Prólogo
La
polaca, primer libro de poesía de Eduardo Magoo Nico, fue publicado en
1995. Estas Servidumbres serán editadas finalmente en el 2022, más de un
cuarto de siglo después. Y entre ambos, en el 2011, estuvo el segundo, Puros
por cruza. Todos, en esos 25 años (la edición quedó por dos largos años
suspendida como cosecuencia de la Pandemia de Covid-19), con Italia y sus
lenguas rondando, primero como espacio de ida y vuelta, después de vida
cotidiana. Sin embargo, a pesar de esa atmósfera nacional y lingüística, lo que
se activa y se pone en juego en esta poesía es indudablemente el castellano. Muy
especialmente Argentina, fuente discursiva reconocible y, por momentos, objeto
de inquietud. No casualmente el segundo libro era titulado y atravesado por el
poema que le daba nombre y que es, en su totalidad, una interrogación sobre raza,
poder y emblanquecimiento imaginario en ese país de cruzas.
La
tierra en que se piensa no deja de estar presente en Servidumbres, tanto
en los paisajes pampeanos y modulaciones criollas de la lengua, como en la
fascinación por un mar que para los argentinos es precisamente un poema o un
relato, a pesar de los miles de quilómetros de costa. Como en los libros
anteriores, no faltan las focas, orcas, pulpos (logomarca de Julián Gayarre en
redes que no son de pesca), y sirenas. Muchas sirenas, porque las olas se
sueñan desde la tierra y por sus aromas: Dos pálidas camelias o un
rubicundo eucalipto / Son suficientes / Para verme lanzado, nuevamente / Sobre
el delirio del mar. El pulpo es un baqueano de pulpería.
Hay
cuatro libros en Servidumbres, y en su progresión se imponen diferentes
ámbitos. Muchas formas del agua en el primero, los seres marinos y mitológicos
en el segundo, y, en los dos últimos, el propio lenguaje. Ocurre que este volumen,
entre los que Magoo ha publicado hasta ahora, es el que más se refiere al
proceso creativo y, en especial, a la escritura. De diferentes maneras, poemas
como “Toda juventud que ríe”, “Labial”, “Sigamos soñando los setenta”, “Quien
nunca haya amado, amará mañana”, “Un agujero con la mente alrededor”,
“Variaciones sobre un tema”, “La niña mugrienta”, “Un puente de tablas”,
“Cuaderno patria”, tematizan esa cuestión.
Puede
ser un rimero que entra por una ranura como el imaginario de uno en el
fruncir del otro. Puede ser una letra: De chiquito siempre me gustó la é
/ (La é mayúscula). También el teatro y lo vocal / bucal, tanto la voz como la boca erótica. Una mariposa pinchada en un recuadro,
como huella de lo que fue escrito. La preescritura se antoja un agujero con
la mente alrededor, estampado en un cuaderno por llenar, y que desde
afuera se ve mejor, como trabajo infinito. La música del bandoneón puede descomponerse
en algo gráfico inclusive previo a la escritura, o una forma primaria de representar,
como rayitas.
El Ponti
dice, en uno de sus diálogos: Como vinos preciosos, mis versos también
tendrán su hora. Y ante una pregunta de su compañera de voces dis-curre
sobre emular, citar, recibir influencias, asumir tradiciones, en fin, todo lo
que deriva del carácter no adánico del lenguaje. El escribir se encaja en los
procesos naturales, como un gotear monótono de las páginas, un insecto
que pide cuentos, y puede volverse un puente de tablas para que
el poeta sea contado por otros. Es también ambiente cuando la tierrita se amadreselva
con los gerundios del aire.
En el
punto en que Servidumbres parece estar por cerrarse, nos encontramos con
un penúltimo poema, “La herencia”, que parece lanzarse sobre el tópico de la
escritura poética como testamento para el mundo. ¿Se trata acaso de testimoniar
que alguna vez hubo una historia? Las imágenes parecen indicar un final del
juego, pero ¿hasta qué punto escribir o dejar de hacerlo es algo que se decide?
De hecho, el poema que sigue se llama “El olvido”, y cierra el libro, pero
estableciendo un retorno: hay un diálogo con La Polaca, aquel primer
libro en el que hace cuatro cinco estaciones llueve.
Como decía al comienzo, un cuarto de siglo (un cuartito
que es un puente entre dos de ellos) separan esas dos puntas de una escritura,
argentina y apátrida, criolla y de movida europea. Imposible no pensar que el
primer retoño aparece bajo un despreocupado menemismo, cuando todavía varias
partes del mundo parecían crecer y marchar hacia algo “nuevo”, que muchos veían
como soportable o previsible. Y que este tercer brote, independientemente de la
cronología de escritura de sus partes, nos llega entre llamaradas, tsunamis y
multitudes enardecidas de nuevos símbolos: chalecos, sardinas, perros
matapacos, pañuelos y wiphalas. En la partida y la llegada del círculo fue
necesario prepararse largamente para la lluvia. Veremos si nosotros
los pobres, seguiremos invictos, como en la palabra de Eduardo.
Adrián Pablo Fanjul
(Adrián Pablo Fanjul es doctor en Lingüística y Lengua Portuguesa por la Universidad Estadual Paulista (2002). Profesor en el Área de Español del Departamento de Letras Modernas de la Universidad de Sâo Paulo.)
“Servidumbres” – Eduardo Magoo Nico. La Cartonera edizioni, Roma, 2022. (PDF)
PS: Se agradece
a Perro Gris (ediciones y librerìa independiente) el espacio concedido, y la
gracia de facilitarnos un enlace de descarga gratuita en sus
pàginas Web:
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