jueves, noviembre 18, 2010

La sirenita





Cuanto me gusta escuchar el viento pasar entre los árboles

No lo averiguaste

Apenas hubo tiempo de apearse

Y siempre mucho ruido, y no distante

Espina de erizo

Mi dolor entre tus manos temblorosas y mordidas

No quisiste



Soy de a caballo (según se dice)

Aunque me criaron yeguas mansas

De andar cansino y elegante

Me entristece la vecina lluvia

Y estoy entre los charcos que espejan el cielo

Cuando la tierra se abre

Ese aroma exquisito, es de todas las hembras

El que más me embriaga



“Yo soy mi padre y yo”

Te dije sobreactuando cuando te vi

La primera vez, sobre una roca

Nada sabía de ese miedo

Ni de esta clase de humedad que permanece

Rompiente de ilusiones sobre mí

Que alambrado estoy a un poste



-Soy del llano: algo que no comprendes…



Las manos enlazadas bajo la rodilla

Como una aleta el pie, recién desprendido de su guante

Un muslo sobre su pecho

Mientras la pantorrilla cierra un triángulo de sombra

Inscripto en el círculo de su abrazo



Tu primer rostro, fue esa linea de piel y sal

Que dividiendo los cabellos

Ocultaba unos rasgos aún no del todo adivinados

Tu segundo rostro

Ojeras chorreadas sobre dos almohadillas

Veinticinco pequeñas arrugas en tu boca de foca

Los ojos redondos y algo opacos…



Mucho el tiempo he merodeado en estas costas

El mar que es demasía

Cubre esta vez iracundo el golfo místico

Tu vestido de loba se quedará conmigo

Me cubriré con su piel sangrante

En su interior grabaré una a una las palabras

Que me fueron transmitidas para sujetarte

En vos yo escribiré mi vida para que te la lleves

Como un tatuaje sin mancha

Cálido seguro e indeleble


Texto: Eduardo Magoo Nico

2 comentarios:

A. Morales Cruz dijo...

...es como poesía narrada, una técnica peligrosa y que te puede estallar en la cara, poesía audaz la tuya que cualquiera no puede... estás a un tris del relato...
la avalo

felisa dijo...

Conozco este poema desde hace unos meses que el autor lo presentó en sociedad. Desde el principio me atrapó.
No me había atrevido a darle las gracias públicamente y ahora lo hago por haberme hecho resistir y reexistir.
Con silencio amigo,
Felisa