océano de dicha. El secreto del fastidio: el tiempo. Un silencio de estopa. La invisible actualidad. Y andamos y andamos cojeando, como Miguel Ángel detras mío, para exibir nuestro pasado: las fotos reveladas. Y nuestro futuro: las fotos por revelar.
Nada consuela tanto la decepción propia como comprobar la decepción ajena. Tenía una vaga idea de ello y solía rabiar contra los flemáticos... Sea cual fuere la verguenza que me alcance, no quiero renunciar a mi desesperación, ni a mi honestidad. Yo les digo: no se desapasionen, porque la pasión es el único vínculo que tenemos con la verdad. Y un día como cualquier otro y sin que ustedes lo perciban. Yo los habré resucitado.

Ilustración: "Magoo bambino", por Gustavo Piccinini.
Texto: Eduardo Magoo Nico



viernes, julio 13, 2007

Rodolfo Benasso




Reinar sin gobernar

es ser amado

(tal el sueño de los poetas,

los papas actuales

y las últimas reinas de Inglaterra).

Si la belleza se uniera a la virtud

seguramente reinaría,

porque la bondad

no puede ser humillada,

y la belleza,

que pura hiere,

con arte se apacigua.

Si alguien fuera hermoso

y a la vez virtuoso,

reinaría,

quizás sin gobernar,

pero seguramente reinaría,

quiero decir,

sería amado.


Citado por Susana Thénon, Sur n. 312 (1968), de El olor de las hojas, Rodolfo Benasso, Instituto Amigos del Libro Argentino (1967).

Foto: Gentileza de Alejandro Gargiulo (Pihué)

viernes, julio 06, 2007

LUIS FRANCO (1898-1988)


Canción de los niños con hambre (fragmento)

¿Que aún se ignore que el hambre es
peor que todos los inviernos?
Se me saltan los ojos
y los pulsos, ebrios.
Mi rebelión aúlla oscura
más que en la nieve lobo hambriento.
Cantaré como los piratas
pulsando con el viento
y el alma desterrada
el cordaje velero.

Que ignoréis lo demás, no importa:
hay niños con hambre, sabedlo.
Niños que lloran
con llanto de hombre, oh cielos.

El regreso del Moro (fragmento)

(…) Como otros tienen la pasión del juego, el alcohol o los dividendos, yo tengo la pasión del caballo, desde niño y siempre, aunque ya haga años que no sienta consonar con el mío el latido del galope.

Para mí el relincho no sólo es un clarín, con un pulso y vida que no tiene el otro, sino una de las músicas del mundo, que aumenta la hondura del cielo y el verdor de los prados. Para mí el galope sólo tiene paralelo en el arrojado brinco de la catarata o del arco iris.

He trabajado durante un cuarto de siglo en pastos, lidiando con vacunos y yeguarizos. La Morita –yegua de sangre peruana, mansa como una paloma y arrojadiza como un torrente- levantaba tan altas las manos al trotar, que cierta vez, cruzando un callejón muy arbolado, advertí un refucilo a mi costado izquierdo y sentí después un tintineo en el techo de ramas. La yegua había perdido una de sus herraduras…

Hijo de la Morita y nieto de un caballo de carrera de la región, negro y volador como un tordo, el Moro fue, desde chico, un potro excesivamente avispado y travieso.
Lo trajeron a casa, desde los potreros, una mañana muy temprano, a los dos o tres días de nacer, con su madre, que fue atada al tronco del aguaribay del traspatio. Allá corrimos todos, golosos de novedad, a conocerlo. Era negrísimo como una semilla de sandía. Hallábase mamando en ese momento, con las orejitas amusgadas y una de las patas traseras muy apartadas de las otras. De pronto dejó el chupete, se plantó sobre sus diminutos vasos y sus larguísimas canillas, con un ¡quién vive! en las orejas erectas, meneando el breve rabo y removiendo el hociquillo en el paladeo de la última gota de leche. Los ojos: dos gotas de infinito… Se oyó un coro de ponderaciones y arrumacos, en que distinguí hasta la voz de mi madre. (…)


Luis Franco, poeta y ensayista argentino, nació y vivió largamente en Belén, provincia de Catamarca.


“Yo, señor, rasgado de ojos y de corazón, limpio de conciencia y de ahorros, de suerte oscura y risa clara, nací y vivo en un lugar tan huido -betlehemita soy-que amagando juntarse en él los rieles (¿las paralelas no se juntan en el infinito?) el tren no ha podido acercarse.”

sábado, junio 30, 2007

Nono de Panópolis: Himno y Nicea



Junto a la floresta de hermosos pétalos derramó abundantes lágrimas el toro compadeciendo a Himno, lloró tambien la ternera y se postró tristemente ante el cuerpo palpitante del joven boyero, de modo que parecía cantar:


El bello pastor ha muerto,

Lo mató una hermosa niña.

Una doncella dio muerte

A quien de veras la amaba,

En vez de filtros de amores,

Fatal recompensa diole,

Bañó su bronce en la sangre

Del pastor enamorado

Y extinguió el fuego de amor.


El bello pastor ha muerto,

Lo mató una hermosa niña.

Vistió de luto a las Ninfas,

No ha escuchado a la montaña,

No atendió al olmo y al pino

Que le decían así:

“No le lances la saeta

no mates a ese pastor”.

Aun el lobo llora a Himno,

Se duelen los fieros osos.

Con coraje en la mirada,

Le llora incluso el león.


El bello pastor ha muerto,

Lo mató una hermosa niña.

Buscad otro monte, bueyes,

Otro monte en el exilio,

Pues mi amoroso pastor

Murió a manos de una niña.

¿Qué nuevos pastos veré?

Adiós mis pastos, adiós

A vuestros lechos silvestres.


El bello pastor ha muerto,

Lo mató una hermosa niña.

Adiós picos y montañas,

Adiós torrentes y Ninfas,

Adiós a vosotros árboles

Tanto Apolo como Pan

Claman tan desconsolados:

El oboe calla indignado,

¿Dónde se halla la justicia?

¿Dónde se encuentra el amor?

Eros, no toques tus flechas,

Que no cante la siringue:

Murió el músico pastor.



Nono de Panópolis, "Dionisíacas", siglo V
Ed. Gredos, 2001

Ilustración: Guillermo Giampietro

(Se trata de un
thrènos o lamento en forma de poesía bucólica, es único en la épica griega)

martes, junio 26, 2007

Saberse cerca


Mencioné a Quiroga y eso tuvo el efecto de una bomba. Martínez Estrada dejó de hablar, me miró se quedó pensativo y rompió a llorar con un llanto libre, sin inhibiciones, un llanto hermoso y profundo.
-¡Pero Ezequiel, todavía, después de tantos años!
Estas palabras de doña Agustina parecieron las adecuadas. Ambos sabían, sin duda, por qué, y él quedó en silencio.
¡Con qué varonil ternura Quiroga metido en la selva, entre el calor y las serpientes, alejado de los “contactos” literarios, de su despreciable política, exiliado voluntariamente de los “hit-parades” que los suplementos y las amistades del “te leo-si me lees” confeccionan ante nosotros -antes y ahora- llamaba a Martínez Estrada su “hermano menor”! Le tenía reservadas, incluso, un par de hectáreas para su rancho y un recurso para no importunarse: un trapo blanco al tope de una caña sería la señal de vía libre para las visitas de entrambos. Pero saberse cerca, ¿no es acaso lo que entrañablemente - y en la misma época: 1936- recomendaba Sherwood Anderson a los escritores de su país como antídoto para el mal de la soledad, la frustración, el suicidio?


Texto: Héctor Tizón - "Tierras de frontera", pag. 233, Ed. Alfaguara, 2000.

Foto: Horacio Quiroga en Misiones (1926). Archivo Nacional.

viernes, mayo 25, 2007

Dice Cadicamo:



Poema al primer bandoneonista


Vientos del novecientos

que hicieron girar las veletas

y silbaron en los pararrayos

de las primeras residencias señoriales

de Flores, Belgrano y Recoleta…


Entonces, El Pardo Sebastián Ramos Mejía,

era el primer bandoneón ciudadano

y cochero de tranvías a caballos

en la compañia Buenos Aires y Belgrano.


Vientos del novecientos…

El Pardo Sebastián inauguró un siglo,

cuando estaba en embrión la ciudad feérica

y la calle Pueyrredón era Centro América…


Uno de los primeros

que encendió la luz del tango en las esquinas

A su influjo

don Antonio Chiappe se dió el lujo

de desafiar por medio de los diarios,

a tocar los valses de Waldteufeld…

Aquellos valses extraordinarios…


Sebastián, El Pardo, encendió

el fervor, en las venas

de los Hermanos Santa Cruz,

en el Café Atenas.


En aquel Café

de Canning y Santa Fe,

donde se tocaban los tangos de Villoldo:

El Choclo y Yunta Brava

y florecían las biabas

de Aparicio, el caudillo

y del chino Andrés…


Sebastián Ramos Mejía…

Tierra parda que maduró la semilla del tango…

Decano de la facultad del bandoneón…

Tu nombre vuela con el viento del año dos

y se hace un nudo

con el violín de Vicente Ponzio, el bigotudo,

-tío del Pibe Ernesto-

que tocaba con la familia filarmónica de los Pécora,

en el Gran Sótano Argentino

de Andes y Lavalle: Flauta y violín…

Entonces, José Pécora, era un chiquilín…


Clima de hampa y atmósfera bajuna

con miradas alevosas de El Noy y Osuna


Gritos y carcajadas

con sotera de piolín

de los cocheros, nocheros

que abandonaban sus paradas,

por el Cafetín…


Fluídos misteriosos de los hermanos King…

Aires de cleptomanía

de don Juan El Vasco y José María…


Temas escalofriantes

de la banda del famoso crimen

de la calle Bustamante…

Caía el Tano Roque de visita:

Un violinista compadrito.

El público le pedía que tocara

y él, arremetía,

con su caballito de batalla:

“La polka del pajarito”.


El viento de tu bandoneón, Pardo Sebastián,

es viento que lleva y trae

tufo a kerosene del año ocho,

de un Cafetín obscuro, de Villa Ortúzar,

donde tocaba un trío, en las noches de invierno:

Canaro, Berto y Salerno.


Entonces, iba un pibe a escucharlos…

Un pibe vecino,

con alma de músico sentimental:

El pibe de La Paternal.


Tu fuelle era hermano del bandoneón de Berstein,

aquel famoso alemán bebedor de cerveza.


Pardo Sebastián,

el negro Romero,

asimiló de tu bandoneón,

el secreto,

y lo guardó en su corazón…


Por eso cuando tocaba con Lorenzo Martínez,

un moreno, cochero de tranvías,

que le decían:

-“El guitarrista del pulgar potente”-

en las Romerías del Bosque de Palermo,

encendía a la gente…!


Vientos de año ocho…

Qué se hizo

del Almacén de Corrientes y Centro América?

Del Almacén Suizo…?

Donde se floreaba El Pibe Ernesto

y Azpiazú de guitarra,

en los tangos: “Cupido”, “De quién es eso?”

y “Don Juan” milongueado con garra…


Pardo Sebastián…

Pizarrón de los fuelles,

donde aprendieron a hacer palotes en las ochavas,

El Ruso Antonio y Cipriano Nava…

Nava, siguió tus pasos en el fuelle,

En el viejo Velódromo formó un Trío

con un flautista que encendía faroles:

-El Farolero-

y un guitarrista que se llamaba Conde

y era cochero…


Cipriano Nava…

Estrella del Café de Córdoba y Junín,

con Conde de guitarra

y Basualdo de Violín…


Atracadero turbio,

donde caía El Morocho Gardel,

antes de Mano a Mano y de Razzano,

a cantarle a las ruedas,

los versos carcelarios de Cepeda.


Café con clima de delito,

donde caían, Warnes,

un hermano de Conde y Romerito…


Viento que lleva y trae

desde los brumosos confines,

el eco retobado de un Trío:

“Canaro, Berto y Martínez…”

Allá, en el viejo

Café de Corrientes y Medrano

que en el lejano año nueve, se pierde…

Llamado el Café de los Loros,

porque paraban,

los motorman y guardas del Lacroze,

vestidos de verde…


Café del pasado,

a tus mesas, para levantar el ambiente,

llegaban por las noches,

Bevilacqua y Campoamor, de clientes…

Y en atención a tan selecta concurrencia

se tocaba “La Cara de la Luna” e “Independencia”.


Ahí, fue donde se estrenó y partió hacia La Meca,

el tango: “Gran Muñeca”…

Viejo Café, en cuyo palco,

se ganaban de mano:

“La barra fuerte”

“El Pensamiento”

Y “El Entrerriano”…


La sombra de Hernani

y la silueta temulenta y desgarbada

de Bevilacqua,

cruzan empujadas

por el pechazo invisible

de El Viento que lleva y trae…


Esta noche, el recuerdo ha venido,

a traerme del pasado florido,

el nombre del primer bandoneonista:

El Pardo Sebastián Ramos Mejía,

que inauguró un siglo,

cuando estaba en embrión la ciudad feérica

y la calle Pueyrredón era Centro América…


En la presente transcripción se ha respetado la puntuación (un tanto errática) de la edición de Peña Lillo, “Poemas del bajo fondo”, BsAs, 1964.

De los músicos nombrados al menos los Santa Cruz, Romero, Lorenzo Martínez y Aspiazú, son afroargentinos, además, claro está, del mismo Sebastián, hijo de esclavos de la familia que les dió nombre legal al liberarlos, y al que se le atribuye la primacía en la introducción del bandoneón como instrumento para la ejecución del tango.

viernes, mayo 18, 2007

Susana Thénon


Dame la libertad,

abre las puertas de mi jaula,

dame ser aire, espacio:

extraño el mar, tengo sed de su mirada,

tan alto es mi deseo

que como un techo él desciende sobre esta cárcel.


He arrojado la máscara sin saber que ella era el mundo

Y que detrás del mundo, en derredor,

otro mundo de sombra se aprestaba a atacar,

que galeotes seremos de oscuras libertades.


No hay esperanza, ya lo sé: dame entonces el engaño

De ver estas cadenas como apretadas ramas

En la paz de tu selva.


Concédeme el error, la locura, el sueño

De que soy un estambre adormecido

Sobre tu piedra, al sol.


Susana Thénon: "La morada imposible". Ed. Corregidor

Ilustración: ENGRUDO (Gustavo Piccinini)


martes, mayo 08, 2007

La escritura transparente






A quien la enturbie…
Porque claramente hay muerte
Y hay piedad
De su ala
La pluma del ángel
Del cielo
Negra en la punta
Y blanca en el nervio

Como recién caída de la virgen
(Su boca)
Parte la pera del dolor
En el éxtasis
La curva del manto
Del hijo
Su doble envoltura del pelo

Por entre las dos lunas
Pasa...
El culo pleno de luz
Cristo en la cruz
Y María preñada al cielo clamando
Un muerto en sus brazos
Suspendida
La pietá

La verdad última
La bola blanca de carne
La bola suave de nieve
El borde
El círculo imperfecto
La fuga hacia un cielo que pende
No escribe
No hiende

Qué sola pasa
La sensación
(El placer que se siente)
Ante el ojo
La lente
Punta de tinta
Empapada
En la sombra irrefrenable del Eclipse


Texto: Eduardo Magoo Nico
Ilustración: ENGRUDO (Gustavo Piccinini)

lunes, mayo 07, 2007

Susana Thénon

Poema


Yo creo en las Noches.

R.M.Rilke


Ayer tarde pensé que ningun jardín justifica

el amor que se ahoga desaforadamente en mi boca

y que ninguna piedra de color, ningún, juego,

ninguna tarde con más sol que de costumbre

alcanzan a formar la sílaba,

el susurro esperado como un bálsamo,

noche y noche.

Ningún significado, ningún equilibrio, nada existe

cuando el no, el adiós,

el minuto recién muerto, irreparable,

se levantan inesperadamente y enceguecen

hasta morirnos en todo el cuerpo, infinitos.

Como un hambre, como una sonrisa, pienso,

debe ser la soledad

puesto que así nos engaña y entra

y así la sorprendemos una tarde

reclinada sobre nosotros.

Como una mano, como un rincón sencillo

y umbroso

debería ser el amor

para tenerlo cerca y no desconocerlo

cada vez que nos invade la sangre.

No hay silencio ni canción que justifiquen

esta muerte lentísima,

este asesinato que nadie condena.

No hay liturgia ni fuego ni exorcismo

para detener el fracaso risible

de los idiomas que conocemos.

La verdad es que me ahogo sin pena,

Por lo menos he resistido al engaño:

No participé de la fiesta suave, ni del aire cómplice,

Ni de la noche a medias.

Muerdo todavía y aunque poco se puede ya,

mi sonrisa guarda un amor que asustaría a dios.



Susana Thénon: "La morada imposible", ed. Corregidor 2001.

Ilustración: ENGRUDO (Gustavo Piccinini)