domingo, marzo 28, 2021

Capitular


 


"El descanso del amor es una fatiga, su principio una enfermedad, su fin la muerte.

Para mí, sin embargo, la muerte de amor es una vida, doy gracias a mi bien amada por

habérmela ofrecido. Quien no muere por su amor no puede vivirlo."


Omar Ibn-al-Faridh, (siglo XII).


 

 

Capitulo I

 

Chupáme

 

Mi querido de lejos, ya podés cocinarte sólo. El camello delante, la pirámide atrás. Se supo lo que había que saber. Te despertás cada mañana rezando y diciendo: pronto moriremos. Ni si quiera la idea: la idea es bárbara, como la mujer. Se puede volver a la madre para verla envejecer, al padre para matarlo, al Partido para sufrir acompañado. ¡Hermanadas! ¡Fraternales! Las náuseas. Nunca se podrá entender: "Usa lo spray risolve tutti i guay". Así el solcito cuando se sale afuera y se dice: "afuera". Así, de lejos, podés cocinarte sólo. 

Oíme por el conducto que se cierra a los cuarenta: Queda la desesperanza que fuimos y los días en sucesión. Sin velocidad en el lápiz, se escribe para el fantasma, ese resto infame. Con sólo el rempuje y la memoria. Se ladra. Es una forma proletaria, esa de decir en barricada, pero las palabras son ilustres y hay una angustia hombre... Tal vez.
¿Dónde estás ahora, fantasmita, en este ruido que no cesa? Aldoquín que tetra. El libro rojo cita, no lo mejor rumiado, la corona del diente despegada, mordida, la oreja. Y el chingolo insiste contra el vidrio. Aún cuando la puerta, al lado, esté (requete) abierta. O bien observas y te desesperás, o te desesperás a secas. En el botiquín no hay más remedio que convertirse en víctima. Al homicidio de lo físico, sigue el suicidio de lo moral. Así de convencido nomás, se vence, el capítulo de los vencidos:

“Que se derrame el bien

 

Como el sentido

 

Como quien dice:

 

Chupáme”.

 

 

 

Capitulo II

 

 

¡Es tan simpático!

 

Borrachera reglamentaria y madama gay: 

-¡Qué gran besugo sei! 

-El se hizo puto cuando ella lo dejó... 

-¡Como el fotógrafo y la cantante! ¡Ecce Homo Homolka!

-El culo pentola no me va. Cacerolita.
Después, vaya a saber cómo, ya neutral (de anfetas) el despertar con chica al lado que dice "no pueden moverse un poco menos", y sigue diciendo, "quiero dormir". Esta vez el huerto quedo abierto, convaleciente, hasta una cierta hostilidad como de histérica en mí, que no sabía hasta ese "entonces", ser brutal con el que ama.
-¿A mí? ¿A mí tu amor puto? ¿A mí? Nadie, nada, nunca. Por una taza de café, me cojería tu cadáver degollado.
Al fin y al cabo, es la facha la que cuenta: La crueldad, esa forma enferma de la simpatía...

 

 

Capitulo III

 

El Chingolo

 

Las yemas despacito contra el cuero, el chic chac de las uñas reventando: huevitos. Templo al templo, niño de los piojos. De la errancia entrecruzada a veces y deforme, a la raya perfecta, pareja. Con esa última cascarilla se dijo basta. El ángel avanza ahora de espaldas al futuro. Lo empuja una tormenta que viene de su origen. Los tontos se precipitan allí donde él (la é mayúscula) toma un descanso. Así fue como te ensartaron, copete alzado, en lo mejor del trip. Cansado de garchar con los muchachos, víctima de la ilusión del obsesivo, te sostuvo de frente coma a su hembra y no acabando nunca. Pero (siempre) el dolorcito que iba y venía. Un dolor que fue y que vino. Que va y que viene. Como cuando una perra no te cumple. Trampa que te tiene. Exalación. Hacia un contenido gorjeo, el chingolo tiende. Sujeto a su imagen, el vidrio que lo espeja, su pico pica, pero no hiende. Aún(que), si picapica (bajada de cordón), toda su vida como un santo, el lustre (esa pátina inmunda), tal vez lo saque.

 

 

Capitulo IV

 

Espejisma

 

Camara Laye. Amos Tutuola. Raymond Queneau. Aimé Cesaire. Wilfredo Lam. Danilo Kish. Propovic Predag. Heme aquí, todavía una mueca al mirarme el ombligo y la fiebre (mal de madre) que no abandona. Entonces, en cada vez menos de los bultos que hay (envueltos), la madurez. Más tiempo de un lado. Más angustia del otro. Como foto, página, anteojo, se viaja. Definición. Interferencia. Los dos perritos miran por el cuadrado del cielo. Sin matiz, acento o murmullo, la pared desmorona un grano. Arenisca, te dicen. Te dicen: ¿No tenés te-vé? No sucede y sin embargo pasa. Más luego recuperás el habla, la escribienda. Esa segunda soberbia que da la risa libre de los vencidos.
-¡Deportivo che, hay que ser deportivo!
La Reina y el Tebeo espían por el Cuadradito del Cielo: ¡Putos pekineses! Gente a medio hacer, desvestir vanamente. ¡Hablan! ¡Qué no dicen!
-Aquí abajo hay un cerdo, según vos, ¿eso también es poesía?
- ( . . . )
-Lo que más ternura me da, es ver que un ateo se persigne...
- ( . . . )
El camello delante (subtitulado), la pirámide y las palmeritas atrás. ¡Y allí viene el Chingolo kamikaze (ahijuna) a enfrentar al Espejisma!

-¡Espejisma! ¡Espejisma! No te vas a dir, Mandinga di un direpente, sin antes payar tu evocación, tu letanía…
-Disculpe don Chingolo, pero en estos tiempos que corren no hay verdad que aguante diez guita...
-¡No va a ser ese floreo el que te abra cancha, relumbrón, desembuchá!
-Mire que yo se lo repito siempre: ¿La liter-altura, qué le luja? ¡Travesía!
-Si usted lo dice...

En un aparte, entre vapores, Espejisma habla con su compadre, tratando de poner en foco el Cuadradito del Cielo:
-Pero visto de no tan lejos, no parece que se esté cociendo sólo.
-Pa’ mí que es la tucumana ésa...

 

 

Capitulo V

 

La noche

 

Se habían encachilado el maridito y la chirusa. Pero no fue por mucho tiempo. Cuando se es jóven a uno le encanta que lo caguen a patadas, correrla, y todo lo que ya saben. La vio venir, y todavía la sigue: crecer Chechen, tomarse(la) cómoda. (Esta conclusión bichoca viene a llegar después del viaje).
Suelen decir (otros) que son honestas, las que uno no se pudo cojer. Lo contrario, tampoco. Niente Aeroflot : La British. Tiempo (a la distancia, el Cuadradito ovala). Los aires se puede decir que habían cambiado por entonces. Llegó la francesita con todo su candor: Deja-vú de Ana Karina, los breteles al abierto con desmadre, y compartida inconciencia. Porque después conciente, ella se vino sola.
-Parece que nos encontramos en un punto, dijo. (G)
Entonces, como siempre, ahí, en plena felicidad, me cacho en diez, Niza, abril, Venecia... La naifa acabó sus vacaciones, y se volvió pa' la querencia. El aeropuerto de Jamaica, un asco. El kiosquito donde se cambia, no cambia. Kinstong-Kinstong. La noche, no podía evitar este rodeo. Lo que no llega a alcanzar la impotencia de la poesía, es todavía vacío. En la noche, el rigor es hostil a quien gusta de ellas. En la noche, no nos reconocemos.

 

Capitulo VI

 

Lo que se escribe

 

Subí al bus con mi mochilita rosa fucsia fosforescente. Mi primer apretuje en tres años, negro sudado y tercermundista. Recordé que hubo inicio y los sucesivos coment(arios). En la calle, viejos taxis, Siam Di Tella, con el techo amarillo (aquí se llaman Morris).
Extrañamente, me sentía como en casa. Potus, jazmines, helechos. ¿Mucha onda? Poca, mas bien Gheto y de terror. Pregunté por el cambio de bus para ir al centro. Todo conmigo me decía, me hablaba de Maradona. Bajé con él por el fumo. Es muy difícil denegar, literalmente. Te arrastran, ya sea por la timidez o por la simpatía. Ahí, en la bajada de la escalera le dí la guita, se fue con la bicicleta y volvió al toque, después me metió en el otro bus, y cuando estaba subiendo me dio las tres bolitas de ganja fresca. “Vivir es mejor que soñar. Yo pase por las reuniones en la calle, pelo al viento, gente joven reunida”. (Toda la herida, recontra viva, en mi corazón).

Ella mentía y era de un egoísmo atroz. Tenía una valija enorme, la mitad del contenido, cremas y artículos de tocador. Empezó por decir que eran días peligrosos. Era cierto sin embargo, que no se maquillaba. Afuera los grones coma moscas pegajosas. Chelsea Hotel. Se ríen y si les preguntás por qué, no saben. Una cuestión anatómica heredada de la madre. Quedaba tiesa con la regla. Los síntomas no confirmaban ninguna de las teorías (las teorías no se confirman). Ella hacía todo lo contrario, se mandaba la parte y me sacaba la guita. “Quisiera contarles cómo viví, y todo lo que aconteció conmigo”. Agitando un ramo oloroso: ¡No te retengo! ¡Vé, sé benéfica! (Y en nuestros días hasta el aire sabe de muerte).

 

 

Capítulo VII

 

Ponerse bien

 

El piano trepidante, la espalda de los labios lamerá. Al parecer el poeta, quien siempre estuvo orgulloso de su talento, nunca se quiso a sí mismo. Su cuerpo no era atractivo. Su rostro pasaba desapercibido. Acaso deseó tener otro rostro en el espejo (los espejos deberían reflexionar antes de devolvernos su imagen). Le costaba mucho trabajo esconder o insinuar lo que sentía, disimular sus odios y hacerse el tonto, como si nada hubiese pasado. Nunca pudo atemperar sus ademanes indomables. Generalmente, después de un tono grave y excitado, aparecía un tema casi trivial, avergonzado y culpable. Como si una melodía digna del clown oprimiera la tragedia.
-Jamás lo creerá y por lo tanto no pienso decírselo nunca.
Paciencia y saliva. Así fue lo que de la vida fue. Y así sigue siendo. La gente guarda todo (más fuerte que el amor es el archivo).
-Usted se está poniendo bien, le dijo finalmente el "tordo". Todo aquel que espera, termina por ponerse bien.
En su tumba hizo escribir este epitafio: "No he sido autoridad capaz de disciplinar mi corazón pensante y mis deseos. Esta es la tierra que vosotros dividiréis al azar. Y ni la división ni la unidad importan. Esta es la tierra. Tenemos nuestra herencia. "

 

Capitulo VIII

 

No les creas a los buitres

 

No es el placer la muerte, es sólo ausencia de dolor. No les creas a los buitres. Lo que hubo no se conoce hasta que se ha perdido. Al calor de la manta sobre mi pecho una mano se demora. Aún estás conmigo. Creo que a pesar de lo débil y temeroso que pueda ser un hombre bueno, lleva encima tantos pecados como puede soportar.

Un amor así no sirve. Sirve humanidad. Ausente de mi mismo, en la ausencia me transformo. Deberías temer mis cartas, deberías quemarlas o guardarlas cuidadosamente. La vida es cruel: siente miedo de lo que sucede, de aquello que puede suceder, de los eventos. Después de haber golpeado la frente contra todos los muros, sale de la propia piel, de las venas, del último aliento: hacia el otro. Y siempre manos que se apretan a tu cuello, que se retuercen locas, generosas.
-(. . .)
-¿Pero vos quién mierda sos, un discursito, o un hombre? ¿Una nacionalidad, o un hombre? ¿Una profesión, o un hombre?
-(. . .)
-Conmigo deberías abrirte, yo debo saber a quién amo...
-(. . .)
-Tratá de ser simple, no buscar frases preciosas. Las cosas preciosas son las que se escapan de la boca.
-Buh...
-No pienses, no calcules, sé.
-¿Sé?...
Parecer de muchos, y ser poco. He ahí el problema, y he aquí la solución. Esperar. Semejar. Ser de carne. Es decir: ¡Un animal!

La próxima vez no deberíamos hablar de estas cosas. ¡Shhh..! No hablemos. ¿Qué es lo más importante? Conocer y ocultar. Conocer algo sobre el bien amado, y ocultar que lo amas. En ocasiones, el pudor es más fuerte que la pasión. La pasión del secreto. La pasión de la revelación. Me es aún más insoportable nombrarte, que no saber.

 

Capitulo IX

 

Resurrección

 

Mi primo Esteban un día, cuando no tenía más de diecisiete años, recibió una patada en el muslo jugando al fútbol. El hematoma perduró, devino tumor maligno, fue operado, le extrajeron una porción de hueso de su pierna derecha, luego otra. Nunca se quebró el que sin embargo sufría periódicas extracciones de osamenta. Nunca entregó su espíritu rebelde, desgarrado, ni aún en los postreros días, cuando lo vi la última vez, en una cama de hospital, con sólo los despojos de su cuerpo. Aún allí su espíritu resplandecía, llenaba la habitación. Su rostro era sonrisa luminosa, voluntad de dar, de entregarse a la simpatía del otro, de promoverla, de provocarla. Entre ataque y ataque de dolor, el seguía siendo luz sin mácula. Santo.
¿Porqué entonces se empecina en seguirme con su cojera, el hermoso, el amado primo? ¿Acaso sabe que un día yo...?
-Ves, en este pedacito de tierra está Esteban. Del nombre, no le queda más, que la é mayúscula.
El pobre loco lo fue perdiendo todo. Todo, menos la razón. Aún enfermo para él nada era difícil, salvo el amor. Por eso tal vez lo quisieron tanto las mujeres fáciles. De idéntica condición, otros tantos seres circunscritos por espesas capas de alma, mediterráneos en ansia de un entrarse en la carne, de una salida al mar. Porque el amor es un gran océano de dicha. El secreto del fastidio: el tiempo. Un silencio de estopa. La invisible actualidad. Y andamos, y andamos, cojeando como Esteban detrás mío. Para exhibir nuestro pasado: las fotos reveladas. Y nuestro futuro: las fotos por revelar. Nada consuela tanto la decepción propia, como comprobar la decepción ajena. Tenía una vaga idea de ello, y solía rabiar contra los flemáticos. Sea cual fuere la vergüenza que me alcance, no quiero renunciar a mi honestidad, ni a mi desesperación. Yo les digo: no se desapasionen, porque la pasión es el único vínculo que tenemos con la verdad. Y un día como cualquier otro, y sin que ustedes lo perciban, yo los habré resucitado.

 

 

Texto: Eduardo Magoo Nico

 

Imagen: Erté (Romain De Tirtoff)

miércoles, marzo 17, 2021

Saffiche




 

Belli e nobili sono gli amici che tu addolori, Rimprovero. Concedetemi che la mia amata qua giunga incolume, e che cancelli tutti gli errori che in passato ho commesso. Va chiama le cose in cui ho errato prima, quelle scioglierle. Chiama tutto, ma non la festa.

 

Gli uomini non possono mai essere del tutto felici, ma possono pregare di aver parte. Ecco sull’altare la carne di un candido ariette. La fatica mi ha stremato il cuore, la notte è vicina, verso di te il mio pensiero non potrà mai cambiare. Il dolore mi avvolge, e via da me vola Desiderio, inseguendo Lei, dal seno viola. Vada errando, voli intorno a te che sei bella, e io ne godo quando ti guardo di fronte, e questo sappi nel tuo cuore, che io da tutti gli affanni, vegliare in festa per tutta la notte vorrei, che noi pure in giovinezza queste cose facevamo, che molte e belle cose viviamo, che anche tu un tempo eri una fanciulla, e amavi cantare, cantando l’amore tuo, e della sposa dal seno di viole. Questa visione veramente mi ha turbato: appena ti guardo un breve istante, nulla mi è più possibile dire, e bramo e piango e bramo ancora.

 

Io ero innamorato di te, mi sembravi una bimba minuta e sgraziata. Eros mi ha squassato il cuore, come una raffica che irrompe sulle querce montane. Io ti desideravo e tu hai raffreddato il mio animo che ardeva di passione. Credo che in nessun tempo vedrà la luce, una ragazza pari a te in Sofhia. Io amo la raffinatezza, e voi lo sapete, e a te l’amore per il sole ha dato in sorte splendore e bellezza.

 

Oh, Sogno! Tu che attraverso la cupa notte ti aggiri, quando il Sonno, dolce dio, terribilmente assilli!

 

Ma lei voleva andare, Rimprovero, e mi lasciava piangendo a lungo. E asciugando le mie lacrime con il suo fazzoletto, così mi diceva:

-Ah, che pene spaventose soffriamo, caro amico. Davvero contro il mio volere ti lascio.

Ma io non conosco ira e rancori, il mio cuore è mite. E così le rispondevo:

-Và, e sii felice, e di me serba memoria. Tu sai quanto bene ti volevo, ma se non lo ricordi, allora voglio  ricordarti tutti i momenti belli che abbiamo vissuto insieme: con unguento floreale placavi il desiderio, e non c’era festa né sacrificio ne fragore ne danza, da cui noi fossimo assenti…

 

Ora, fra le donne Partenopee, spicca come talvolta, tramontato il sole, la luna dita di rosa. Supera tutte le stelle, e posa la sua luce sul salso mare come sulle campagne rigogliose di fiori. La bella rugiada si è diffusa, ed è in fiore il mirto, i teneri cerfogli, e il meliloto. Un canto dolce, con voce di miele, canta Afrodite. Il respiro si ferma. Le cosce si contraggono. Sudano. -Voglio avere compagne, diceva. Posa intorno alle chiome corone graziose. -Chi si adorna di fiori è più bella, più amabile a vedersi.

 

Piena si mostrava la luna, e le ragazze si disposero intorno all’altare. A un suo chiamato l’Usignolo, nunzio di primavera, mi porta in centro al cerchio, e io così parlai a la mia amata:

-Avvicinati dunque e dimmelo, donzella di piede leggiadro, prima che Aurora disperse ogni cosa.

-Sposo fortunato, interviene con un sorriso Afrodite, non vedi che sono già celebrate le Nozze? È tua la ragazza che sognavi…

 

Oh, Delirio! Tu che attraverso la cupa notte ti aggiri, quando il Sonno dolce dio, variegato di mille colori, vorrebbe chiudere gli occhi!

 

È tramontata la luna. Eros, che dona i dolori, dorme sul seno di una vitella incinta. Il tempo trascorre. Io dormo solo. Accanto a me, odora di viola, un fazzoletto gocciolante di lacrime.


Testo: Eduardo Magoo Nico. (Un esercizio di riscrittura di testi riconducibili a Saffo e non).

Immagine: Afrodite. (Dea greca).  

sábado, marzo 13, 2021

Ojos que razonan

 


Estoy entre lo que los antiguos llamaban "los ojos de Giove Laziale". Dos pequeños cráteres, luego inundados, de un gran volcán extinguido. Uno el lago Albano, el otro el lago de Nemi. Sobre el primero se asoma la residencia veraniega del Papa (Castel Gandolfo), sobre el segundo los restos del templo de Diana Nemorensis, y debajo de estos, la villa de Calígula. Sobre la pupila de Giove el emperador daba sus fiestas. Había hecho construir dos grandes barcas a modo de plataformas de setenta metros de largo, que finalmente, "cuando el desastre se encargó también de ellas", descansaron sobre la retina de su dios, incólumes, durante casi dos mil años. Estoy sentado en una pequeña tarima de madera, contemplando el valle cubierto de robles. El cielo está encapotado pero a ratos sale el sol. Ahora un tábano zumba en mi oreja y pasa. Me rasco la cabeza, ¿alergia o caspa? En estos días el anteojo parece más preciso. Veo la punta del bolígrafo dibujar palabras. ¿Quién carajo dijo que se debe escribir sólo cuando se tiene algo que decir? No soy lo que se escribe, pero lo veo discurrir nítidamente. Pareciera que lo que se debe decir es lo imprevisto… Veo la vieja amada lengua que se repite y cruza con esta otra, mucho más nueva, que apenas cuenta. Y una en otra hacen la equis del puto cromosoma femenino. ¡Malas lenguas!


Alzando la mirada veo como ella se diviniza con el baño y está así, como una niña, más bonita que con la ropa puesta. La cara oval, los cabellos negros, el pelo dividido, el rostro simétrico. Y si ahora se peina y siento la exaltación y el pavor de los dieciséis años ante un desnudo de mujer, eso, que parece poco, es suficiente para que su cabeza caiga por su propio peso, que es casi todo agua, lleve su mano a la nuca y alce hacia mi su mirada desolada, que se hace leña, cuando el hacha soy yo.  Luego cruza el campo contonéandose indiferente. Se dirige hacia el bosque fuera de la luz. Mujer luciérnaga. El batido de alas de sus caderas despierta al soñador en otro sueño, en el que mis propios perros no me devoran aún. Diana vive aquí.

 

Un helicóptero policial se detiene en el aire, casi frente a la ventana y yo escribo, escribo más para terminar este cuaderno realmente incómodo, que por alguna otra urgencia. Por otra parte he dicho que soy escritor, por lo que es bueno y coherente que cada tanto me sorprendan escribiendo. A la incomodidad del cuaderno, que trata de cerrarse, se agrega la incomodidad del pupitre, el hambre, el que la cabeza me pica y por lo tanto, me siento sucio. La situación de la casa es una situación de mierda. Yo en medio feliz, como un idiota con su chica, en los tiempos en que lo permite el desastre que nos amenaza. Situación de mierda quiere decir que una joven napolitana que hasta ayer fue militante de ultraizquierda, se da cuenta de que su compañera de casa, de vida, su amor de los últimos años, se ha enamorado de un fascista. La veo sentada en el piso, hecho con el roble del bosque de Diana, con las hojas entre las piernas y las manos abiertas metidas en el pelo. Sus pensamientos se persiguen en el aire. Reescribo lo que Carla escribe: "Todavía puedo mirar el volcán envuelto por las nubes mostrarse en la ventana, imagen familiar, presencia silenciosa y que en silencio está por saludarme, también él. Un nuevo adiós, una separación. Como si fuese el único modo para seguir estando juntas. Un dolor tan conocido que se ha vuelto soportable. Un dolor crónico. He gritado las palabras y no he amado mi dolor. No he amado mi dolor, no yo, no yo… No yo."

 

Durante mil novecientos dos años, descansaron las barcas de Calígula en el lecho del lago de Nemi, en la sacra retina de Zeus. Y en el mil novecientos cuarenta y tres, los fascistas decidieron vaciarle un ojo al viejo Giove Laziale y las extrajeron del fango. Entonces encontraron que la ingeniería con la que fueron construidas era mucho más avanzada de la que todos suponían, cuadernas perfectas, anclas articuladas, ornamentos delicadísimos. Para albergarlas, construyeron a orillas del lago un museo con dos "naves", de arquitectura igualmente moderna para la época. Dos años después el museo fue bombardeado por los aliados, y las naves devoradas por el incendio.

 

"¿Devolver la libertad a la mosca? ¿Dejar que la tarántula la devore?". Se pregunta Carla en mi cuaderno. "Il disastro si prenderá cura di tutto", solía decir ella frente a la ventana, lo decía con sus ojos, que razonan sin hablar. El desastre se encargará de todo. Las mujeres del volcán lo saben desde siempre, lo aprendieron con los siglos, en cada erupción del Vesubio, en sus ríos de lava, en las nubes de ceniza. Lo sabían las mujeres de Ercolano y de Pompeya, y las que soportaron en las galerías y cisternas de la Nápoli subterránea, el hambre y los bombardeos masivos de la segunda guerra mundial.

 

Ellas me sacaron el vicio del orgullo, esa grasa inmunda. No con las palabras, con los dedos, con su diversidad, con esa emoción continua, intangible, irreparable, que traen los días compartidos en el profundo golfo místico, en el teatro de sus vidas. Esos días que hoy se me regalan como caramelos de carne. Digo, que las mujeres del volcán le han arrancado a la naturaleza unos rasgos y unos gestos, que no hubiese osado soñar. Si me quedara algo de aliento, debería hablar de sus cuerpos…

 

De hambre escribo, de siglos de hambre, pero ahora el plato de pasta humea cerca mío y yo tiemblo, suspiro, y quiero dejar de una vez esta birome "maledetta". Carla dice: "¡Si mangia… Chi si accontenta, gode!" El cuaderno, como siempre, insiste en cerrarse. Cuaderno que se cierra. Párpados para estarse dentro. Párpados que transparentan.


Texto: Eduardo Magoo Nico
Foto: Lago de Nemi

jueves, marzo 11, 2021

Iacco


 

“La potente generò il potente”

 

La bellezza era possibile quando nel felice coro

Godevamo visioni

E c’iniziavamo a quella che fra tutte

É la iniziazione più beata

 

Allora esultavamo

Integri e perfetti simulacri

Semplici e sereni e felici

Liberi da questo sepolcrale

Segno di riconoscimento

A noi attaccato come un’ostrica

La legge del silenzio custodisce con cura

Ciò che si è scoperto tardi…

 

E ora già di lasciare dietro “le ingiurie del carro”

Per avere il diritto di fruire la poesia

Bisogna prima amare i poeti

Iacco!

Andiamo nei prati

Dove fioriscono le rose

Facendo festa a modo nostro

Con bellissime danze

Oh, Iacco!

Vieni su questo prato

Scuotendo intorno al capo la corona di mirto

Carica di frutti

 

Guarda come freme il ginocchio dei vecchi!

Scrollano via le pene

E i lunghi anni della tarda età

Ecco la valle risplende di fiamme

Carissimo Iacco!

Che il canto soave della festa hai inventato

Vieni dalla Dea con noi

Amante delle danze

E mostra come senza fatica tu compi una lunga strada

 

Fatevi avanti ora nel cerchio

Ecco tutti i miei amati simulacri…

Proteggi questo coro che è tuo Demetra

Fa che al sicuro tutto il giorno

Si possa scherzare e danzare

E che io non dica troppe cose ridicole

E in cambio alcune, un po’ più serie

E che dopo le risate e le beffe

Io sia coronato da lei…

 

Iacco!

Amante della gioia

Col ritmo ardito del piede

Ravviva le braci

Scandisce la festa sfrenata

Ognuno dunque s’addentra nel fiorito grembo

Cantando e motteggiando

E le donne portano in giro

Battendo le mani

I dolci di sesamo e miele chiamati Mylloi

Eroismo dell’ anima è vivere

Eroismo del corpo morir

 

Io ci vado con i ragazzi e le fanciulle

Dove c’è la veglia in onore della Dea

Iacco Zafferano! Fa sì che sia

Coronato da lei…


Foto: Eduardo Magoo Nico, una escultura de "Il Giardino dei Tarocchi" de Nikki de Saint Fhale.

Texto: Eduardo Magoo Nico.