¡Oh, rector! Supremo emblema
Mármol de Amalia que como el cólquico
De la tierra emerges, solo estambre
Color de ojera
Tú que dilatas, suprimes o extingues
De los otros el deseo
Encuentras tu cuna: ¡Oh, dorado niño!
En la punta avulvada de mi sexo
Que el éxtasis de tu clarín, resuene en carneas praderas
De cuyo oloroso ramo, tú la flor más excelsa
Y que las argentinas tráqueas, abriéndose
Atraganten el placer jocundo
Pues nada hay más luminoso y cierto en este mundo
Que las maravillas que provocas
Con tan sólo un toque, de tu dueña
En la mollera
Como tal ensoñación de turco
De mil y una maneras renovada
Así la patria cree en su bandera
Y en el mástil que sublime la enarbola
Sobre tantas ebúrneas astas, que la pampa entrega
En la viscosidad de tus urdimbres
¡Sagrado e inmortal nenúfar!
Nácar de dioses tú segregas
Que por siempre regirán lúgubremente
El pase a la inmortalidad de esta otra Eva
Generaciones y generaciones de argentinos
Cada vez más pequeñitos
Con sólo un frágil, fragilísimo dedito y la inocencia de un E.T.
En el mausoleo de tu cuerpo embalsamado
Temblando rozarán el marmóreo botoncito
Alcanzarán entonces: ¡Oh, virgen del futuro milenio!
En el imperceptible contacto
La fulmínea revelación de ser ladilla
Y como Lacroze, tordilla
Pero en la tropilla, de su solo (medio) pelo
Texto: Eduardo Magoo Nico
Ilustraciòn: Gustavo Piccinini
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