Cuando
estoy contento canto o bailo
(Incluso
mientras trabajo)
Y
cuando me asalta la melancolía
Pienso
en mis juguetes rotos
Que
ya son parte del polvo
Es
decir, del barro, de Buenos Aires
Me
da por pensar también
Que
mis libros y mis fotos
Me
acompañan donde voy
(¿Flotan
a mi alrededor?)
Y
que mis amigos, de algún modo, están
En
especial los que se han perdido
Los
que se rompieron
Y
los que se convirtieron
A
la niebla y el hollín de Buenos Aires
La
noche oscura del alma
Avanza
desde el sudeste
Ya
no se escucha el silbido de los solitarios
La
nube que todo lo pulveriza
Hace
su fango con los poetas
Más
luego con sus amores
Y
se queda allí arriba, amenazante
Hay
que aguantar el dolor
Dicen
los varones atribulados de la ciudad
Los
jóvenes machitos mustios
Con
sus libros sobados, sus cuadernos sucios
Y
sus balbuceos entorpecidos
Por
el brillo y la tristeza de la juventud
La
pérdida trajo nuevas costumbres
Yo
perdí mis dientes, pero no perdí la discreción
Yo
he visto la boca herida
Yo
he visto las encías peladas
Yo
me comí todos los golpes
(El
secreto está en los nervios que se tensan
Y
se alargan como tentáculos
Hasta
alcanzar los bordes espantosamente afilados
De
la sociabilidad y del amor)
Yo
perdí mis dientes
Era
lindo llamar cuchitril al lugar donde se estaba
Huronera
es un decir de piratas, me dijo una vez Fiorucci
Al
Pelado Matosas, cuando lo largaron
Después
de ocho años de secuestro y cana
Todos
los lugares le quedaban grandes
Él
insistía en vivir en un metro cuadrado
Abrazando
su valijita de cartón
Era
feliz así, había vuelto a ver a su hija
Y
la piba era estupenda y militante
(Sí,
sí, ya sé, pido perdón por la palabra)
Después
vino un ensayo de verdadero amor
Y
el raje, que no trae nada bueno
(Trae
tal vez algo mejor)
Pero
viniendo de este subcontinente
Que
en mala hora colonizaron los godos
Lo
mejor suele transformarse rápidamente, en lo peor
Emigrar
hacia el este, es emigrar hacia lo oscuro
Solo
y mal vestido
(Siempre
de azul o de marrón)
En
medio de una banda de teatrantes
Que
se arrastraban como marranos en un sótano
Escuché
esos primeros ruidos de cadenas
(De
los cuales las nubes son los heraldos)
Que
nos alertaban sobre la catástrofe en ciernes
Se
hizo el silencio y en su doble naturaleza
Comenzó
a discurrir libre, mi pensamiento
Resiste,
pensé, resiste!
El
lunfardo argentino suele ser fúnebre
El
tango, según me hizo ver Paolucci, todavía más
Las
aventuras de la poesía
Son
siempre aventuras de vida o muerte
Así,
cuando yo volví al mundo y me dejé envolver por él
Mi
cotidianidad se fue hinchando como una pompa de jabón
Explotó
a lo bestia (y yo con ella)
Texto: Eduardo Magoo Nico
Foto: Gustavo Piccinini
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