martes, febrero 07, 2023

No hay vida


 

No, no hay vida en esta vida pibe


No hay novella


Algunos ruidos extraños que ya escucharás


Y lo demás es puro cuento


Un carrito de rulemanes en una ruta de aceite…


Mi alma está lubricada


Es la lubricidad misma




Erguido y aterrado


Por alguna razón


Mi cuerpo


Hoy se siente angélico...




Vetas negras


Cúpulas invertidas


De un cielo rosa Tiepolo


El chispazo en un instante


De dos patos en un charco




Cuando la naturaleza se incorpora


Y el hombre se hace estaca


Hasta el más leve pestañeo


En la mirada de una vaca


Puede destruirlo todo




Pero entonces creía saber algo de ese todo


Y lo sabía en el momento


En que, acabando de romperse


Ya no sabía nada



Texto: Eduardo Magoo Nico

Imagen: Paul Delvaux, "Soledad". 



Hecatombé



La imagen de una durmiente insomne

Bañada de luz blanca

Sale a la calle portando una lámpara:

Huelo en mi sudor una suciedad aún mayor

Que la de la muerte


La sangre de una mujer

Luego la sangre de otra mujer

Luego la mía

Los focos del alumbrado

Llueven diagonales blancas

Sobre el gris parejo de adoquín

Dos ojos vaciados en negro


La lámpara que parece proteger con su gesto

Ya no está entre sus manos

Aparecen en el fondo otras lámparas

Que se multiplican

Para dibujar un trayecto

El que ella recorre, polaca

En veinticuatro preludios de silencio


Lleva un vestido de encaje

Que se desliza sin pliegues por el suelo

Tiene el aspecto hipnótico de las grandes muñecas

Mientras viene sin avanzar

Ella misma se va, dejando marcas


Ahora está tu desnudo en un andén

De techo de cristal

Tus ojos están cerrados

Tu expresión es lívida

Llevas el pelo suelto

Tus pechos acompañan el ángulo de tus pies

Abiertos al ensueño


Perpetuados por las cenizas de un viernes

Tus ojos cerrados me avergüenzan

Y yo soy el que desnudo me encajo

Y obturo con mi muerte

La vía regia en terciopelo de tu sueño


Silencio del dogma

Silencio de las escrituras

Todas la luces

Para que no despiertes


 

Texto: Eduardo Magoo Nico

Imagen: Paul Delvaux, "Todas las luces". 



martes, noviembre 01, 2022

José Emilio Pacheco, (1939-2014).


Carta a George B. Moore para negarle una entrevista

 

No sé por qué escribimos, querido George,

y a veces me pregunto por qué más tarde

publicamos lo escrito.

Es decir, lanzamos

una botella al mar que está repleto

de basura y botellas con mensajes.

Nunca sabremos

a quién ni adónde la arrojarán las mareas.

Lo más probable

es que sucumba en la tempestad y el abismo,

en la arena del fondo que es la muerte.

Y sin embargo

no es inútil esta mueca de náufrago.

Porque un domingo

me llama usted de Estes Park, Colorado.

Me dice que ha leído lo que está en la botella

(a través de los mares: nuestras dos lenguas)

y quiere hacerme una entrevista.

¿Cómo explicarle que jamás he dado

una entrevista,

que mi ambición es ser leído y no "célebre",

que importa el texto y no el autor del texto,

que descreo del circo literario?

Luego recibo un telegrama inmenso

(cuánto se habrá gastado usted, querido amigo, al enviarlo).

No puedo contestarle ni dejarlo en silencio.

Y se me ocurren estos versos. No es un poema.

No aspira al privilegio de la poesía (no es voluntaria).

Y voy a usar, como lo hacían los antiguos,

el verso como instrumento de todo aquello

(relato, carta, tratado, drama, historia, manual agrícola)

que hoy decimos en prosa.

Para empezar a no responderle diré:

no tengo nada que añadir a lo que está en mis poemas,

no me interesa comentarlos, no me preocupa

(si alguno tengo) mi lugar en la "historia".

Escribo y eso es todo. Escribo: doy la mitad del poema.

Poesía no es signos negros en la página blanca.

Llamo poesía a ese lugar del encuentro

con la experiencia ajena. El lector, la lectora

harán (o no) el poema que tan sólo he esbozado.

No leemos a otros: nos leemos en ellos.

Me parece un milagro

que alguien que desconozco pueda verse en mi espejo.

Si hay un mérito en esto —dijo Pessoa—

corresponde a los versos, no al autor de los versos.

Si de casualidad es un gran poeta

dejará tres o cuatro poemas válidos,

rodeados de fracasos y borradores.

Sus opiniones personales

son de verdad muy poco interesantes.

Extraño mundo el nuestro: cada vez

le interesan más los poetas,

la poesía cada vez menos.

El poeta dejó de ser la voz de su tribu,

aquel que habla por quienes no hablan.

Se ha vuelto nada más otro entertainer.

Sus borracheras, sus fornicaciones, su historia clínica,

sus alianzas y pleitos con los demás payasos del circo,

o el trapecista o el domador de elefantes,

tienen asegurado el amplio público

a quien ya no hace falta leer poemas.

Sigo pensando

que es otra cosa la poesía:

una forma de amor que sólo existe en silencio,

en un pacto secreto de dos personas,

de dos desconocidos casi siempre.

Acaso leyó usted que Juan Ramón Jiménez

pensó hace medio siglo en editar una revista poética

que iba a llamarse Anonimato.

Anonimato publicaría poemas, no firmas;

estaría hecha de textos y no de autores.

Y yo quisiera como el poeta español

que la poesía fuese anónima ya que es colectiva

(a eso tienden mis versos y mis versiones).

Posiblemente usted me dará la razón.

Usted que me ha leído y no me conoce.

No nos veremos nunca pero somos amigos.

Si le gustaron mis versos

¿qué más da que sean míos/ de otros/ de nadie?

En realidad los poemas que leyó son de usted:

usted, su autor, que los inventa al leerlos.

 

Texto de José Emilio Pacheco. Fue un destacado escritor mexicano que publicó poesía, crónica, novela, cuento, ensayo, crítica literaria y traducción.

jueves, junio 23, 2022

“Servidumbres” - Eduardo Magoo Nico (2022).


 

Prólogo

 

            La polaca, primer libro de poesía de Eduardo Magoo Nico, fue publicado en 1995. Estas Servidumbres serán editadas finalmente en el 2022, más de un cuarto de siglo después. Y entre ambos, en el 2011, estuvo el segundo, Puros por cruza. Todos, en esos 25 años (la edición quedó por dos largos años suspendida como cosecuencia de la Pandemia de Covid-19), con Italia y sus lenguas rondando, primero como espacio de ida y vuelta, después de vida cotidiana. Sin embargo, a pesar de esa atmósfera nacional y lingüística, lo que se activa y se pone en juego en esta poesía es indudablemente el castellano. Muy especialmente Argentina, fuente discursiva reconocible y, por momentos, objeto de inquietud. No casualmente el segundo libro era titulado y atravesado por el poema que le daba nombre y que es, en su totalidad, una interrogación sobre raza, poder y emblanquecimiento imaginario en ese país de cruzas.

            La tierra en que se piensa no deja de estar presente en Servidumbres, tanto en los paisajes pampeanos y modulaciones criollas de la lengua, como en la fascinación por un mar que para los argentinos es precisamente un poema o un relato, a pesar de los miles de quilómetros de costa. Como en los libros anteriores, no faltan las focas, orcas, pulpos (logomarca de Julián Gayarre en redes que no son de pesca), y sirenas. Muchas sirenas, porque las olas se sueñan desde la tierra y por sus aromas: Dos pálidas camelias o un rubicundo eucalipto / Son suficientes / Para verme lanzado, nuevamente / Sobre el delirio del mar. El pulpo es un baqueano de pulpería.

            Hay cuatro libros en Servidumbres, y en su progresión se imponen diferentes ámbitos. Muchas formas del agua en el primero, los seres marinos y mitológicos en el segundo, y, en los dos últimos, el propio lenguaje. Ocurre que este volumen, entre los que Magoo ha publicado hasta ahora, es el que más se refiere al proceso creativo y, en especial, a la escritura. De diferentes maneras, poemas como “Toda juventud que ríe”, “Labial”, “Sigamos soñando los setenta”, “Quien nunca haya amado, amará mañana”, “Un agujero con la mente alrededor”, “Variaciones sobre un tema”, “La niña mugrienta”, “Un puente de tablas”, “Cuaderno patria”, tematizan esa cuestión.

            Puede ser un rimero que entra por una ranura como el imaginario de uno en el fruncir del otro. Puede ser una letra: De chiquito siempre me gustó la é / (La é mayúscula). También el teatro y lo vocal / bucal, tanto la voz como la boca erótica. Una mariposa pinchada en un recuadro, como huella de lo que fue escrito. La preescritura se antoja un agujero con la mente alrededor, estampado en un cuaderno por llenar, y que desde afuera se ve mejor, como trabajo infinito. La música del bandoneón puede descomponerse en algo gráfico inclusive previo a la escritura, o una forma primaria de representar, como rayitas.

            El Ponti dice, en uno de sus diálogos: Como vinos preciosos, mis versos también tendrán su hora. Y ante una pregunta de su compañera de voces dis-curre sobre emular, citar, recibir influencias, asumir tradiciones, en fin, todo lo que deriva del carácter no adánico del lenguaje. El escribir se encaja en los procesos naturales, como un gotear monótono de las páginas, un insecto que pide cuentos, y puede volverse un puente de tablas para que el poeta sea contado por otros. Es también ambiente cuando la tierrita se amadreselva con los gerundios del aire.

            En el punto en que Servidumbres parece estar por cerrarse, nos encontramos con un penúltimo poema, “La herencia”, que parece lanzarse sobre el tópico de la escritura poética como testamento para el mundo. ¿Se trata acaso de testimoniar que alguna vez hubo una historia? Las imágenes parecen indicar un final del juego, pero ¿hasta qué punto escribir o dejar de hacerlo es algo que se decide? De hecho, el poema que sigue se llama “El olvido”, y cierra el libro, pero estableciendo un retorno: hay un diálogo con La Polaca, aquel primer libro en el que hace cuatro cinco estaciones llueve.

Como decía al comienzo, un cuarto de siglo (un cuartito que es un puente entre dos de ellos) separan esas dos puntas de una escritura, argentina y apátrida, criolla y de movida europea. Imposible no pensar que el primer retoño aparece bajo un despreocupado menemismo, cuando todavía varias partes del mundo parecían crecer y marchar hacia algo “nuevo”, que muchos veían como soportable o previsible. Y que este tercer brote, independientemente de la cronología de escritura de sus partes, nos llega entre llamaradas, tsunamis y multitudes enardecidas de nuevos símbolos: chalecos, sardinas, perros matapacos, pañuelos y wiphalas. En la partida y la llegada del círculo fue necesario prepararse largamente para la lluvia. Veremos si nosotros los pobres, seguiremos invictos, como en la palabra de Eduardo.


Adrián Pablo Fanjul

(Adrián Pablo Fanjul es doctor en Lingüística y Lengua Portuguesa por la Universidad Estadual Paulista (2002). Profesor en el Área de Español del Departamento de Letras Modernas de la Universidad de Sâo Paulo.)


“Servidumbres” – Eduardo Magoo Nico. La Cartonera edizioni, Roma, 2022. (PDF)


PS: Se agradece a Perro Gris (ediciones y librerìa independiente) el espacio concedido, y la gracia de facilitarnos un enlace de descarga gratuita en sus pàginas Web:


https://www.facebook.com/edicionesperrogris/

http://www.edicionesperrogris.com/

Enlace de descarga: 

https://drive.google.com/file/d/10UieHt0-2ZbKnd7LNWhQ-t9luskre3UH/view?fbclid=IwAR28-oVcbSTFRcGcj4SWQ_UaeI8IpuNbxLMTqm2V4-Id4uQw9JG8Tp8NTc4






 

 

 

 

 

 

 

domingo, mayo 15, 2022

El casamiento


 

 Disparatada bóveda

Tras la entrada que no entra

Clavado con el bulto

Nadie

Nada

Toca

Es mejor no moverse

(Quería huir y no podía)

Yo también a veces

¿De dónde saliste?

¿No ves que soy como vos?

Somos de carne y hueso

¡Buh..!

Y estamos en alguna parte (según parece)

Sin embargo todo es a-normal:

¡Hola!

¡Hola!

Pernoctar se puede (pero con delicadeza)

Con corrección

Con educación

Bueno, abracémonos

Un momento, no se puede...

Porque de eso sale después tanta porquería

Es evidente

No aguantaron

De padres y madres, enloquecieron

¿Que haremos?

Nada

Nadie

Comería algo, sin embargo

(Como si tocasen campanas proferir palabras en alta voz…)

Pregunto: ¿cuándo comeremos?

¡Detente con tu cuchara!

Este lugar me recuerda algo

Desfigurado

Desmoronado

(Todo el tiempo estoy hablándome a mi mismo)

¡Detente con tu cuchara, porque todavía yo no lo levanté la mía!

¡Yo ya no soy hijo!

Buena la sopa... (éste teme que le pegue)

Me gustaba aquél mondongo...

Si vos podés, yo también puedo

¿Y no sentirías remordimientos?

No, porque uno imita al otro

Eso sí que nos viene como anillo al dedo… ¡ja ja ja!

¡Jo, jo!

Pero no se trata de eso, aquí hay alguien más:

Es una muchacha para servir... (y está bastante bien servida)

Se puso como un tomate la pobrecita...

Se ve que sabe

¿Otra vez te pica, che?

El provolone

Hablando de todo un poco: ¿Los conocidos viven?

Algunos

A mi me da lo mismo

(Con qué facilidad digo “me da lo mismo”)

¿Si fuese ella, entonces, porqué no nos habla?

Ella no es (ella fue)

De la novia una sirvienta se hizo

Taponada

¡Y por siempre encarcelada en ramera!

Un detalle...

Es un detalle

A millares de muchachas les sucedió lo mismo

En todo el mundo

En Kiev y en Barcelona

En París y en Verona

En Cracovia y en Goritzia

En Junin y en Buenos Aires

El hijo ha vuelto a la casa pero la casa

Ya no es Casa

Ni el hijo es Hijo

¡Qué nadie vuelva a nada!

Sí, bailemos

¡Qué sean felices!

Mamá: no hay que llorar…


Texto: Eduardo Magoo Nico - Una paráfrasis de "El Matrimonio" de Witold Gombrowicz.

Foto: Alejandro Pi-hué.