domingo, septiembre 06, 2020

Ermanno Cavazzoni - "Vida breve de idiotas" (III)




Cesare Lombroso

Como todos saben Cesare Lombroso fue específicamente un estudioso de delincuentes y anormales, incluidos los idiotas y los artistas, caracterizados por una análoga malformación de origen incierto. Con este propósito Lombroso estudió en 1881 a los músicos y su distribución geográfica en relación, sobre todo, con los volcanes y los terrenos volcánicos. Resultó que en Italia, hasta esa fecha, había habido exactamente 1.210 músicos, en Alemania 650; 405 en Francia y 239 en Austria-Hungría. Seguían Bélgica con 98 músicos y España con 62; en los últimos puestos Suecia (9), Irlanda (7) y Holanda, con un músico en total. De estos datos, afirma Lombroso, no puede decirse nada, ni sobre la influencia determinante del clima ni sobre la de los volcanes. En cambio, en la distribución de los músicos en Italia aparecen con mucha evidencia las ciudades capitales respecto al campo, a las zonas boscosas y los pantanos, donde los músicos escasean mucho. Entre las ciudades, Nápoles tuvo 216 músicos, Roma 127, Venecia 124, Milán 95, Bolonia 91, Florencia 70, y Turín sólo 27. Evidentemente el primer puesto corresponde al factor marítimo; en segundo puesto están las colinas, y por último los volcanes.

En cambio no es cierta la influencia étnica. También en la pintura prevalecen las capitales, seguidas por las colinas; en los últimos puestos están L'Aquila y Siracusa, que tuvieron un pintor; Bari, Grosseto, Sondrio, Porto Maurizio y Teramo: cero. Más o menos lo mismo vale para escultores y arquitectos. Las ciudades que no dieron artistas o que dieron muy pocos son aquellas que fueron azotadas por la malaria y el bocio. Sin embargo, aunque estas cifras parecen elocuentes, nos dice Lombroso, deben aceptarse con mucha prudencia, especialmente en lo que concierne a la preeminencia de las capitales sobre el clima y los volcanes: a menudo se consideran originarios de una ciudad capital individuos que, recién nacidos o siendo ya jóvenes, se mudaron a ellas provenientes de pueblitos perdidos en medio de pantanos o de erupciones volcánicas.

Además del clima son determinantes los acontecimientos metereológicos en los impulsos artísticos y en general en todas las expresiones criminales. El número máximo de actos violentos (así como también de fuertes inspiraciones poéticas y artísticas) tuvieron lugar cerca del primer cuarto de luna, cuando hay también turbulencias y temporales. La luna llena con tiempo sereno tiene influencia en el impulso a huir y en la estupidez. Los últimos cuartos de luna hacen al criminal y al artista más razonable y humano, y más inclinado a la delación y a la reflexión. Después muchos sienten las variaciones meteorológicas dos o tres días antes de que tengan lugar, e indican con su grado de agitación si el tiempo será bueno o variable. En Milán, en 1871, se podía observar a un ladrón generalmente tranquilo que se ponía a blasfemar horriblemente pocas horas antes de que soplase viento. Y si con el viento venía la lluvia y la tormenta, las blasfemias eran infames y obscenas, según una escala graduada sorprendente que anunciaba qué tiempo habría, hasta la tempestad y el diluvio.

También las revoluciones, en tanto expresión criminal, reflejan mucho el clima. En un escrito de 1887 Lombroso demuestra que en el mundo antiguo el número máximo de revoluciones se notan en julio, y el mínimo en noviembre. En Roma y Bizancio, sobre 88 revoluciones, 11 se dan en abril y 10 en marzo, junio, julio y agosto. De esto resulta claro que en los meses calurosos las revoluciones estallan en mayor número que en los fríos.

En la Edad Media las revoluciones tenían lugar en pleno verano; de 1550 a 1791 encontramos 10 en primavera, 14 en verano, 3 en otoño y 4 en invierno. De 1791 a 1880 las revoluciones en Europa fueron 495, 283 en América, 33 en Asia, 20 en África y 5 en Oceanía. En Asia y África el mayor número fue en julio. En Europa en julio y marzo; en las repúblicas españolas de América, en enero, que es el mes más caluroso. Es evidente, dice Lombroso, el predominio exclusivo del factor térmico. De hecho el número de las revoluciones aumenta de norte a sur, precisamente como aumenta de norte a sur el calor; vemos que Grecia nos da 95 revoluciones, o sea el máximo; y Rusia el 0,08, es decir el mínimo; vemos las más pequeñas cuotas en las regiones nórdicas, Inglaterra y Escocia, Alemania, Polonia, Suecia, Noruega y Dinamarca; y las mayores en las regiones meridionales, Portugal, España, la Turquía europea, la Italia meridional y central, y un número medio justamente en las regiones centrales. Una excepción notable es Irlanda, que da un número de revoluciones en relación contradictoria con su posición geográfica. Pero debe notarse que el clima en Irlanda es mucho más suave gracias al calor benéfico traído por la Corriente del Golfo. La Corriente del Golfo tiene un efecto análogo en el arte y en las grandes innovaciones artísticas en el curso de los siglos.

Pero Lombroso es célebre sobre todo por haber medido a los criminales y por haber comenzado a medir a los artistas. En 1872 las medidas de los criminales son las siguientes: los incendiarios resultan ser los más altos de todos, con 1,71 metros; les siguen los homicidas, con 1,70 metros. Después vienen los ladrones y los asaltantes: 1,69 metros. La altura mínima la tienen los violadores y los estafadores, cuyas alturas oscilan entre 1,65 metros y 1,66 metros. En cuanto al peso, este sigue casi exactamente la ley de la altura: son muy livianos los reos por robo y asalto, con 61 kilogramos, y livianísimos los violadores: 57 kilogramos. Asaltantes y homicidas ofrecen una buena talla y salud robusta, mientras que los falsificadores y los violadores ofrecen una mayor cantidad de delgados; y se debe notar que sobre 8 delitos de violación, 10 de falsificación y 13 de incendio, cinco son cometidos por jorobados, mientras que se cuentan sólo tres jorobados en 250 asaltos y homicidios, lo cual confirmaría, según Lombroso, la mala opinión que han tenido siempre los jorobados, acusándoselos de malicia y lujuria. En cuanto a la cabeza, la máxima capacidad craneana la ofrecen los falsificadores, los impostores y los estafadores; inmediatamente después vienen los asaltantes, y difieren muy poco los homicidas; después los ladrones y los violadores. El mínimo lo ofrecen los incendiarios, que a menudo poseen una cabeza ultraminúscula y un cerebro inexistente. Considerando también la altura, el tipo del incendiario se acerca por eso más que cualquier otro al idiota tradicional, si se exceptúan los casos de los incendiarios jorobados.

Cesare Lombroso había nacido en 1835 y murió en 1909. En un cierto momento de su vida fue a Rusia para tener un intercambio de ideas con León Tolstoi, el famoso escritor, y, eventualmente, estudiarlo. Pero León Tolstoi no lo quiso recibir, diciendo que sus teorías eran las teorías de un idiota. Cuando esto le fue referido, Lombroso se ofendió mucho; desafió a Tolstoi a que lo probara estadísticamente. Pero no recibió respuesta. Esto sucedía en 1897.




Ermanno Cavazzoni (Reggio Emilia, 1947).

Escritor, guionista y dramaturgo italiano, Ermanno Cavazzoni es conocido principlamente por su novela “El poema de los lunáticos”, obra que Fellini utilizó para su película “La voz de la luna”.

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