sábado, marzo 19, 2022

El cautivo

En un cuarto de tres paredes


(Pues la cuarta se abría a un espacio desierto


Del cual provenía, tamizada por un tejido liviano


Una tenue luz blanquecina)


Estaba la princesa durmiendo


Se la veía discretamente recortada en la penumbra


Con un niño bajo su brazo derecho




Al despertar, me invitó a entrar 


Hizo que me sentara sobre una piel de venado


Junto a su camastro...


Vestía una falda morada


Y llevaba el pecho desnudo




Esperé en silencio


(Como correspondía a la etiqueta


Que regía y demoraba todos sus actos)


Que iniciara la conversación:


Pertenecía a una antigua estirpe


De caciques Pampas


Cuyo centro era la sagrada laguna de Carhué




Pasado un tiempo


Mi anfitriona tembló y sonrió…


(Habíamos simpatizado)


Su serena convicción ocultaba


Una exquisita precisión idiomática


Que no parecía de este mundo




Algo así como escuchar


(Por primera vez)


Los acentos y las entonaciones


De un rapsoda griego


En el siglo de Pericles...


Con su relato creí comprender


(Como nunca antes)


La historia de una vida:


La suya




Los hombres habían disuelto su infancia


Y sin embargo


Se habían hecho ver fugazmente


Desde lo alto de sus cabalgaduras


Como el más hermoso


De los espectáculos del firmamento


En ella fueron ideas, palabras, gestos


Dejados atrás


Abandonados uno a uno


Con el transcurrir del tiempo




Luego de meditar largamente en sus rostros 


Bellamente pintados


En las terribles máscaras


En los tocados de magníficas plumas


Comprendió que no eran artistas...


Si no el arte mismo


El fin último de la manía melancólica




La guerra con el huinca


Los había empujado a marchar


Muy lejos


Más allá de la última frontera


Allí donde se adquiere el saber


Y el valor necesarios 


Para enfrentar 


La polvorienta y estéril frivolidad




La habían aspirado, sí 


Minuciosamente


Hasta el fondo (como se inspira la vida)


Y una vez transformada en vapor y saliva


Con ella regaron generosamente 


El vasto campo del país del alma




Esto último, no me lo dijo ella


Lo agrego yo


Hace tiempo que han dejado de vigilarme


Y nada impide mi regreso a la “civilización”


(Es decir, al horror de una vida bestial y salvaje)


En tanto mi osamenta me acompañe


Seguiré con ellos hasta el confín de mi destino:


La Cruz del Sur




Texto: Eduardo Magoo Nico

Foto: Alejandro Pi-hué


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