domingo, marzo 10, 2024

El cuerpo desnudo


Aquello que se manifiesta

Y resplandece

Se vuelve adorable

Pues nada hay

Menos latente

Que lo bello


Cuando

A la creciente desnudez

De la piel

(Desprovista de pelos)

Se opone el vestido

Y el ornamento

Aparece un umbral

Una interrupción

Que separa lo invisible

De lo visible, en el cuerpo


La fragrante exposición

De aquello que atrae

Al ocultarse

Se vuelve imaginaria

(Bajo el plumaje o la cornamenta

Piel que asoma entre las pieles

Cueros, tejidos y calzados

Pinturas, joyería, enlujamiento)

Pero no por ello deja de ser sexual...


¿Ganancia diferencial?

¿Legalidad inherente?

¿Preferencia estética?

Ante tales formulaciones

La belleza como escándalo

Salta a los ojos:

(Largas pestañas

Retoques de las cejas

Maquillaje, máscara

Bulto, culo, pechos)

Pareciera que hubiese

Una ausencia absoluta

De finalidad, en lo bello

(Salvo, claro está, para el cortejo)


Inutilidad y utilidad mediante

El exceso y la ostentación

Agregados a un cuerpo

(Tacos, corsé, corpiños,

Braguetas de armar, sombreros)

Ya de por sí, carente de adornos

(Salvo el pelo púbico y los cabellos)

Añaden una pompa lúdica y caprichosa

A la supuesta “naturalidad” del gusto

Que, sin embargo, no dicta moda


Por ese “divino esplendor”

La mirada viaja

Del ave del paraíso

Al pavo real

Y se demora 

(Un instante casi eterno)

En el pequeño colibrí

Que encanta

Y de nosotros se compadece:

¡Qué poca cosa sois!



Texto: Eduardo Magoo Nico

Foto: Alejandro Pi-hué




 

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