Su respiración agita los banderines
Estremece rítmicamente sus senos
Mueve las olas de papeles que nos circundan
Sacude luego su cabeza liberándola de toda distracción
Mete la mano entre los pliegues de la blusa
Lo hace con tal fuerza que salta el botón
Saca algo
(Es mi sentencia de muerte)
El aire se adensa con su tufo carnal
Lúbrico
Libidinoso
Salaz
Voluptuoso
Impúdico
Sus vaharadas se expanden
Llenan el aposento
La náusea me paraliza
Olor a hembra
Lo veo
Enrosca sus cientos de brazos a las vigas
De mi inexpugnable eremitorio
Me mira ciegamente...
Entra oportunamente Catriel, a mi cuarto
Comienza a olisquearla desde los tobillos
Las combas de las nalgas
La entrepierna
El deseo relampaguea en sus ojos legañosos
El anciano perro jacobino vacila
Gime un poco
Retira el hocico de los mórbidos valles
La espumosa baba ya gotea...
Alzándose sobre sus patas posteriores
Se abalanza sobre la naifa
Que retrocede y cae sobre el catre
-¡Perro carbonario!
No debes tratar así a las señoras...
¡Perro misógino y cascarrabias!
Entonces, resignado
El fiel cuadrúpedo obedece
Se sienta sobre el estómago de la muchacha
(Haciendo más que evidente su dominio)
Y espera al amo...
Texto: Eduardo Magoo Nico
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