“El
relámpago seguía siendo instantáneo, nadie lo negaba. Pero lo instantáneo se
volvía eterno, por el solo hecho de que alguien lo pensara suspendido. Algo así,
se decía Reynaldo, debía de haber sucedido con los famosos jardines colgantes
de Babilonia. Un jardín, el del Edén por ejemplo, o cualquier otro, uno de los
tantos vergeles que ocuparon la imaginación desocupando a los pensamientos, es
en su posibilidad la clave del ocultamiento de las ideas, los Gedanken, un
bello sitio salvaje oculta el sombrero de Napoleón, según la famosa analogía, y
otras muchas cosas que no se sabe qué son. Es que en el tiempo de la naturaleza
el pensamiento no tiene tiempo para hacer frases. Una semilla, por ejemplo,
germina en un instante, en el instante de un instante. Cada frase es un dibujito
disimulado. El todo resulta difícil de imaginar, porque no hay superficie: los
planos están, precisamente, suspendidos. Una muchedumbre perdida entre los árboles
buscando el sombrero de Napoleón, puede perder mucho tiempo. Los jardines de
Semíramis, en algún momento de la historia, fueron la corona final de la política.
De la política más sagaz, ya que embaucaban al mundo con una metáfora demasiado
evidente de la actividad humana. Con un exceso de fotosíntesis. Porque siempre
habría una reina dispuesta a retraerse en la sombra del follaje diurno. Un
misterio sin enigmas, como los relámpagos.”
César Aira, “La luz argentina”, pag. 57. Centro Editor de América Latina – Capítulo – (1983).
Foto: Alejandro Pi-hué.
2 comentarios:
HERMOSO TEXTO. PROFUNDO Y GRAVE. GRACIAS.
GRANDE, CÉSAR AIRA. ME ENCANTA. GRACIAS POR PUBLICARLO, EDUARDO. BESOTES
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