"Quiénes
son los mapuche, por qué se los acusa de extranjeros y qué derechos reconoce la
legislación argentina a los pueblos indígenas."
Comunidades
mapuche en Argentina: una reacción a comentarios periodísticos
Florencia Roulet (*)
En una
opinión sobre "La cuestión mapuche" publicada en La Nación el 22 de
septiembre del 2009 y correctamente catalogada en el rubro de sus
"pensamientos incorrectos", el periodista Rolando Hanglin argumenta
acerca de la autoctonía de los indígenas mapuche que hoy viven en territorio
argentino con la finalidad explícita de cuestionar su pretendido reclamo de
devolución de tierras e indemnización por el genocidio sufrido por sus
antepasados, reclamo sobre el que no aporta ninguna precisión.
Hanglin
no objeta que la comunidad Cayún, de San Martín de los Andes, sea indígena. Lo
que motiva su reacción es que se autodefina como mapuche. Los mapuche, pretende
demostrarnos salpicando su texto con referencias bibliográficas heterogéneas,
no existieron jamás en territorio argentino. Eran oriundos de Chile, penetraron
en las pampas desde el siglo XVII de modo violento y vivían del malón contra
las estancias de las fronteras. Los reclamos de sus descendientes en territorio
argentino serían por lo tanto ilegítimos. Lo que está negando Hanglin es nada
más y nada menos que la preexistencia de los mapuche a las provincias y al
Estado nacional, que la Constitución reformada en 1994 reconoce a los pueblos
indígenas en su artículo 75, inciso 17.
En mi
condición de historiadora, quisiera reaccionar a la opinión periodística de
Hanglin en torno a tres puntos: quiénes son los mapuche, porqué se los acusa de
extranjeros y qué derechos reconoce la legislación argentina a los pueblos
indígenas.
¿Quiénes son los mapuche?
En algunas de sus afirmaciones, Hanglin tiene razón: los textos de los
cronistas de Indias, de los geógrafos militares, de los propios caciques en su
correspondencia con las autoridades nacionales, y de autores célebres como
Zeballos, Mansilla y Prado no hablan de "mapuche": Zeballos se
refiere a araucanos, Mansilla a ranqueles, Prado a indios nomás.
Si –como lo recomienda a sus lectores- profundizara un poco más en sus
lecturas etnográficas e históricas, Hanglin se percataría quizás que tampoco
aparecía en aquellos tiempos el término "mapuche" en el propio Chile
(ni el de "argentinos" en el ámbito rioplatense, donde sí había en
cambio mendocinos, puntanos, cordobeses, tucumanos, santiagueños, santafecinos
y porteños, entre otras pertenencias étnicas). Es que, como los demás pueblos y naciones del mundo, los mapuche no
fueron ni son una esencia inmutable congelada en el espacio y en el tiempo,
sino el dinámico resultado de un complejo proceso histórico.
Los
combativos naturales de Chile, que Alonso de Ercilla denominó tempranamente
araucanos, se solían llamar a sí mismos reche, la "gente auténtica",
pero aparecen a menudo en las fuentes designados por otros según su situación
relativa. Así, los picunches eran las gentes del norte, los huilliches las del
sur, los puelches, las del este y los moluches las del oeste. En el siglo XVIII se habían organizado
políticamente en cuatro grandes agrupaciones territoriales longitudinales que
se conocían como Vutanmapus: los costinos eran los lavquenches, los llanistas o
"abajinos" lelvunches, los del pedemonte andino (inapire-vutanmapu)
eran huenteche o "arribanos" y los de la cordillera se conocían como
pehuenches. Estas diferentes agrupaciones eran políticamente autónomas, y así
como concretaban alianzas militares y económicas entre sí, se enfrentaban a
menudo en cruentos conflictos. La palabra mapuche empieza a aparecer en los
textos recién a mediados del siglo XVIII, cuando estos pueblos, profundamente
transformados en su economía, su organización social y política y hasta en sus
creencias religiosas por su experiencia de contacto secular con los europeos,
emergen de ese largo proceso como algo nuevo, que se autodefine como mapuche, "gente
de la tierra", por oposición al no indígena, al winka. El antropólogo
francés Guillaume Boccara ha rastreado magistralmente esta evolución en su
tesis doctoral [1].
Desde
los albores del siglo XVII, estos indios de Chile que aún no se llamaban mapuche
ingresaron en las pampas ya sea huyendo de las incursiones esclavistas
españolas que asolaban sus tierras – las temibles malocas que el propio Virrey
del Perú condenaba en 1621 porque "no son para conquistar la tierra sino
para robarla y sacar piezas de esclavos y quemarles sus sementeras" -, ya
procurando por trueque o por captura directa los caballos baguales que les
servirían en su lucha contra el español o bien vinculándose con grupos locales
mediante alianzas matrimoniales o parentescos ficticios. A partir de mediados
del siglo XVIII, pacificadas las relaciones fronterizas en Chile, surgió allí
un mercado ávido de productos que podían proveer los indios de la Araucanía:
ponchos y mantas tejidos por sus mujeres, sal traída de Neuquén, cautivos de otros
grupos vendidos como esclavos y vacunos que, una vez agotado el ganado
cimarrón, se obtenían asaltando las estancias de la región pampeana o las
haciendas de otros grupos indígenas, así como mediante la propia cría de
animales. Algunos se impusieron violentamente a las poblaciones preexistentes,
pero la gran mayoría se fusionó con ellas a través de matrimonios mixtos y
alianzas político-militares mutuamente ventajosas.
Esta
presencia de indios procedentes de Chile y la atracción de un mercado
trasandino generó asimismo una completa transformación de las sociedades
nativas pampeanas, integrándolas a un vasto circuito comercial que vinculaba
dos polos de la economía colonial (el Río de la Plata y Chile) a través de los
territorios indígenas. Del Atlántico al Pacífico y vice-versa circulaban
ganados, personas y toda clase de bienes, en un movimiento permanente que
conoció picos de extrema violencia y que se incrementó de modo significativo en
el siglo XIX como consecuencia de los desplazamientos masivos de grupos
chilenos hacia las pampas por las guerras de la independencia y lo que se llamó
la Guerra a Muerte en Chile. Así como varios grupos pampeanos se
"araucanizaron" en la lengua, en el vestido, en el armamento y en las
creencias, los nativos chilenos instalados definitivamente en las pampas se
"pampizaron" adoptando las boleadoras y la vivienda en toldo,
relegando la agricultura y poniendo énfasis en la caza y el nomadismo
estacional. Como resultado de esas transformaciones, también en las pampas
fueron surgiendo nuevas entidades étnicas cuyo modo de vida ya poco tenía que
ver con el de sus antecesores querandíes, chanás, comechingones o huarpes de
tiempos de la conquista, cuyos nombres (aucas, ranqueles, mamelches,
teguelchús, huilliches, salineros, entre otros) tampoco figuran en los textos
de los dos primeros siglos de la conquista y cuya cultura contenía, además de
la lengua mapudugun, cantidad de elementos de origen "araucano". Pese
al innegable aporte demográfico y a la fuerte influencia cultural de los indios
de Chile en el ámbito pampeano, es tan excesivo afirmar que los mapuche
"dominaron y absorbieron" a los primitivos habitantes como imaginar
que la población argentina fue "dominada y absorbida" por las masivas
oleadas de inmigrantes italianos, gallegos, franceses, alemanes, polacos,
ingleses y turcos que desembarcaron en nuestras tierras: mapuche y argentinos
somos el resultado híbrido de fusiones y mestizajes diversos, a veces
dolorosos, siempre originales.
Los
mapuche, por lo tanto, son un producto de la historia como lo somos los
argentinos y los chilenos. Tras la derrota militar sufrida en la década de 1880
a ambos lados de la cordillera, los pocos sobrevivientes que lograron quedarse
en sus territorios de origen o volver a ellos dejaron de lado sus
identificaciones étnicas previas y fueron adoptando poco a poco la identidad de
mapuche con la que hoy se reconocen, distinguiéndose de los winkas[2].
Los
mapuche, ¿todos chilenos?
Si es
cierto que los "indios de Chile" introdujeron su cultura en las
pampas, no todos los indígenas "chilenos" que aparecían en las
fronteras rioplatenses venían de allende la cordillera. ¿Hace falta recordar
que, hasta la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776, las provincias
de Cuyo formaban parte de la Capitanía General de Chile? Lo que se conoce menos
es que el territorio de la actual Neuquén, lejano a las fronteras rioplatenses
pero cercano a la de Concepción, era considerado por las autoridades coloniales
españolas como sujeto a la jurisdicción nominal de Chile. El criterio de que la
cordillera debía constituir un límite político internacional en la Patagonia no
se fijó sino hasta 1881.
Esto
significa que muchos de los "indios de la cordillera" o "de
Chile" que según los documentos coloniales y de las primeras décadas de la
independencia aparecían en el ámbito pampeano eran, en realidad, indios
neuquinos, huilliches o pehuenches. El caso más conspicuo es el de los
ranqueles, llamados en Chile huilliches orientales o huilliches de las pampas,
que surgieron de la fusión en el corazón de la pampa de grupos pehuenches de
Ranquil con huilliches neuquinos y un sustrato pampa.
La
vinculación del Neuquén con Chile preexistía a la conquista española y no cesó
luego de que se fijara el límite internacional en la cordillera. Incluso
después de 1881, la región siguió siendo "el hinterland de los principales
centros urbanos chilenos", donde se criaba el ganado que sería
transformado y consumido en Chile. Chilenos eran también los grandes hacendados
que compraron tierras a los primeros adjudicatarios de los remates públicos
luego de la "conquista del desierto", así como gran parte de los
pobladores criollos del territorio nacional del Neuquén. "Los vínculos con
Chile de los habitantes del norte neuquino fueron permanentes. En las ciudades
chilenas se abastecían, se comerciaba, se inscribían los nacimientos y se
enviaban los niños a la escuela. La identidad de la población era
predominantemente chilena y este apego se trasladaba a los territorios que
ocupaban". En cuanto a la población indígena, los grupos que habían huído
a Chile durante la "campaña al desierto" fueron regresando y se
encontraron en sus antiguas tierras con "situaciones de violencia,
ebriedad, relaciones usurarias y desalojos de familias indígenas, sin que se
legislara sobre una forma definitiva de adjudicación de tierras para
ellas" [3]. Pero no se encontraron sólo con eso: los discursos oficiales
de fines del siglo XIX se ocuparon de clasificar a los grupos nativos catalogándolos
como "amigos", "sometidos", "nómades" o
"extranjeros", categoría esta última que solía recaer sobre los más
rebeldes, vistos como "enemigos chilenos".
A casi
120 años de aquel despojo, la situación no ha cambiado mucho para esos
indígenas que hoy se dicen mapuche y mantienen estrechos vínculos con sus
hermanos de la vertiente occidental de los Andes. Como si no tuvieran bastante
con la marginación económica y social en la que viven, sigue habiendo quienes
les imputan el crimen de ser chilenos. Es tragicómico constatar que el estigma
de la extranjería les pesa a ambos lados de la cordillera. Los intelectuales
chilenos decimonónicos, tras haber ensalzado brevemente a los héroes de la
resistencia araucana como precursores de la gesta de la independencia,
elaboraron un discurso virulentamente antiindigenista que expulsaba al mapuche
de la historia nacional y lo denunciaba como "una raza que no forma parte
del pueblo chileno". De este modo, "el territorio ocupado por los
mapuche era chileno, pero ellos no"[4]. Siguiendo estos postulados, el
historiador chileno Ricardo Latcham llegaba en 1930 a la conclusión de que
"el pueblo que generalmente llamamos araucano y que habitaba entre el
Itata y el Toltén a la llegada de los españoles, no era un elemento indígena
chileno. Parece haber llegado del otro lado de los Andes, introduciéndose como
cuña en la región [...]. Allí, con toda probabilidad se fusionó con los
antiguos ocupantes del suelo, formando los araucanos de la historia"[5].
La tesis de Latcham sobre el origen amazónico o chaqueño de los araucanos, hoy
totalmente desestimada, tuvo en su momento varios seguidores en Chile y se
consagró en los manuales escolares de historia del siglo XX, que presentaron al
mapuche como un invasor belicoso que nada tenía que ver en la formación del
pueblo chileno.
Curioso
baldón el que pesa sobre la "gente de la tierra": extranjeros a ojos
de los winkas chilenos, extranjeros para los winkas argentinos. Como lo señalan
las antropólogas Claudia Briones y Morita Carrasco, la adjudicación de
extranjería se sigue usando políticamente "para desacreditar ciertos
reclamos de comunidades y organizaciones mapuche dentro de la
Argentina"[6].
¿Qué
derechos tienen los pueblos indígenas en la Argentina?
Mal que
le pese al periodista Rodolfo Hanglin, la comunidad mapuche Cayún es una
comunidad indígena. Y como tal, goza en la legislación argentina de
determinados derechos.
El
proceso legislativo de reconocimiento de derechos indígenas fue iniciado por
las provincias, seguidas en 1985 por la ley 23.302 sobre política indígena y
apoyo a las comunidades y en 1994 por la reforma constitucional que, entre
otras modificaciones, define como atribución del Congreso Nacional
"reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas
argentinos [...]; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la
posesión y propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan y
regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo
humano", tierras que no podrán ser enajenadas, tansmitidas o sujetas a
gravámenes o embargos.
En el
año 2000, la Argentina ratificó el Convenio 169 de la OIT, que consagra sus
artículos 13 a 19 a la cuestión de la relación colectiva de los indígenas con
la tierra y reclama a los gobiernos medidas para reconocer los derechos de
propiedad y posesión indígenas, garantizar la protección efectiva de esos
derechos y asegurar la participación de los pueblos indígenas en la
utilización, administración y conservación de los recursos naturales existentes
en sus tierras. La Argentina es además estado-parte en la Convención
Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación
Racial, en el Pacto de Derechos Civiles y Políticos y en el de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, así como de la Convención Interamericana de
Derechos Humanos, instrumentos que protegen en diversas medidas los derechos
individuales de las personas de origen indígena.
En el
2006, el congreso nacional sancionó la ley 26.160, que declara la emergencia en
materia de posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan las
comunidades indígenas originarias del país y suspende por cuatro años todas las
medidas de desalojo y desocupación de esas tierras, creando un fondo destinado
al relevamiento de las mismas, así como a cubrir los gastos de profesionales
que intervengan en causas judiciales y extrajudiciales y a programas de
regularización dominial.
Estos
recientes avances legislativos ponen en evidencia que después de décadas de
políticas asimilacionistas que intentaron diluir al componente indígena dentro
de la población nacional, apostando si no a su extinción progresiva, al menos a
su definitiva invisibilización, el Estado argentino se ha comprometido
formalmente ante su ciudadanía y ante la comunidad internacional no sólo a
reconocer a las personas indígenas los derechos individuales que les
corresponden en tanto ciudadanos argentinos, sino a las comunidades aborígenes
derechos específicos, derivados de su preexistencia étnica y cultural, que les
permitan conservar y desarrollar sus culturas y modos de vida. Al negar la
autoctonía de las comunidades mapuche del Neuquén, el periodista Hanglin
cuestiona la constitución nacional y desconoce los compromisos internacionales
asumidos por nuestro país.
Florencia
Roulet (*)
Lic. en
Historia
[1]
Boccara, Guillaume, Guerre et ethnogenèse mapuche dans le Chili colonial.
L'invention de soi (Paris: L'Harmattan, 1998), recientemente traducida al
castellano como Los vencedores. Los Mapuche en la época colonial (San Pedro de
Atacama: Universidad de Chile, 2007).
[2]
Quien desee completar su información sobre quiénes eran y cómo vivían los
mapuche de Chile puede consultar con provecho la ya clásica Historia del pueblo
mapuche (siglos XIX y XX), del historiador chileno José Bengoa (Santiago,
Ediciones Sur, 1985) y la más reciente tesis doctoral del antropólogo chileno
José Manuel Zavala, Les Indiens Mapuche du Chili. Dynamiques inter-ethniques et
stratégies de résistance, XVIII° siècle (Paris, L'Harmattan, 2000), que acaba
de ser traducida al castellano por la Universidad Bolivariana (2008) como Los
mapuches del siglo XVIII: dinámica interétnica y estrategias de resistencia,
amén del ya citado trabajo de Guillaume Boccara. Quien se interese por la
presencia de estos "indios de Chile" en los vastos territorios del
Puelmapu – país al este de los Andes-, donde además de su lengua, el mapudugun,
introdujeron entre sus paisanos puelches el tejido de la lana, el pastoreo de
ganado, el cultivo a pequeña escala de varias especies vegetales americanas y
la platería, puede entretenerse con los múltiples trabajos del historiador
argentino Raúl Mandrini, en particular Los araucanos de las pampas en el siglo
XIX (Buenos Aires, CEAL, 1984) y el ameno libro que parafraseando a Zeballos
escribió con Sara Ortelli, Volver al país de los araucanos (Buenos Aires,
Sudamericana, 1992). Sobre los problemas que suscita la noción de
"araucanizació n" vale la pena la breve síntesis publicada por Sara
Ortelli en el Anuario del IEHS n° 11 (1996): La "araucanizació n" de
las pampas: ¿realidad histórica o construcción de los etnólogos?
[3] De
Jong, Ingrid, "Indio, nación y soberanía en la cordillera norpatagónica:
fronteras de la inclusión y la exclusión en el discurso de Manuel José
Olascoaga", en Nacuzzi, Lidia (comp.), Funcionarios, diplomáticos,
guerreros. Miradas hacia el otro en las fronteras de pampa y patagonia (siglos
XVIII y XIX). Buenos Aires: Sociedad Argentina de Antropología, 2002, p. 166,
167.
[4]
Pinto Rodríguez, Jorge, De la inclusión a la exclusión. La formación del estado,
la nación y el pueblo mapuche. Santiago: Universidad de Santiago de Chile,
2000.
[5]
Latcham, Ricardo, "Los indios de la cordillera y la pampa en el siglo
XVI", Revista chilena de historia y geografía LXV, n° 69, pgs. 260-261.
[6]
Briones, Claudia y Morita Carrasco, "Pulmarí. La esperanza mapuche bajo
acoso judicial", en La tierra que nos quitaron. Buenos Aires,
IWGIA/Asociació n de Comunidades Aborígenes Lhaka Honhat, 1996.
(*)
Florencia Roulet, historiadora argentina radicada en Suiza, quien se dedica a
estudiar temas indígenas y patagónicos.
Fuente: http://www.politicaspublicas.net/panel/ess/historia/397-mapuche-puelmapu.html
Foto: Filomena Cayún, primera Lonco de la Comunidad Mapuche Cayún
http://guillermopirriargentino.blogspot.it/2011/04/mujeres-argentinas-filomena-cayun.html
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