Un puente de tablas
Una casona desconchada
Las puertas cerradas
Y las pupilas sesteando
La hora del sol justo
De las unánimes cotorras
De tanto apretar una maderita seca
Vino un mirar turbio y burlón
Releía por entonces viejos libros
Y la niña repetía sus preguntas
Allí donde otrora solía sentarse un perro
El perro del Porqué
En las formas sinuosas de un gato
Se agregaba ahora también un Paraqué
Al simple placer de la lectura
Entreveraba su diligente presencia
A la tristeza de sentirme ausente
Del único mundo verdadero
(El de mi dorada adolescencia)
El verdinegro del bosque
Improvisaba a mi lado
En una gama armónica
Que iba del dodecafonismo vienés
Al brutal atonalismo neoyorquino
Comenzó entonces su turno de mentiras propias
(Se iba convirtiendo en persona)
La Mugrienta
Y de a poco me fui enterando
Como era yo
Contado por ella
Frente a la casa
Se hizo de pronto enorme
El silencio de las hojas
Y mi leve desespero
Ya no quiso interrumpirla…
Era tal vez lila, el color de la menguante
Pero el que yo imagino ahora
Se parece más bien al fucsia
O al morado
Cada ciudad y cada etapa de mi vida
(En su relato)
Aparecía manchado por el resentimiento
Esa tortuosa forma de la cobardía:
Una confesión no se da nunca entera
Me dijo…
Pero alivia
La madera seca
Ya casi moldeada por el cuchillo
Tomaba las formas de un viejo simulacro
No quedó más que una perenne llovizna
(De hilos muy delgados)
Bajo las siempre unívocas cotorras
Para entretejer la trama…
Un torrente de sucesos jamás ocurridos
Como el desfigurado fantasma de palo
Se quebró en el medio mi delirio
Mostrando venaduras
Punzantes de dolor
Nada menos sinuoso que el dolor
Comentó el Paraqué, alzando la cola
(Otro pinzamiento en la columna)
Casi todos los asuntos referían a la pampa
Y sus aconteceres
O a un delta imposible...
Como una pequeña convalecencia
Quedó encastrado allí
(En mi poca memoria)
Su relato
En la noche fresca
En el rumor del río
(Demasiado fuerte para mis oídos)
En una lenta catarata de cajón
Intenté alzarme
Avanzar un paso hacia la espesura
Ella dibujó una sonrisa
Los ojos negros, inmóviles
La había visto tantas veces
(En cada miserable rincón del mundo)
Vieja amiga
Vieja Lástima
Siempre renovada y ecléctica
Había vivido todo este tiempo
Entre demonios vestidos de bruma
Esos treinta mil héroes invisibles
En que se habían transformado
Mis compañeros de aventuras
Hechos con el oro de una raza de oro
Y con el barro, de toda juventud
Lúcido y plúmbeo como el mundo viejo
Fresco, o recién hecho, como el mundo
Cuelga de una cuerda su vestido
El viento trae aún su canto
(Apenas un sonido)
Tan íntimo y carnalmente indeleble
Que hasta a veces arde...
1 comentario:
UNA JOYITA LITERARIA, AMIGO MÍO. GRACIAS
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